Con escasas herramientas, mucho ingenio e impulsados por una gran necesidad de ganarse el sustento de sus respectivas familias, dos grupos integrados por nueve buzos y “chiriperos” llevan ya más de un año extrayendo del fondo del mar Caribe las piezas que pueden desprender al gigantesco armazón del USS Memphis, de la Marina de Estados Unidos.El poderoso buque encalló en la costa de Santo Domingo embestido por una fuerte marejada, el 29 de agosto de 1916, durante la primera invasión militar norteamericana.
“Al principio no sabíamos que era el Memphis, pero ahí abajo queda todo el barco. Hemos sacados unos cuantos yuguillos y tolas”, afirma Wenceslao González (Dichoso), uno de los “pescadores de metales”, como se autodenominan los miembros de los dos grupos que se dedican a esta actividad.
Aunque en la década de 1950 un empresario cubano adquirió los derechos sobre los restos del acorazado para venderlos como chatarras, su armazón permanece sumergido frente al hotel Napolitano, bajo las aguas que reflejan la turbiedad del río Ozama al unirse al mar Caribe.
Los dos grupos de hombres que se dedican a sacar metales pueden obtener beneficios de hasta seis mil pesos por jornada. Venden el kilo de hierro entre nueve y once pesos y la libra de bronce hasta 70 pesos.
Tan sólo protegidos con gafas y sin otro equipo de buceo, tienen la misión -cuando la fuerza de la marea se lo permite- de sumergirse a extraer los pedazos del buque a más de diez pies de profundidad, donde empieza la parte superior del barco.
Aunque el trabajo le resulta arduo, confían en poder extraer del fondo marino la mayor parte de los metales herrumbrados y cubiertos de algas y desperdicios que pertenecieron al buque que fondeó en República Dominicana para mostrar el poderío militar estadounidense.
Cuando empezó sus travesías acuáticas, el Memphis respondía al nombre de Tenesse que, junto al Washington, el North Carolina y el Montana, formaba parte de una flotilla de cuatro cruceros blindados idénticos, cuya construcción fue autorizada por el Congreso de Estados Unidos en 1904.
El buque costó entonces seis millones de dólares. Con un calado de 25 pies, tenía 505 pies de eslora y desplazaba 17 mil toneladas. Cuando encontró su trágico fin, fondeaba a kilómetro y medio de la costa de Santo Domingo, cerca del pequeño cañonero Castine, que logró salir airoso de la intempestiva marejada.
Su capitán, Edward L. Beach, era un veterano marino que en julio de 1915 estuvo en Haití, al mando del buque Washington, con la misión de “pacificar” al vecino país. Allí conoció a Alice Fouché Ricardo, con quien llegó a contraer matrimonio (años después de la muerte de su esposa) y a procrear a Edward L. Beach hijo, conocido como Ned.
Su descendiente siguió sus pasos en la Marina y llegó a ser asesor naval del presidente Dwight Eisenhower. Comandó el Tritón, el primer submarino en dar la vuelta al mundo sumergido, entre el 16 de febrero y el 25 de abril de 1960.
Las travesías de ambos capitanes, padre e hijo, quedaron registradas en varios libros que ambos publicaron. Ned, incluso, contó parte de la historia de su familia al dominicano Roberto Álvarez, quien dejó registrado los encuentros con el oficial que en una ocasión llegó a ser su vecino en Washington, Estados Undidos (Rumbo 240 y 241/7 y 14 de septiembre de 1998).
El hundimiento del Memphis pesó sobre la carrera militar de Edward L. Beach padre, quien fue castigado con la disminución de cinco grados en el escalafón de capitán, por la forma en que operó el barco embestido por la marejada que lo hizo encallar, con un saldo de 43 tripulantes muertos y más de 200 heridos.l
“Al principio no sabíamos que era el Memphis, pero ahí abajo queda todo el barco. Hemos sacados unos cuantos yuguillos y tolas”, afirma Wenceslao González (Dichoso), uno de los “pescadores de metales”, como se autodenominan los miembros de los dos grupos que se dedican a esta actividad.
