Moamar Gadafi ha sufrido varios reveses militares en los últimos días en el oeste de Libia, en una señal del posible debilitamiento de su control en la región que necesita para mantenerse en el poder.
Sus fuerzas leales fueron expulsadas de la ciudad de Misrata, un baluarte rebelde importante dentro del territorio que controla Gadafi; la OTAN redujo a ruinas humeantes con un ataque aéreo el cuartel central de Gadafi en Trípoli y los rebeldes capturaron un paso fronterizo que abre una línea de abastecimiento a las localidades en poder de la insurgencia y que están sitiadas en una zona remota y montañosa en el oeste del país.
Las líneas del frente han cambiado de lugar en diversas ocasiones en los dos meses de lucha y la insurgencia mal entrenada y mal equipada no ha mostrado capacidad de que pueda derrotar a Gadafi en el campo de batalla.
El dirigente libio tiene recursos inmensos, como miles de millones de dólares en reservas de oro, que pueden mantenerlo a flote durante meses.
Sin embargo, Gadafi pareciera estar cada vez más a la defensiva. Algunos sectores consideran que la última semana hubo un viraje decisivo en la lucha, ante la mayor presión militar y política en contra de Gadafi.
Mediante cientos de ataques aéreos, la coalición mermó rápidamente en las últimas semanas la fuerza bélica de Gadafi. La OTAN dijo que destruyó un tercio del equipo militar de Gadafi, le inmovilizó efectivos y le interrumpió líneas de abastecimiento.
Los aviones robot armados Predator entraron en acción la semana pasada y han dificultado el ocultamiento de los tanques y lanzacohetes del ejército en las zonas civiles.
Estas aeronaves están diseñadas para vuelos de baja altitud y en el combate urbano son más eficaces que los aviones para gran altitud.
La OTAN al parecer está cada vez más dispuesta a escalar sus acciones y atacar no solamente blancos militares sino símbolos del régimen, como la biblioteca y la sala de recepción en el complejo residencial de Gadafi. El inmueble registró daños severos debido a la caída de dos potentes bombas.
Al mismo tiempo, las sanciones internacionales y el éxodo de cientos de miles de trabajadores extranjeros han trastocado la vida diaria en Trípoli, que se ha convertido en frente aun cuando es la capital y base del poder de Gadafi en Libia.
Los automovilistas hacen fila durante días para llenar sus tanques. Los precios aumentan, el circulante escasea y la economía está casi paralizada.
Aun si la mayoría de libios culpara de su situación a la OTAN, las penurias constituyen un mensaje claro de que la normalidad no regresará mientras Gadafi permanezca en el poder.
Ha sido imposible evaluar la magnitud del apoyo popular al régimen debido a las restricciones que el gobierno ha impuesto a la información.
Sin embargo, hay señales de un descenso la popularidad del gobernante libio, como por ejemplo comentarios en corto a reporteros en las calles de Trípoli.
Si las fuerzas gubernamentales pierden más terreno en los próximos días "podríamos ser testigos del principio del fin" del régimen de Gadafi, dijo Riad Kahwaji, del Instituto para Análisis Militar del Golfo y Zonas Próximas, que tiene sus oficinas en Dubai.
Esa coyuntura no necesariamente podría ser rápida ni decidirse en el campo de batalla. Quizá se derrumbe el régimen desde el interior si ya no es posible la victoria militar ni la conservación de la parte occidental de Libia.
"La clave de la próxima etapa en este conflicto será la psicología de los que apoyan todavía al régimen", dijo Malcolm Chalmers, del Instituto Real de Servicios Unidos, un grupo de expertos con oficinas en Londres.
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