lunes, 14 de febrero de 2011

A Leonel se le hace tarde para cohesionar un movimiento reeleccionista

A un hombre exitoso como Leonel Fernández no le faltan ganas de seguir en el poder. Pero se le hace tarde para estructurar un movimiento fuerte que le permita escalar una montaña tan escabrosa como la reelección presidencial.
Aunque los movimientos reeleccionistas no cesan, la tendencia de los acontecimientos sociales y de la época, no apuntan en la dirección conveniente a esos propósitos.

Como se ha advertido en diversos intentos de construcciones discursivas, todavía el presidente Fernández puede realizar muchas maniobras para garantizar una gobernabilidad adecuada, conducir bien lo que le resta del período y dar continuidad a su vigencia política más allá de 2012.

Muchas personas le recitarán los cánticos que el presidente Fernández desea escuchar, pero él más que nadie debe estar consciente de la coyuntura dominicana, latinoamericana y mundial, los constreñimientos constitucionales y el tiempo, que es implacable.

Algunos asuntos que podrían considerarse sencillos pudieron ser resueltos por el mandatario de manera oportuna, como el paquete de leyes especiales complementarias de la nueva Constitución. Pero inexplicablemente dejó que el tiempo las arrastrara, y se convirtieran en conflicto.

La aprobación de la ley orgánica para el Tribunal Constitucional y otras, como la de “Iniciativa legislativa popular”, resultan clave para quienes lo promueven. Ya se conoce lo ocurrido con el proyecto de ley sobre ese tribunal y de la ley que regularía la norma prevista en el artículo 97 ni siquiera se habla, mientras, una avanzadilla recoge firmas para recurrir a esa vía.

El artículo 97 establece “la iniciativa legislativa popular mediante la cual un número de ciudadanos y ciudadanas no menor del dos por ciento (2%) de los inscriptos en el registro de electores, podría presentar proyectos de ley ante el Congreso Nacional”.

Pero “una ley especial establecerá el procedimiento y las restricciones para el ejercicio de esta iniciativa”. Cualquier intento para agotar este procedimiento correría la misma suerte que el proyecto de ley orgánica para el Constitucional, y un Constitucional escogido en medio de un ambiente parecido al que envolvió el proyecto de ley que lo regularía, no estaría en capacidad para tomar una decisión que le abra las compuertas al Presidente para una reelección.

Y ni pensar en una reforma por vía de una Asamblea Revisora. Las condiciones no están dadas para lograr un levantamiento de la prohibición de la reelección.En fin, que a quienes promueven la reelección del Presidente se les acortan el tiempo y las vías para maniobrar, sin pensar en otros factores, como las tendencias regionales de estadistas exitosos que han terminado sus períodos con altas tasas de aprobación y no quisieron o no pudieron correr el albur de un movimiento serio para quedarse en el poder.

Hay que valorar también lo que está ocurriendo con los movimientos ciudadanos en el mundo, que sin contar con un liderazgo individual, partido o fuerza sociopolítica estructurada, son capaces de destronar jefes de Estado, tambalear gobiernos y amenazar seriamente cumbres de estadistas, como ocurrió en Davos, Londres o Toronto.

La generalidad de la opinión pública es conteste en entender que el presidente Fernández no haría nada que vulnere burdamente la Constitución de la República. Su formación profesional, su actitud y su proyección histórica desmienten cualquier proyecto en esa dirección, aunque es más que evidente que le gustaría seguir en el poder.

Mientras tanto, Fernández dejará que su nombre sea citado como una posibilidad… pero los constreñimientos son muy poderosos, los obstáculos podrían ser insalvables, y como van las cosas, un intento por repetir podría resultar muy contestado, incluso, más allá de los partidos, por amplios núcleos de la sociedad. Tres períodos seguidos, en tiempos de rebeliones globales, constituye un riesgo grande.

Parece que lo más conveniente para el presidente Fernández es concluir bien. Continuar con su esfuerzo del buen gobierno, impulsar sus obras (aunque él crea que su proyecto está inconcluso), consolidar su gestión promoviendo la transparencia cierta, trabajar a fondo para reducir la criminalidad y dejar que su liderazgo sobreviva hasta el 2016. Aventurarse ahora podría conducir a una ruina política. Pero sólo el Presidente sabe lo que hace…

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