viernes, 2 de noviembre de 2012

Día de muertos trae recuerdos de desaparecidos


, (AP).- María Elena Salazar se niega a colocar platillos con la comida favorita de su hijo y ofertas de flores naranja para el Día de los Muertos, aunque lleva tres años y medio sin saber de él. Esta antigua maestra, de 50 años, está convencida de que Hugo González Salazar, graduado universitario en Mercadotecnia que trabajaba para una compañía telefónica, todavía está vivo y lo obligan a trabajar para un cartel del narco debido a sus conocimientos.
"El gobierno, las autoridades, ellos lo saben, (que las pandillas) se lo llevaron (para usarlo) como trabajo forzado", dijo Salazar de su hijo de 24 años, que desapareció en la ciudad norteña de Torreón en julio de 2009.
El Día de los Muertos, cuando por tradición los mexicanos visitan la tumba de sus familiares fallecidos y les dejan ofertas de flores, alimentos y calaveras de azúcar, constituye un momento difícil para las familias de miles de mexicanos que han desaparecido en medio de una ola de violencia alimentada por el tráfico de drogas.
Con lo que los activistas califican de una mezcla de negación, esperanza y desesperación, muchos se niegan a dedicar altares durante las festividades del 1 y 2 de noviembre a las personas que llevan años sin que se conozca su rastro. Sólo se limitan a aceptar la prueba de muerte más contundente y, a veces, incluso la rechazan.
No hay cifras exactas de cuántas personas han desaparecido en años recientes en México. La Comisión Nacional de Derechos Humanos dice que se ha denunciado la desaparición de 24.000 personas entre 2000 y mediados de 2012, y que casi 16.000 cadáveres siguen sin identificarse.
Pero una cosa sí está clara: de la misma manera que hay casas donde no se colocan alteres el Día de los Muertos, en todo el país hay miles de fosas con restos mortales no identificados, sin nadie que los recuerde. Una investigación realizada por el diario Milenio, publicada esta semana, que abarcó a cientos de solicitudes de información a los gobiernos estatales y municipales, indica que 24.102 cadáveres no identificados se han enterrado en fosas comunes en los cementerios mexicanos desde 2006.
Es casi seguro que la cifra no sea exacta porque algunos gobiernos locales se niegan a ofrecer cifras, precisó Milenio. Y aunque algunos de los restos no identificados probablemente sean de indigentes, inmigrantes centroamericanos o muertos no vinculados con la guerra de las drogas, está claro que las ciudades más afectadas por el conflicto del narco mostraron un alza directamente vinculada con el número de cadáveres no identificados.
Por ejemplo, la Ciudad de México, que se ha librado relativamente de la violencia de las drogas, reportó aproximadamente una tercera parte de los entierros de personas no identificadas que la ciudad de Veracruz, a pesar de que la población de la capital mexicana es 15 veces mayor.
Consuelo Morales, quien trabaja con decenas de familias de desaparecidos en la ciudad norteña de Monterrey, dijo que "en fechas como estas, así como en los cumpleaños y fechas familiares que tocan de cerca nuestra cultura, se remueven mucho las cosas" para las familias.
Pero muchos se niegan a aceptar la muerte de sus seres queridos, algunas veces incluso después que pruebas de ADN confirman la relación con los restos. "Te dicen: `No voy a poner un altar porque no están muertos’ ", dijo Martínez.
"Piensan que hasta que `hasta que me prueben que mi hijo está muerto, está vivo’ ". Martínez dice que una familia con la que trabaja en Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, se negó a aceptar que su hijo estaba muerto, incluso después de tres pruebas de ADN y la exhumación de los restos. "Era su hijo, era muy joven, y lo habían quemado vivo", dijo Martínez a modo de explicación.
La negativa de aceptar lo que parece inevitable puede ser muestra de desesperación. Martínez dijo que algunas de Monterrey también creen que los carteles mantienen a sus familiares virtualmente como esclavos, aunque los fiscales federales afirman que nunca han descubierto ningún campamento de trabajos forzados de los carteles del narco en los seis años transcurridos desde que México lanzó la ofensiva contra el narcotráfico.
Pero muchos como Salar creen que sí es verdad. "La delincuencia es una empresa que no puede solicitar empleados abiertamente, así que se los tienen que a la fuerza", dijo Salazar. Y aunque ella se niega a poner ofrendas a su hijo, sí realiza otros rituales que son un reflejo de las costumbres del Día de los Muertos, como regar pétalos de flores a la puerta de las casas para guiar el espíritu de los fallecidos de vuelta a casa una vez al año.
Salazar y su familia todavía viven en la misma casa de Torreón, aunque les gustaría mudarse, con la esperanza de que Hugo regrese al lugar. Y rezan tres veces al día para que Dios lo guíe de regreso al hogar. "Vivimos en el mismo lugar y tratamos de hacer las mismas cosas que antes", dijo Salazar, "porque él va a regresar aquí, su casa, y vamos a estar esperándolo". Pero la desconfianza en las autoridades ha aumentado a tal punto que algunas familias quizás nunca reciban una respuesta que estén dispuestas a aceptar.
El problema es que, debido a que los procedimientos periciales con frecuencia son deficientes en las fuerzas policiales mexicanas, es posible que nunca se logre establecer una relación con los vivos, que es precisamente el alma de las tradiciones mexicanas. "Mientras las autoridades no prueben lo contrario, para nosotros están vivos", dijo Salazar.
"Que nos demuestren lo contrario, pero que tengamos una certeza, no nada más que las autoridades nos digan `aquí está’. No queremos que el gobierno nos entregue personas que no son, y es algo que ha pasado".

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