Uno por uno fueron llegando. El desayuno aguardaba por ellos y también el anfitrión Roberto Weill. Tras los “Buenos días” o “Good morning” vinieron los apretones de manos y abrazos sinceros.
Primero un café y entre sorbo y sorbo comenzó la amena conversación en la “Peña de los Inmortales” auspiciada por la Editora LISTIN DIARIO.
Luego vino el mangú, huevo “revoltiao”, salchichas, tocineta, jamón, frutas y jugos, así como panes y bizcocho para variar. La tertulia iba tomando cuerpo.
Tiant tiene tres puros en uno de los bolsillos de la camisa que esperaban por él, pero es muy temprano todavía, el legendario lanzador cubano que brilló más en Boston que en cualquier otro lado, y Felipe Alou, llevaron la voz cantante.
Ambos son amenos, tienen mucho que contar y apelan al inagotable baúl de los recuersos que poseen.
El béisbol del ayer, obviamente, ocupó el primer plano, pero Tiant hacer un paréntesis para criticar las tantas reverencias que hacen los peloteros hoy en día cuando hacen algo.
Tiant los imita poniendo los dedos índice hacia arriba junto con la mirada.
Duelos con Oliva “A Tony Oliva yo le tiraba adentro...adentro todo el tiempo”, explicaba Luis Tiant sobre la estrategia que utilizaba para dominar a otro cubano que hoy será exaltado al Pabellón de la Fama del Béisbol Latino.
Oliva reía mientras le escuchaba. “Si el juego era en Boston íbamos a cenar a mi casa, pero si era en Minnesota cenábamos en la suya”.
Rememora que cuando éste fino bateador se le quejaba porque se había ido de 4-0, lo consolaba diciéndole “pero chico es mejor que te domine yo, un paisano tuyo a que lo haga un americano”. Felipe interviene y habla sobre lo difícil que son los bateadores que se paran bien cerca del plato. “a mi me dijo Juan Marichal, mi compadre, que lo más difícil era hacerle out a un hombre que se pare cerca del home porque la zona de strike se pone chiquitica, diferente a los que batean afuera que te dejan una zona bien amplia”.
“El Panqué” puso de ejemplo a Oreste --Minnie-- Miñoso, que estaba en la mesa de al lado, y a Frank Robinson, de quien resaltó además que era un gran jardinero con mucho poder y un brazo promedio.
-El batazo más grande que me pegaron a mí me lo dio Robinson en Baltimore a un recta en sinker-, agrega Tiant. “Eso fue una línea, !coooñooo!, parecía un jet”.
La conversación se interrumpe. Llega Tom Lasorda, un gran contertulio también que no pasa inadvertido. Siempre está contento.
Debajo de la manga saca una foto autografiada y se la regala a Miguel Franjul, que ocupa asiente al lado de Felipe.
El locuaz ex-manager de los Dodgers, inmortal de Cooperstown y gran amigo de los dominicanos, le pone una sólo condición al director de LISTIN DIARIO: “No la ponga en un cuadro barato” y todos establlan en risa.
Rafael Ávila, que se había mantenido callado, reacciona: “Esa foto es buena para meterle miedo a los niños cuando no se quieran comer la comida”.
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EL BIGOTE
Aún hoy, ni Felipe ni Tiant entran en la onda de que el bigote no se usa. Imagínense en sus años mozos. “El Panqué” relató que cuando fue transferido de Oakland a los Yankees en 1971 se chocó con la política de que en el popular conjunto hay que estar afeitado al ras.
EL BIGOTE
Aún hoy, ni Felipe ni Tiant entran en la onda de que el bigote no se usa. Imagínense en sus años mozos. “El Panqué” relató que cuando fue transferido de Oakland a los Yankees en 1971 se chocó con la política de que en el popular conjunto hay que estar afeitado al ras.
“Como se trataba del primer día, el dirigente Ralp Houk, me dejó que jugara con bigote”, relata. Como Alou se resistía, al día siguiente, para su segundo juego con los Mulos del Bronx, se presentó con sus bigotes, entonces negros y más copiosos que ahora.
Houk se le acercó y lo elogió por el buen juego que tuvo, pero le recordó que las reglas son las reglas. “Pues mire, yo estoy pensando seriamente retirarme y regresar a mi país”, sorprendió Felipe al responderle a Houk “con su voz serena y clara”.
La reacción provocó que los Yankees flexibilizaran y en un abrir y cerrar de ojos otros jugadores del club comenzaron a lucirlos también.
Tiant vivió una experiencia similar en 1979 cuando fue canjeado a Cincinnati.
“Pero eso es lo que me identifica a mí”, argumentó sin suerte. Ben Oglivie --un fino bateador panameño que se paraba feo, pero la mandaba lejos-- era todo oído.
Como en principio se hablaba sólo en español, Pat Guillick miraba atento los rostros de los interlocutores como queriendo adivinar de que hablaban y porqué reían.
Rafael Ávila sólo intervinco cuando sobre la mesa se puso el tema del béisbol en tiempos de dictaduras. Puso ejemplos de la experiencia cubana.
Lou Meléndez también tuvo un papel meramente contemplativo. Sólo a veces hizo algunas preguntas.
Bernie Williams, que estaba en una mesa contigua se acerca para escuchar las vivencias de esos grandes hombres de béisbol.
Más tarde llegan, Pedro Guerrero y Mariano Duncan. Saludan con afectos y van a la mesa donde estaban Manny Trillo, Tony Fernandez y algunos invitados.
Los temas transcurrían uno tras otro sin que mermara la atención de los comensales. Felipe habla del día de su boda, en 1959, y de la gran ayuda que recibió de Marichal, su compadre tres veces y gran compañero en la organización de los Gigantes de San Francisco.
Manifiesta que el “Monstruo de Laguna Verde” se pasó todo el día ayudándole en los preparativos de la actividad para que todo quedara bien y fue capaz, en la noche, de lanzar nueve entradas.
“Y ahora tu vez a los pitchers que no quieren tirar más de cinco entradas”.
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