domingo, 9 de octubre de 2011

Teté Marella y Valeria Lerner

MADRE E HIJA EXPONEN JUNTAS POR PRIMERA VEZ. "EL HILITO DE LA VIDA" ESTARÁ ABIERTA AL PÚBLICO HASTA EL 20 DE OCTUBRE EN LA GALERÍA NACIONAL DE BELLAS ARTES
Santo Domingo

Tras casi 15 años de discreta presencia en las galerías dominicanas, una exposición compartida con su hija Valeria Lerner trae de vuelta a Teté Marella, y con ella las formas voluptuosas de sus cuerpos redondos, los pechos y las piernas al aire libre de sus mujeres soñadoras y sus explosiones de color. Valeria, que expone por primera vez en el país, trae estructuras, paisajes urbanos, literatura y música plasmados en lienzo con trazos rectos.

Marella se alegra de no haber influido en la pintura y el estilo de su hija; Valeria se alegra de haber tomado, aunque hace apenas dos años, la decisión de pintar. Es fácil distinguir ambos estilos. En estas dos expositoras, dice Marianne de Tolentino, crítica de arte y directora de la Galería Nacional de Bellas Artes, “el contraste es total en la concepción, la forma y la composición”.

Pero algo las une, algo comparten ambas artistas sin que se hayan puesto de acuerdo: el color. El color del trópico que sedujo a Marella a medida que aceptaba esta media isla como su segunda casa, el color que ve Valeria en el movimiento citadino de Buenos Aires, la ciudad argentina donde reside, y la capital del país donde nació su madre. Y además del color está el “hilito de la vida”, el vínculo genético que le da el título a la exposición y que se va reflejando, de una u otra forma, en las obras que se exhiben hasta el 20 de octubre en el Salón de la Rotonda de la Galería de Bellas Artes.

UNA DESPEDIDA EN BELLAS ARTES
EL PRÓXIMO
miércoles 19 de octubre, a las 7:30 de la noche, Teté Marella y Valeria Lerner ofrecerán un encuentro en la Galería Nacional de Bellas Artes para despedir “El Hilito de la Vida”.

Allí el público tendrá la oportunidad de ver las obras y compartir con las artistas acerca de una exposición en la que, como dice su curador, Gamal Michelén, madre e hija solo coinciden en el genoma heredado "y en una extraordinaria violencia cromática que tiene un referente en los fauves".

‘El hilito de la vida’
Argentina afincada en el país desde 1973, Teté Marella se inició como artista dibujando las caricaturas de una tira cómica que escribía el fenecido Freddy Beras Goico en el suplemento infantil “A la rueda, rueda”, a finales de los 70. A Freddy lo recuerda con especial cariño por toda la ayuda que le ofreció mientras se establecía aquí. La llamaron la caricaturista del país y gracias a este trabajo logró inaugurar su primera exposición local, en Casa de Teatro, con personajes populares dominicanos, políticos y artísticos.

Luego siguieron los dibujos, tan buenos, para los críticos, que uno de ellos mereció el Premio Nacional de Dibujo de la Bienal Nacional de 1979. Para entonces sus trazos ya mostraban ese peculiar estilo que hace que su obra sea reconocida a primera vista.

Marella trabajaba y lo de pintar y dibujar lo hacía por necesidad emocional, dice. Siguieron más exposiciones, las explosiones de color (primero con cierta timidez, luego con mayor intensidad) y las damas gordas, las grandes protagonistas de su arte plástico.

“Dama gorda, dama blanca. Lúdica, altiva, arrogante, esquiva. Dama ancestral de mi memoria afectiva. Desnuda, imponente, vestida, barroca”, la describiría Marella.

Nada de influencias
De sus dos hijos, nacidos aquí, Sebastián prefería la música y Valeria estudió Publicidad, Diseño Gráfico y, a punto de terminar, Psicología. A Valeria nunca le interesó la pintura y le molestaba que insinuaran que debía pintar porque su madre lo hacía. Comenzó a hacerlo en 2009, pues la carrera de Psicología le resultaba tan absorbente que pintar le resultó una catarsis. Por eso y porque un día vio en Buenos Aires un cuadro que le interesó y quiso comprar, pero que le pareció carísimo.

“Me dije ‘eso lo hago yo’ ñrecuerda Valeriañ, pero lo que hice no tenía nada que ver: me salieron franjas de colores y comencé a ponerle elementos”. Todo un éxito. Así inicia Valeria una obra que tiene muchas lecturas, a la que introduce objetos en miniatura (tul, autos, ojitos, madera) y en la que siempre está presente su gato Astor. Ella le llama pintura recursiva porque, como le cuesta dibujar, recurre a los elementos, a las formas urbanas de Buenos Aires y a los colores que percibe en el movimiento de la cosmopolita ciudad.

Otras fuentes de inspiración las encuentra en los libros y en la música. Destacan en la exposición que comparte con su madre, en Bellas Artes, su versión de “Instrucciones para subir una escalera”, de Julio Cortázar, y una partitura compuesta por su hermano Sebastián. Sus pinturas tienen los ángulos que su mamá prefiere ignorar, y eso le agrada a Marella. “Me encanta su trabajo, la admiro; si hubiese tenido una influencia notoria no hubiese expuesto con ella, pero hay armonía entre las dos”, asegura. ¿Será el “Hilito de la vida”, del que nunca podrán desprenderse?

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