Santo Domingo
Una colección de 195 grandes carpetas que contienen todo tipo de publicaciones corona el estante principal de la oficina del arzobispo metropolitano de Santo Domingo, cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. Homilías, conferencias, discursos, cartas pastorales y crónicas periodísticas recopilan los 30 años de su labor episcopal como cabeza de la Arquidiócesis que le fue encargada en 1981. Les sirven de consulta y archivo y como testimonio de muchas horas de trabajo.
Libros por montones –ordenados y desordenados– enseres de oficina, pelotas de béisbol, figuritas del actor mexicano Mario Moreno (Cantinflas), fotos familiares que sonríen, una rubia imagen del cardenal con apenas dos años, otra del Papa Juan Pablo II firmada con su puño y letra y un montón de placas y reconocimientos le dan al entorno un aire familiar y acogedor.
El despacho se parece a él: sin poses, franco, sincero, como preparado para una faena que no parece tener fecha de caducidad, que empezó hace más de 61 años y que le ha mantenido 50 años como sacerdote, 33 de obispo, 30 como arzobispo y 20 como cardenal.
La experiencia que le impactó y terminó por convencerlo de que el sacerdocio podría perfilarse entre sus planes futuros ocurrió mientras ayudaba en una misa al sacerdote Ercilio de Jesús Moya, en el colegio Inmaculada Concepción de La Vega, donde era monaguillo desde los 10 años.
Iluminación
“En el momento de la consagración tuve una especie de, no sé, de inspiración, ¿cómo se le puede llamar a eso? Cosas de muchacho. Pensé ¿por qué no puedes hacer un día lo que el padre está haciendo ahora? Eso fue lo que pensé”, expresa.
Le compartió la inquietud al padre Ramón Antonio Bobadilla, entonces párroco de La Vega, y su respuesta fue: “Bueno, Nicolás, tenemos que esperar a ver si el Señor nos da unas señales más claras de vocación, porque un muchacho de 12 ó 13 años no puede todavía estar marcado ni definido. Vamos a esperar a que vengan del Seminario, tú hablas con ellos a ver qué te dicen los padres”.
A sus papás, Perfecto López y Delia Rodríguez, les aconsejaron que no lo enviaran solo al seminario de Santo Domingo hasta que terminara el bachillerato. Que luego se decidiera.
Se inscribió en el liceo de La Vega, donde sus hermanos habían sido alumnos brillantes, pero a la semana ya se había decidido. “Mamá, me voy pa’l seminario. Ella siempre me quiso mucho y dijo déjenlo que haga lo que quiera. Me puse mi trajecito, mi saquito y vine al seminario Santo Tomás de Aquino, solo”. Tenía 14 años.
Llegó a finales de octubre, dos meses después de que se iniciara la docencia y dice que se tuvo que fajar y ponerse al día con las clases. Y vaya que lo hizo. Pasó con excelentes notas el seminario y más tarde, cuando se marchó a estudiar a Roma, obtuvo Suma Cum Laude en su licenciatura en Ciencias Sociales. Allí también estudió sociología pastoral y derecho canónico. Y luego jamás ha dejado de estudiar.
López Rodríguez tenía 24 años cuando lo ordenaron sacerdote el 18 de marzo de 1961, y comenzó su labor en La Vega bajo el episcopado de monseñor Francisco Panal Ramírez. Su primera misa la ofició en el mismo lugar donde ayudaba como monaguillo, en el colegio Inmaculada Concepción, donde residían alrededor de 300 internas de diferentes partes del país.
¿Se puso nervioso? “No, no tengo carisma para los nervios”, dice el Cardenal.
Tampoco se puso nervioso cuando le tocó, 17 años después, dar su primera rueda de prensa. Un encuentro que marcaría su relación con los medios de comunicación y lo convertiría en una de esas personalidades que trazan pauta en las salas de redacción.
Luego de 15 años dedicados al sacerdocio y a la docencia en La Vega, las tranquilas aspiraciones de López Rodríguez tomaron de pronto otro giro: fue ordenado primer Obispo de la Diócesis de San Francisco de Macorís el 25 de febrero de 1978. Allí desarrolló una intensa labor pastoral durante tres años y ocho meses. En ese tiempo visitó 700 comunidades en las provincias que pasaron a formar parte de la diócesis (Duarte, María Trinidad Sánchez y Samaná) y se dedicó a buscar ayuda para la fundación de una casa para cursillos sociales.
El cardenal más joven
A San Francisco de Macorís la conocía muy bien porque dependía de la Diócesis de La Vega y visitaba la ciudad con frecuencia. Él había ocupado, además, los principales cargos en la diócesis vegana después del obispo: vicario cooperador de la catedral, canciller y secretario de la curia diocesana, asesor de la Pastoral Juvenil, párroco de la catedral, vicario de pastoral y vicario general.
Con toda esta experiencia resulta curioso que Nicolás (no le molesta que lo llamen por su nombre) admita que en octubre de 1981 recibió la sorpresa más grande de su vida, y que todo pareció formar parte de una coincidencia histórica que prefiere no pasar por alto. Al cumplir los 75 años, el cardenal Octavio Antonio Beras Rojas presenta su renuncia al Papa Juan Pablo II como arzobispo de Santo Domingo. Se la iba a entregar el mismo día que el Papa cayó baleado, el 13 de mayo del 1981, y no lo pudo ver. Cuando el Papa pudo ocuparse del caso aceptó la renuncia de Beras y pidió que se consultara a todo el mundo para ver quiénes podrían ser los candidatos a ocupar el puesto.
