Multitudes se aglutinaban para comprar alimentos y para observar presentaciones en vivo
Así lucían los Stands de Librerías
Así lucían las cafeterías
Niños jugando y saltando. Jóvenes paseando. Estudiantes comiendo, andando y gritando, algunos, palabras que no se pueden escribir, por la intensidad de su significado; así lucía la XV entrega de la Feria Internacional del Libro en las primeras horas de la tarde de ayer.
Mientras multitudes se aglutinaban para comprar alimentos y para observar presentaciones en vivo con mujeres semi-desnudas bailando un prosaico tema musical llamado ‘Teke-Teke’; los stands, pabellones culturales y plazas educativas parecían un desierto, solitario y poco atractivo.
Pasados los 30 minutos de andar por el extenso lugar, pude notar la falta de libros en las manos de personas que cruzaban por mi lado, pero a falta de “aburridos libros”, ostentaban pizzas, refrescos, vejigas y claro, catálogos y brochures que se ofrecen gratuitamente. (Algunos lo tomaban para limpiarse las manos de los restos de comida que quedaban en ellas).
Al pasar por el pabellón del Ministerio de Cultura, conversé con uno de los facilitadores de información, quién confesó que sólo el 10% visita el stand porque le gusta o se interesa por el mismo.
Las demás personas que entraban al local eran estudiantes y lo hacían sólo porque un profesor le asignó una tarea.
La misma historia fue contada en el pabellón de Centroamérica, “a la Feria vienen más por la comida”, decían desde allí.
De igual manera, me dirigí a casetas que ofrecen obras literarias y también se hacía obvio a la vista de mis ojos y de todo el que no es ciego, la falta de personas.
“La venta de libros, comparándola con el año pasado, está más lenta, no ha superado nuestras expectativas. Sólo el 30% de quienes visitan compran libros”, contó Gabriel Lantigua en las afueras del stand que atiende.
Sin embargo, los puestos donde venden ‘cómics’, ‘paquitos’, ‘mata-tiempos’, ‘libros de chistes’, entre otros, no lucían muy visitados que digamos, para como muchos dicen que “la gente va a comprar este tipo de materiales escritos a la Feria…”
Me acerqué a algunos vendedores y estos expusieron que, hasta el momento, la venta ha estado ‘floja’ y que entre el 30 y el 50 por ciento de quienes visitan se llevan mata-tiempos y textos de esta índole.
El propietario de JJ Comics, indicó que el 30% de quienes van, compra; -“Vine de España a la Feria a ver qué tal me iba, pero los comics no han tenido buena venta, creo que la lluvia ha afectado” señaló Juan José, incumbente del lugar.
Entonces, ¿Quién está acaparando la atención económica de la Feria?
Al hacerme esa pregunta, cual si necesitase la ayuda del Chapulín Colorado, emprendí mi caminata por los amplios, espaciosos y faltos de personas, pasillos de las librerías…
Llegando al área de las cafeterías, los espacios eran tan estrechos que había que pedir permiso para poder cruzar, y la pregunta se respondió.
Anduve por los puestos de comida y allí todos, pero todos, los que atendían los puestos calificaban entre muy buena y excelente, la venta de comida rápida.
Tanto las casetas de expendio de pizzas como las de helados coincidían en que el 75% de los clientes eran estudiantes. Indicaron que en horas de la tarde se vende más y que en el fin de semana las “horas pico de venta”, se extienden el día entero.
Me dispuse a salir del campus que abarca la “Feria del Libro” y me topé con una larga fila en la estación del Metro de Santo Domingo, la cual se encuentra dentro del Plaza del la Cultura, en las afueras del Teatro Nacional.
Un incontable número de estudiantes esperaba que la fila avanzara para entrar a la estación Casandra Damirón y conversé con algunos de ellos, que venían de Cotuí, Bonao y otros municipios de provincias del país.
Me pareció curioso el esfuerzo que tuvieron que hacer estos jóvenes para llegar a la mencionada Feria…Iban a Villa Mella y allá tomarían un autobús que los llevaría a su destino.
Algunos de ellos dijeron haberles gustado la exposición de Libros, pero al preguntárseles sobre su compra de materiales de lectura, sacaban de sus bultos y mochilas, la mayoría, libros de “chistes y piropos”.
