Estaba buscando donde sentarme para participar en el Foro de Seguridad Ciudadana realizado por el Parlamento Centroamericano y el periódico El Día en el hotel Sheraton, pero no encontraba espacio. El salón estaba repleto de gente que quería saber cómo enfrentar la delincuencia.
La maestra Altagracia Turbí me ofreció amablemente ocupar el asiento que quedaba disponible en una mesa de cuatro personas, ocupada ya por tres mujeres que reaccionaron “indiferentes” ante mi ansiedad por sentarme tranquila a escuchar las ponencias de los expertos.
Las tres damas, igual que yo estaban allí actualizando los conocimientos para ver de qué forma podemos contribuir como sociedad a bajar los índices de actos delictivos que inquietan a la población. Pero, como muchas otras personas, dos de ellas (las que actuaron con “indiferencia”), entendían que el Gobierno había sido flojo en esto y estaba obligado a resolver el problema.
La maestra Turbí, sin embargo, pensaba diferente. Ella asumía que todos tenemos una cuota de compromiso social con la sociedad y que el primer paso es actuar en comunidad, pensando en el dolor ajeno, siendo solidario con los necesitados y haciendo lo que podemos hacer para ayudar.
Tan pronto me comentó lo que pretendía hacer desde su rol de educadora, para colaborar con la lucha contra la delincuencia, la violencia, el microtráfico y el crimen, esperé el primer receso del evento y procedí a entrevistarla.
¿Quién eres, Altagracia Turbí?
Yo soy una maestra con 16 años de ejercicio. He estado en numerosas escuelas, en tandas de mañana, tarde y noche y con estudiantes de todas las edades y “calibres”. Formé la corriente magisterial Eugenia Montás para trabajar por la mejoría de las escuelas, y competí por la presidencia de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) en las últimas elecciones.
¿Por qué no ganaste?
Yo soy de la nueva generación de maestros independientes de los partidos políticos. Creo que la labor magisterial no debe estar sujeta a los vaivenes de la política, sino al interés de las escuelas, los alumnos y el sistema educativo. ¡Hay resistencia a la renovación!. Hay maestros que no les quieren dar paso las nuevas ideas. El que ganó la ADP me pidió unirme a su plancha, pero yo preferí perder porque sé que saldré ganando.
¿Cuál es tu proyecto?
Me interesa que los estudiantes “jodones” no dañen a los que están buenos. Pero no es en ánimo de afectar, sino de salvar al que está mal, rescatarlo del mundo delictivo y proteger al que no lo está y corre el riesgo de caer. Yo propongo que los programas de prevención del delito comiencen en las escuelas públicas y luego se expandas a los colegios y a las universidades. ¡Hay de todo en la viña del Señor!.
¿Qué está pasando en las escuelas?
En las escuelas públicas pasa de todo. ¡Tú no te imaginas!. Hay que estar ahí para vivirlo. Nosotros tenemos que lidiar con muchachos que consumen drogas, la compran y la venden en las aulas y los pasillos como si fuera un mercado y los maestros no están preparados para manejar eso. Uno se da cuenta por el olor, el intercambio de papelitos, el pasilleo y el ir al baño constantemente.
¿Qué otras cosas pasan?
También tenemos muchachos que roban, que matan, que participan en actividades de microtráfico de drogas, que han estado en las cárceles por eso o por violación sexual, de todo. Como son menores los dejan dos o tres días detenidos y los sueltan. Vuelven a las aulas y uno tiene que aceptarlos porque no los van a tirar para la calle. Sería peor. Si al menos quieren terminar el bachillerato hay que dejarlos que lo hagan. Pero necesitamos urgente una solución porque unos dañan a los otros y cada día aumenta el número de adolescentes en conflicto con la ley.
¿Es cierto que hay pandillas en las escuelas?
Claro que sí. Hay de todo, te dije. Mira, en el 2013, recuerdas el caso del joven llamado Gilbert, que lo mataron, ese era alumno mío. Él estaba en el liceo nocturno Emilio Prud¥Homme, en la avenida España, calle María Trinidad Sánchez de Santo Domingo Este, donde él vivía primero y después se mudó por el sector de Herrera. Él era “jodón”, pero imagínate, nadie sabía exactamente cuántas cosas hacía por ahí cuando estaba fuera de la escuela. Y aquí compartía con muchachitos buenos, porque a esos es que más los buscan. Generalmente son simpáticos y amistosos.
¿Qué siente un maestro cuando ve a un alumno perdido?
¡OhÖ! Imagínate. Yo soy profesora de biología y química. Lo que yo les enseño a ellos son cosas bonitas. La botánica es bella y el reino animal. La química es importante. Uno se derrumba cuando ve cómo se hunde el barco, pudiendo haberse salvado si se hubiese intervenido a tiempo.
¿Cuál es tu plan de prevención?
Mi propuesta es que se forme una comisión integrada, primero por el Ministerio de Educación, segundo por la ADP, tercero por las Fiscalías de los Distritos, cuarto por el Ministerio de la Mujer, quinto por el Ministerio de la Juventud y sexto por Pro-Familia. Esta comisión debe visitar las escuelas, evaluar a los alumnos, depurarlos, investigar sobre lo que hacen fuera de las aulas, indagar sobre su salud. Hacerles su dopaje. Ver cuáles necesitan ayuda urgente, porque se trata de ayudarlos, no condenarlos. Es tratar de que se alejen de ese mundo y que no arrastren a otros muchachos que tal vez no están en eso.
¿Los psicólogos de las escuelas no hacen ese trabajo?
