LE PREOCUPA QUE MUCHOS ESTUDIANTES DOMINICANOS PIERDAN SUS COSTUMBRES Y TRADICIONES Manhattan
Tenía 11 años cuando sintió, por vez primera, que el mundo se le venía encima. Al cumplir 27 ya no le gustaban los bares ni restaurantes, cansada estaba de identificarse para demostrar que tenía la edad legal para tomarse un trago. En su trabajo enfrenta similares desafíos, por razones iguales.
Quien ve a un grupo de niñitas reunidas en el University Neighborhood Middle School, (escuela intermedia) del Lower East Side, debe observar con cuidado para hacer distinciones y evitar confusiones.
Porque Laura Peynado, la directora, tiene tamaño, cuerpo y cara de niñita; vestida en traje sastre parece una niña de 7mo. grado disfrazada de ejecutiva. Caminando por los pasillos vistiendo la camiseta del uniforme escolar, sin tacones como suele hacerlo, parece una estudiante cambiando de aula, camino al sanitario o la oficina.
Laura llegó de Santo Domingo a los 11 años y al cumplir 27 ya tenía su impronta en la historia educativa neoyorquina. Fue la directora de escuela más joven de la ciudad. También la más joven catedrática de la mundialmente prestigiosa Columbia University, donde completó dos maestrías.
Como profesional, Laura representa una nueva generación de mentalidades educativas pragmáticas fuera de serie, que compensan con inteligencia y eficiencia la relativa inexperiencia de su juventud.
Lo que le falta en edad y dimensiones físicas, a Laura le sobra en espíritu, inteligencia, energía y liderazgo.
La historia suya y de una compañera de estudios de la primaria, explican algo llamado “fuga de cerebros”.
“Mi Colegio”, de Santo Domingo, funciona como un poderoso imán, atrayendo pequeñas personas con grandes talentos. Ahí estudiaban dos niñitas que emigraron a Queens.
Nadie lo advirtió entonces, y hoy lo vemos como algo normal, pero el país perdió los cerebros excepcionales de Laura y Zoé Saldaña; la primera brilla en aulas neoyorquinas, la segunda ilumina pantallas mundiales.
Ese drenaje de talentos, sumado al desperdiciado en el país por la falta de oportunidades, explican buena parte de nuestras miserias.
Laura escogió la carrera educativa para apoyar a todos los niños inmigrantes que pueda, porque en su momento ella necesitó y encontró ese apoyo en la escuela.
Maestra Salvadora
Aún recuerda su primer día de clases en una escuela intermedia neoyorquina, como la que hoy dirige.
“Desde el momento en que fui llevada a un salón de clases, mis compañeros me humillaron por no saber el idioma, estuvieron burlándose de mí todo el día, al final sentí que el mundo se me venía encima por no saber cómo lidiar con la sensación de desventaja y desprecio que había vivido ese día”.
All llegar a casa y contar lo ocurrido, sus padres la consolaron como pudieron, porque ellos sufrían sus propias cuotas de dificultades, tampoco dominaban el idioma.
Cada día de clases era una interminable sesión de maltratos verbales y emocionales insoportables, hasta que una maestra marcó la diferencia en su experiencia.
“Ms. Copio me ayudó a aprender inglés mientras enfatizaba la importancia de que continuara desarrollando mi primera lengua, el español. Durante ese año escolar, aprendí a valorar más cómo la labor y la dedicación nos conducen hacia el triunfo, especialmente cuando hay seres que nos ayudan a realizar nuestros logros”.
Quizá sin saberlo, esa maestra inspiró a Laura. “Mi meta es sembrar una semillita en los corazones de mis estudiantes, en donde crezca respeto y valoración hacia ellos mismos y el prójimo, esa dedicación conducirá a la superación de nuestras comunidades”, dijo la esperanzada educadora.
La población estudiantil de su escuela es mayormente dominicana, conectada a los primeros inmigrantes que llegaron en los 50’.Mantener raíces
A Laura le preocupa que muchos estudiantes dominicanos pierden sus costumbres y tradiciones culturales, por eso planea llevarlos a República Dominicana para reconectarlos con su orígenes.
“Tienen que ir allá, dormir bajo un mosquitero roto, que les piquen los mosquitos, que usen una letrina en lugar de un sanitario, deben ver que la realidad de la vida en su país de origen es muy, muy diferente a los privilegios que tienen aquí”, argumenta.
Esa, asegura Laura, sería una importante experiencia educativa. Ella comparte experiencias comunes a muchas historias migratorias. Su familia se mudó a Nueva York, luego, dentro de la ciudad, para después irse a Clinton, Massachussetts y viceversa.
Cursó estudios intermedios y secundarios en Clinton, donde se graduó.
“Luego de graduarme con honores del College of the Holy Cross, retorné a Nueva York como maestra de ciencias en El Bronx, vía el programa de Teach for America.
Durante cinco años como maestra participé en la fundación y ejecución de una exitosa academia bilingu¨e para ayudar a mis estudiantes”, recuerda. Bajo el liderazgo de Laura, los maestros, administradores y padres mejoraron el University Neighborhood Middle School. La escuela cumplió las metas académicas de inglés, matemáticas, estudios sociales y ciencias establecidas por el Departamento de Educación del Estado.
También mejoraron la disciplina y, en sus cuatro años como directora, mantiene su escuela entre las mejores de Nueva York, con calificaciones A y B en la evaluación anual de la ciudad.
Laura envolvió varias organizaciones públicas y privadas, con y sin fines de lucro, para ayudar a la escuela alcanzar esos logros y conseguir los equipos tecnológicos que necesitaba.
Estableció acuerdos de cooperación con instituciones como New York University, Gouverneur Hospital, Child and Family Clinic Plus y Educational Alliance, entre otras, para apoyar el desarrollo académico y social de sus estudiantes.
Laura es del reducido grupo que se juntan a almorzar con el doctor Pedro Nogueras. Él dirige el centro de estudios urbanos de New York University, es uno de los intelectuales públicos más influyentes y respetados del país, especialmente en materia educativa.
Con sólo 30 años, sus conexiones y experiencias acumuladas, ¿dónde llegará Laura en la próxima década? “Aquí mismo, en mi escuela, dando vuelta por los pasillos, metiéndome a las aulas, asegurándome de que todo marche bien, eso es todo cuanto aspiro”, dice ella. Laura, sin embargo, es una historia en pleno desarrollo, tiene más futuro que pasado, y nadie sabe dónde llegará.
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