Aunque en la década de 1950 un empresario cubano adquirió los derechos sobre los restos del acorazado para venderlos como chatarras, su armazón permanece sumergido frente al hotel Napolitano, bajo las aguas que reflejan la turbiedad del río Ozama al unirse al mar Caribe.
Los dos grupos de hombres que se dedican a sacar metales pueden obtener beneficios de hasta seis mil pesos por jornada. Venden el kilo de hierro entre nueve y once pesos y la libra de bronce hasta 70 pesos.
Tan sólo protegidos con gafas y sin otro equipo de buceo, tienen la misión -cuando la fuerza de la marea se lo permite- de sumergirse a extraer los pedazos del buque a más de diez pies de profundidad, donde empieza la parte superior del barco.
Aunque el trabajo le resulta arduo, confían en poder extraer del fondo marino la mayor parte de los metales herrumbrados y cubiertos de algas y desperdicios que pertenecieron al buque que fondeó en República Dominicana para mostrar el poderío militar estadounidense.
Cuando empezó sus travesías acuáticas, el Memphis respondía al nombre de Tenesse que, junto al Washington, el North Carolina y el Montana, formaba parte de una flotilla de cuatro cruceros blindados idénticos, cuya construcción fue autorizada por el Congreso de Estados Unidos en 1904.
El buque costó entonces seis millones de dólares. Con un calado de 25 pies, tenía 505 pies de eslora y desplazaba 17 mil toneladas. Cuando encontró su trágico fin, fondeaba a kilómetro y medio de la costa de Santo Domingo, cerca del pequeño cañonero Castine, que logró salir airoso de la intempestiva marejada.
Su capitán, Edward L. Beach, era un veterano marino que en julio de 1915 estuvo en Haití, al mando del buque Washington, con la misión de “pacificar” al vecino país. Allí conoció a Alice Fouché Ricardo, con quien llegó a contraer matrimonio (años después de la muerte de su esposa) y a procrear a Edward L. Beach hijo, conocido como Ned.
Su descendiente siguió sus pasos en la Marina y llegó a ser asesor naval del presidente Dwight Eisenhower. Comandó el Tritón, el primer submarino en dar la vuelta al mundo sumergido, entre el 16 de febrero y el 25 de abril de 1960.
Las travesías de ambos capitanes, padre e hijo, quedaron registradas en varios libros que ambos publicaron. Ned, incluso, contó parte de la historia de su familia al dominicano Roberto Álvarez, quien dejó registrado los encuentros con el oficial que en una ocasión llegó a ser su vecino en Washington, Estados Undidos (Rumbo 240 y 241/7 y 14 de septiembre de 1998).
El hundimiento del Memphis pesó sobre la carrera militar de Edward L. Beach padre, quien fue castigado con la disminución de cinco grados en el escalafón de capitán, por la forma en que operó el barco embestido por la marejada que lo hizo encallar, con un saldo de 43 tripulantes muertos y más de 200 heridos.l
Huesos debajo del agua
Los “buceadores” de metales se sorprenden a veces cuando las piezas que extraen tienen adheridos huesos humanos. Piensan que pudieron pertenecer a algunos de los fallecidos en el naufragio.
Aseguran que Medio Ambiente no se mete con su trabajo. En ese Ministerio informaron que sólo intervienen cuando los buscadores de metales afectan corales. Pero en el caso del litoral del Malecón, todavía sus inspectores no se presentan a investigar, según cuentan los “desguazadores” del Memphis.
Los equipos sólo se quejan de los agentes de la Policía que los asedian. “Estoy cansado ya de sobornar a los policías… ellos vienen y entonces uno les da 300 pesos… depende de la presión y con qué rango vengan”, dice el buzo Jhoan Manuel Tejada.
Aseguran que Medio Ambiente no se mete con su trabajo. En ese Ministerio informaron que sólo intervienen cuando los buscadores de metales afectan corales. Pero en el caso del litoral del Malecón, todavía sus inspectores no se presentan a investigar, según cuentan los “desguazadores” del Memphis.
Los equipos sólo se quejan de los agentes de la Policía que los asedian. “Estoy cansado ya de sobornar a los policías… ellos vienen y entonces uno les da 300 pesos… depende de la presión y con qué rango vengan”, dice el buzo Jhoan Manuel Tejada.
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