Deberían hacerlo pero no lo hacen. No están preparados para eso. Les tienen miedo a los alumnos que son así. Ellos pueden detectarlos, pero no saben cómo reportarlos. Tienen miedo de que los maten o que sus familias corran peligro. ¡Eso no puede ser! Alguien tiene que intervenir y rápido porque se está creando una atmósfera muy negra en las escuelas y si no hacemos nada y actuamos con indiferencia, por temor o porque pensamos que son otros los que tienen que resolver los problemas, seguirá empeorando el grado de inseguridad que tiene la gente. Y el peligro, porque es real.
¿No hay vigilancia policial en las escuelas?
No. Ese es un grave problema. La gente entra y sale cuando quiera, principalmente en las noches que se permiten adultos. Cualquiera se pone un uniforme y se convierte en estudiante “infiltrado”. A veces uno lo detecta, pero a veces no. A mí me ha pasado que he visto muchachos que se hacen pasar por otros para tomar exámenes o para tomar clases un día determinado. Cosas de ellos.
¿Es cierto que algunos alumnos van con pistolas a las escuelas?
Sí. Con pistolas y con armas blancas. Eso no se puede controlar porque no hay supervisión. Una vez iban de sorpresa y revisaban a los estudiantes, pero ya no lo hacen. Se perdió el seguimiento. Y si tú supieras todo lo que se encontraba: Pistolas, cuchillos, navajas, tijeras, gillette, hasta machetitos cortos. Un desastre. Si tú me preguntas para qué van con eso yo te diría que para usarlos y pelear con los otros miembros de las bandas. Por el control de su territorio, como ellos dicen.
¿Cómo han enfrentado ustedes esas peleas?
Mira, ha habido maestros que han tenido que socorrer a muchachos heridos. Yo misma tuve que agarrarle un brazo a un muchacho que otro le dio un machetazo y por poco se le desprende completo. Tú me preguntas cómo entró machete. Ya yo te dije que no hay vigilancia ni supervisión y los programas de prevención se caen.
¿Los profesores se sientes desprotegidos?
Claro que sí. Hace un año que nos quitaron la Policía Escolar. No sé por qué. Estamos solos en los liceos nocturnos, rodeados de pandilleros y jóvenes que, aunque duela decirlo, son delincuentes. Uno realiza este trabajo por vocación, pero realmente nadie está a salvo de nada. Esos muchachos le cogen cariño a uno y tal vez no se atrevan a hacerles daño a los maestros, pero si les hablan mal o ellos se sienten ofendidos no hay garantías de nada.
¿Cuál es tu petición oficial?
Tenemos preocupación, como educadora, en cuanto a la inseguridad que existe en las escuelas. Estamos trabajando un proyecto de prevención que quisiéramos que nos ayuden a ejecutarlo si queremos tener una sociedad mejor. Es por la escuela que hay que comenzar a evitar la delincuencia juvenil. Y después en el hogar. Hay que trabajar fuertemente la familia, los hogares deformes y llenos de necesidades.
¿Propones sacar de las escuelas a los muchachos malos”
No. De ninguna manera. No le podemos negar la inscripción ni que estudien y se preparen. Aunque a veces no sirve de nada porque como quiera cogen la calle. Lo que debemos hacer es evaluarlos bien, depurarlos y trabajar a los que haya que trabajar, de manera discrecional.
¿Propones enseñar a los maestros a manejar estas situaciones?
Exacto. Los estudiantes de pedagogía que están en las universidades deben saber con qué se van a enfrentar cuando estén ejerciendo su profesión de maestros. No pueden venir a las aulas a sorprenderse y quedarse impotentes, no. Desde ya deben introducirse materias en las universidades relativas a cómo manejar a niños y adolescentes en conflicto y cómo enfrentar situaciones delictivas en las escuelas.
¿Crees que las escuelas deben combatir la delincuencia juvenil?
No exactamente, pero tenemos una realidad y es que hay que colaborar y trabajar todos juntos en el flagelo de la delincuencia, porque nos afecta a todos. Por algún sitio hay que comenzar y ese lugar es la escuela.
¿Qué sugieres para prevenir?
Mayor seguridad en los planteles escolares, que nunca se vaya la energía eléctrica en los horarios nocturnos y que se les ofrezcan a los estudiantes de bachilleratos más opciones ocupacionales. Muchos liceos no tienen laboratorios de informática ni salas audiovisuales para el aprendizaje del inglés. No ofrecen bachilleratos técnicos. Tenemos el 4% para la educación que tanto se luchó por ello. Y la ADP reúne 50 millones de pesos mensuales de lo que le deduce a los maestros. ¿Por qué no se invierte en seguridad? Estamos viviendo unos tiempos en que primero es la seguridad, después la salud mental, y después la educación.
El caso de Gilbert
(Según la versión policial, Gilbert, cuyo nombre real era Junior Minaya Germán, resultó muerto en un enfrentamiento con la Policía en el kilómetro 22 de la autopista Duarte, y en el operativo con la participaron del Ministerio Público y la Dirección de Control de Drogas, le encontraron armas y un carro robado para hacer atracos. Fue sindicado como el jefe de una banda que cometió numerosos hechos delictivos, incluyendo la muerte de cuatro personas en el sector Las Palmas de Herrera en el municipio Santo Domingo Oeste). Otros integrantes de la banda, algunos también estudiantes de liceos nocturnos, que después se entregaron y a otros los mataron, habrían participado en la ejecución de tres narcotraficantes en operaciones comandadas por Gilbert. Las últimas palabras de Gilbert, antes de su muerte, vía telefónica, fueron: “¡Mami, ven a buscarme. Me tienen rodeado. Me voy a entregar. Ven pronto!. ¡Ay mi madre!....”. Después de eso la madre sólo escuchó el sonido del tiroteo). FUENTE LISTIN DIARIO