AFP
Ishinomaki, Japón
Delante de su casa en Ishinomaki, Atsuko Sakurai intenta resguardarse del viento, pero los edificios que lo protegían fueron barridos por el tsunami del 11 de marzo que causó la muerte de 6.000 personas en esta ciudad de pescadores del noreste de Japón.
Seis semanas después del drama, muchos supervivientes recién han logrado entrar en lo que fueran sus casas para intentar rescatar algo de su vida anterior, sepultada bajo escombros y barro.
"Se van a necesitar diez, o tal vez 20 años para que las cosas vuelvan a la normalidad" en esta ciudad, que contaba con 163.500 habitantes hasta el 11 de marzo, dice Atsuko Sakurai.
"Pero queremos que eso ocurra. Queremos volver a vivir felices", agrega.
Los materiales para la reconstrucción están llegando continuamente a ciudades como Ishinomaki. En las carreteras que vienen de Tokio, se ven numerosos camiones con alimentos, agua o materiales de todo tipo.
Los habitantes también necesitan ayuda para quitar escombros y despejar los terrenos. Las casas que quedaron en pie suelen estar llenas de restos de todo tipo de cosas que trajo el mar el día del tsunami. Un número creciente de voluntarios vienen de todo el archipiélago para ayudar a cumplir con la inmensa tarea.
Los fines de semana viene gente de Tokio a brindar ayuda. Joji Hiratsuka trabaja en un banco de la capital japonesa. Desde hace un mes, viene todos los fines de semana.
"Nuestro equipo de hockey ofreció mandar un camión con equipamiento y yo me ofrecí para conducirlo", cuenta.
"Cuando vi lo que había pasado en el norte, me quedó claro que necesitaban ayuda. Sin embargo, cuando hablaba con la gente que había perdido su casa y, en algunos casos, a los seres queridos, no sentía ningún tipo de derrotismo", añade.
La escuela primaria de Ishinomaki se convirtió en un refugio para quienes se quedaron sin techo. El reloj exterior paró de funcionar a las 15H50 del día del tsunami.
Las tareas pendientes son numerosas y, en muchos casos, complicadas. Por ejemplo, hay que entrar en casas llenas de barro, en las que puede haber hasta peces muertos, y buscar un objeto de valor, como pueden ser las urnas con las cenizas de familiares muertos.
Katsuhiro Suzuki se quedó sin su peluquería y sin la casa en la que vivía su familia desde hacía 89 años. El viejo piano está dado vuelta en lo que era, hace menos de dos meses, la sala de la casa, pero, afortunadamente, todos sus seres queridos sobrevivieron.
"Después del terremoto, no podía encender la televisión. Encontré unas pilas para la radio justo a tiempo para enterarme de que se nos venía encima un tsunami de 10 metros", dice, recordando lo ocurrido el 11 de marzo.
"Mis dos nietos y mi esposa no se querían ir. Pensaban que la ola iba a ser pequeña, pero les grité que había que irse", añade.
Así, lograron refugiarse en una escuela primaria de la zona.
"El ruido no parecía el de una ola, sino el de una máquina que iba haciendo pedazos las casas", cuenta Suzuki.
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