Un viaje largo y un aprendizaje corto...
Esa es la triste realidad de la Feria Internacional del Libro, que se celebra cada año en Santo Domingo.
Mientras multitudes se aglutinaban para comprar alimentos y para observar presentaciones en vivo con mujeres semi-desnudas bailando un prosaico tema musical llamado ‘Teke-Teke’; los stands, pabellones culturales y plazas educativas parecían un desierto, solitario y poco atractivo.
Pasados los 30 minutos de andar por el extenso lugar, pude notar la falta de libros en las manos de personas que cruzaban por mi lado, pero a falta de “aburridos libros”, ostentaban pizzas, refrescos, vejigas y claro, catálogos y brochures que se ofrecen gratuitamente. (Algunos lo tomaban para limpiarse las manos de los restos de comida que quedaban en ellas).
Al pasar por el pabellón del Ministerio de Cultura, conversé con uno de los facilitadores de información, quién confesó que sólo el 10% visita el stand porque le gusta o se interesa por el mismo.
Las demás personas que entraban al local eran estudiantes y lo hacían sólo porque un profesor le asignó una tarea.
La misma historia fue contada en el pabellón de Centroamérica, “a la Feria vienen más por la comida”, decían desde allí.
De igual manera, me dirigí a casetas que ofrecen obras literarias y también se hacía obvio a la vista de mis ojos y de todo el que no es ciego, la falta de personas.
“La venta de libros, comparándola con el año pasado, está más lenta, no ha superado nuestras expectativas. Sólo el 30% de quienes visitan compran libros”, contó Gabriel Lantigua en las afueras del stand que atiende.
Sin embargo, los puestos donde venden ‘cómics’, ‘paquitos’, ‘mata-tiempos’, ‘libros de chistes’, entre otros, no lucían muy visitados que digamos, para como muchos dicen que “la gente va a comprar este tipo de materiales escritos a la Feria…”
Me acerqué a algunos vendedores y estos expusieron que, hasta el momento, la venta ha estado ‘floja’ y que entre el 30 y el 50 por ciento de quienes visitan se llevan mata-tiempos y textos de esta índole.
El propietario de JJ Comics, indicó que el 30% de quienes van, compra; -“Vine de España a la Feria a ver qué tal me iba, pero los comics no han tenido buena venta, creo que la lluvia ha afectado” señaló Juan José, incumbente del lugar.
Entonces, ¿Quién está acaparando la atención económica de la Feria?
Al hacerme esa pregunta, cual si necesitase la ayuda del Chapulín Colorado, emprendí mi caminata por los amplios, espaciosos y faltos de personas, pasillos de las librerías…
Llegando al área de las cafeterías, los espacios eran tan estrechos que había que pedir permiso para poder cruzar, y la pregunta se respondió.
Anduve por los puestos de comida y allí todos, pero todos, los que atendían los puestos calificaban entre muy buena y excelente, la venta de comida rápida.
Tanto las casetas de expendio de pizzas como las de helados coincidían en que el 75% de los clientes eran estudiantes. Indicaron que en horas de la tarde se vende más y que en el fin de semana las “horas pico de venta”, se extienden el día entero.
Me dispuse a salir del campus que abarca la “Feria del Libro” y me topé con una larga fila en la estación del Metro de Santo Domingo, la cual se encuentra dentro del Plaza del la Cultura, en las afueras del Teatro Nacional.
Un incontable número de estudiantes esperaba que la fila avanzara para entrar a la estación Casandra Damirón y conversé con algunos de ellos, que venían de Cotuí, Bonao y otros municipios de provincias del país.
Me pareció curioso el esfuerzo que tuvieron que hacer estos jóvenes para llegar a la mencionada Feria…Iban a Villa Mella y allá tomarían un autobús que los llevaría a su destino.
Algunos de ellos dijeron haberles gustado la exposición de Libros, pero al preguntárseles sobre su compra de materiales de lectura, sacaban de sus bultos y mochilas, la mayoría, libros de “chistes y piropos”.
Un viaje largo y un aprendizaje corto...
Esa es la triste realidad de la Feria Internacional del Libro, que se celebra cada año en Santo Domingo.
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