“Yo estaba caminando por las lomas de Villa Riva, cerca de Nagua. Iba a estar un mes completo por allá porque tenía que visitar 62 comunidades cuando recibo un anuncio de San Francisco de Macorís de que bajara urgentemente”, narra el Cardenal.
El nuncio quería verlo. Esto ocurrió el 27 de octubre y estaba contemplado que el nuevo arzobispo se instalara el 16 de noviembre.
“Era una cosa completamente fuera de lo común... pero resulta que el cardenal Beras le había pedido al Papa que le aceptara la renuncia, que le nombraran un sucesor y que lo se lo instalaran el mismo día de su cumpleaños, que era el 16 de noviembre”, explica.
En la nunciatura, el nuncio, monseñor Giovanni Gravelli, le confesó que lo llamaba para informarle que se habían revisado las consultas, que el Papa Juan Pablo II había decidido nombrarlo arzobispo de Santo Domingo y que si estaba de acuerdo que le escribiera al Sumo Pontífice respondiendo a la petición.
El pidió algunos días para pensarlo y hablar con su confesor pero le respondieron que era una urgencia y tenía que contestar ese mismo día.
“Le digo pues déjeme ir al Seminario a escribir la carta. Me senté en la máquina y le escribí una carta al Papa aceptando la designación”.
Se había sorprendido, explica, porque “éramos 12 obispos acá y yo era el más joven de todos y el último en ser consagrado obispo. Había gente más veterana que yo”. Además, dice, “indiscutiblemente en mi vocación no hay grandes pretensiones, te lo puedo asegurar. Quería ser un sacerdote como cualquiera de los que veía”.
Con la designación, con 44 años, se convirtió en el arzobispo más joven del mundo.
López Rodríguez se muda a la capital y 10 años después volvía a recibir otra gran noticia: su Santidad lo agregaba al Colegio de los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, el más alto honor que pueda recibir un sacerdote después del papado. Y volvía a ser el más joven en recibir tan alta distinción.
El Cardenal y los medios
En Santo Domingo se hizo cargo de radio ABC, antigua Radio Caribe en los tiempos de la dictadura. Al carácter educativo y alfabetizador de Radio ABC se le une, unos años más tarde, Vida 105.3 FM. “A las dos le quise dar un carácter evangelizador y sobre todo vida juvenil. Durante las campañas de oración, semanalmente, son 4 mil y 5 mil las intenciones que llegan diariamente. Hay un aparato que recibe 25 llamadas simultáneamente”, explica el Cardenal.
En agosto de 1995, la Conferencia del Episcopado Dominicano inauguró el canal de televisión Televida, Canal 41, que funcionaría bajo la dirección de la Arquidiócesis de Santo Domingo y que se dedicaría a fomentar valores familiares y educativos. Desde su fundación, el Cardenal dirige, junto al director de LISTÍN DIARIO, Miguel Franjul, el programa “Fe y Acontecer”, que llega a más de 15 millones de personas porque se transmite en 50 ciudades de Estados Unidos, México y España.
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1- Se levanta todos los días a las 5:30 de la mañana, baja a la capilla, tiene una hora de oración, celebra la misa con las hermanas y después desayuna. “Ahí leo los periódicos del día”.
2- Se confiesa un gran seguidor de los atletas dominicanos.
¿Su equipo de béisbol local? “Águilas, todo el tiempo, fanático mil por mil”, responde el Cardenal y ríe a carcajadas.
3- De la Biblia, se complace permanentemente en los evangelios, de los que se declara un estudioso empedernido, y si de salmos se trata prefiere los salmos octavo (sobre la maravilla de la creación), 50 y 23.
4- Las internas del colegio Inmaculada Concepción se alegraron cuando lo nombraron arzobispo pero le advirtieron que aunque al padre López lo hubieran ascendido para ellas no era ni obispo ni arzobispo ni cardenal, y siguen llamándolo así, padre López, y visitándolo todos los años para su cumpleaños.
5- Cuando le tocó trasladarse a la capital no vio ninguna diferencia con el trabajo que venía realizando en La Vega y en San Francisco de Macorís desde su ordenación como sacerdote. “Simplemente me ampliaron la diócesis”, sonríe. Comenzó creando parroquias en los barrios más pobres de la capital; cuando llegó había 81, hoy llegan a 210.
6- Se defiende en cuatro o cinco idiomas, disfruta y vive cada una de las celebraciones de confirmaciones que realiza y sólo porque se siente comprometido a responder confiesa que si debe elegir a una persona que le haya servido de modelo de enseñanza y vida, esa persona es Juan Pablo II.
7- El Cardenal sin hábitos disfruta compartir con sus hermanos, sobrinos, personas amigas y vinculadas a él por razones de trabajo. Tiene una enorme colección de música de eminentes compositores y una selección de las películas de Mario Moreno (Cantinflas), “persona a la que siempre he admirado por el incomparable ser humano que fue, reflejado en todas sus valiosas realizaciones”.
8- Otro aspecto de su vida poco conocido es el tiempo que dedica a escuchar a las personas que le piden orientación y le comparten sus problemas. Y de las muchas actividades que hace, una de las que le proporciona mayor satisfacción y alegría es compartir con los jóvenes. Se encuentra continuamente con ellos en colegios, escuelas, iglesias y universidades y para ellos produce semanalmente por Televida el programa “El Cardenal con los jóvenes”.
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