Penitencias, espíritus de reflexión o de sosiego para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, era lo común de casi todo el pueblo, según nos refieren nuestras madres y abuelitas. Ahora, sólo unos pocos, sobre todo los muy asiduos a las iglesias cristianas, practican esas devociones durante la Pascua Cristiana o Semana Santa.
Como manda la Iglesia, desde los 40 días de Cuaresma, que inicia con el Miércoles de Ceniza, previo a la también llamada Semana Mayor las personas de antes se recogían y se preparaban con sacrificios a su cuerpo como el ayuno, abstinencia sexual y de ingesta de carne, los miércoles y viernes de ese período.
Ya durante la máxima celebración de fe, que es el Triduo Pascual (desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección), la gente común hacían unos rituales, que mencionarlos en estas fechas suenan hasta poco creíbles.
Dentro de esas costumbres, refiere Inmaculada Sepúlveda, quien tiene 40 años y cita las quejas de su abuela, Piedad, por las pérdidas de esas tradiciones, figura que el Viernes Santo no se podía picar nada con cuchillos y machetes.
"Tampoco se le podía dar golpes a los niños, pero sí halarles las orejas", cuando ponían en prácticas sus travesuras.
Virginia Morel, de 52 años, dice que otra de las tradiciones perdidas es que las personas se levantaban mudas y hacían sus quehaceres sin pronunciar palabras.
Afirma que se advertía que aquel que se bañara en el río o sembrara frutos haciendo uso de la facultad del habla, se convertía en un pez y la cosecha se dañaba.
Todo eso porque en los días del Triduo Pascual las personas procuraban estar con el mayor sosiego, además de poner en práctica las penitencias a las que se sometían.
Consumir carne, a conciencia de cada feligrés
Algunos cristianos consultados afirman que, aunque la Iglesia Católica mantiene la solicitud a los feligreses de que practiquen la abstinencia de la carne, no son tan radicales en ese sentido, porque ellos toman en cuenta que las opciones para sustituir ese alimento, como era la costumbre de comer pescado, bacalao o arenque, resultan más costosas, por lo que termina siendo un gusto o un privilegio y no una abstinencia.
Otra de la razón que argumentan para no crucificar a los que deciden comérsela es que Jesús dijo, según Mateo, capitulo 15, versículo 11, que "lo que entra por la boca no hace impura a la persona, pero sí mancha a la persona lo que sale de su boca".
La referencia al pasaje la hace Vicente Castillo, quien también hace cita de Joel, capítulo dos, versículo 12 hasta el 15, que dice lo siguiente: "Dice Yavé: Vuelvan a mí con todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos".
Rasguen su corazón y no sus vestidos y vuelvan a Yavé su Dios porque él es bondadoso y compasivo".
La también católica Confesora Pimentel dice que no critica que aquellos que no se le hace posible degustar carne cuando le apetece y que si se le presenta la oportunidad de comérsela el Miércoles de Ceniza, de Cuaresma o Viernes Santo, la aprovechen.
Pimentel asegura que se somete a su ayuno en esos días y que opta por ingerir en esa sola comida alimentos únicamente para saciar su hambre y no porque se le apetezcan.
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