La exhumación de los restos que se cree son del coronel Caamaño recrea interrogantes con más de 40 años sin respuestas, y rememora la jornada épica del guerrillero Ernesto-Che-Guevara, ambos atrapados vivos, heridos levemente, y fusilados sumariamente horas después por tropas regulares que recibieron órdenes emanadas de la jerarquía política.
Ambas muertes, ocurridas con un intervalo de poco menos de seis años en La Higuera, Valle Grande, Bolivia, y Nizaíto, San José de Ocoa, República Dominicana, presentan características sorprendentemente similares.
El Che fue fusilado 10 horas después de su arresto el 9 de octubre de 1967, con leve herida en una mano y en una pierna; Caamaño-- Román para sus compañeros-- fue ejecutado el 16 de febrero de 1973 a las seis horas de su detención, levemente herido en el muslo derecho.
En sus últimas palabras, el Che pronunció algunas frases para despedirse de Fidel, de su esposa, y de la Revolución:
“Sabía que me iban a matar... No debieron cogerme vivo... Díganle a Fidel que este fracaso no significa el final de la Revolución... que triunfará en otra parte. Díganle a Aleyda que olvide todo esto y se vuelva a casar y que sea feliz... Que se ocupe de que los niños sigan estudiando... ¡Y los soldados que apunten bien!”
Francis Caamaño se despidió de su pueblo con una valiente expresión de rabia y patriotismo:
“¡Que viva la República Dominicana, coño!”
Tras la muerte del Che, las Fuerzas Armadas Bolivianas emitieron un comunicado de dos líneas confirmando que el líder revolucionario “había caído en combate”. A propósito de la muerte de Caamaño, las Fuerzas Armadas dominicanas también emitieron un comunicado de dos líneas diciendo que el héroe de Abril “había caído en combate”.
Cualquiera habría dicho, haciendo una ligera comparación, que ambos comunicados los escribió la misma persona.
Ironías del destino...
Varios de los que participaron en la muerte del Che en 1967 murieron violentamente, como si se tratase de un designio definido por los creyentes en santería como “la maldición de Fidel”. El líder cubano había predicho que los asesinos de su compañero de Guerrilla tendrían un destino fatal.
Varios de los que participaron en la muerte del Che en 1967 murieron violentamente, como si se tratase de un designio definido por los creyentes en santería como “la maldición de Fidel”. El líder cubano había predicho que los asesinos de su compañero de Guerrilla tendrían un destino fatal.
El primero en morir fue el propio Presidente de Bolivia, general René Barrientos Ortuño, apenas 17 meses después de ordenar fusilar al Che. El helicóptero en que viajaba se precipitó sobre la Cordillera de Los Andes y su cuerpo se hizo pedazos. Nunca se explicó el origen del fatal accidente. Murieron todos los ocupantes del aparato.
Le siguió el jefe de los servicios de inteligencia de Bolivia, general Roberto Quintanilla Pereira, quien de forma sádica segó personalmente ambas manos a Guevara a la altura de las muñecas. Fue ejecutado de tres disparos por una deslumbrante mujer --periodista y guerrillera ella-- mientras se desempeñaba como cónsul general en Hamburgo, Alemania, donde fue enviado por su gobierno “para protegerlo de todo mal...”.
Luego, el hombre que le descerrajó siete tiros al Che casi a quemarropa, después de embriagarse “para que Dios le diera valor”, primer teniente del Ejército Mario Terán, fue ejecutado en plena calle de La Paz convertido en un guiñapo humano, alcoholizado y contando su “hazaña” por centavos para saciar sus vicios, casi 40 años después de los sucesos de La Higuera.
El general Gary Prado Salmón, que estaba al mando de la columna militar que combatió con las guerrillas del Che y que lo hizo preso y lo interrogó en tres ocasiones durante las 10 horas que estuvo detenido, es hoy un anciano parapléjico desde hace años, en sillas de ruedas y con poca gente que vele por él.
Prado Salmón dice que el gobierno socialista de Evo Morales lo asedia aún en su situación por haber hecho preso a Guevara. Se desvincula de su muerte señalando que al salir en la mañana del 9 de octubre del ‘67 a perseguir a los remantes de la guerrilla, dejó al prisionero encerrado en la escuela, y que al regresar, horas después, lo encontró muerto.
Y como los muertos no hablan, dice que la orden para fusilar a Guevara la impartió el mismísimo Presidente René Barrientos Ortuño, un militar de fuerte arraigo popular a quien se le atribuía ascendiente en el campo por haber propiciado la Reforma Agraria.
Su muerte misteriosa, hace 44 años, no ha sido despejada aún. El helicóptero en que se desplazaba sobre la selva boliviana se precipitó violentamente el 29 de abril de 1969 en la comunidad de La Quebrada de Arque, en la Cordillera de Los Andes.
El general Quintanilla
El general Roberto Quintanilla Pereira era coronel en octubre de 1967, y había sobresalido “por sus condiciones excepcionales” en la inteligencia de Bolivia, en el auge de la guerra fría. Cuando llegó la noticia a La Paz de que Ernesto Guevara de la Cerda, el legendario guerrillero argentino-cubano había caído en manos del Ejército, tomó de inmediato un helicóptero “con órdenes precisas” de confirmar tan valiosa información.
El general Roberto Quintanilla Pereira era coronel en octubre de 1967, y había sobresalido “por sus condiciones excepcionales” en la inteligencia de Bolivia, en el auge de la guerra fría. Cuando llegó la noticia a La Paz de que Ernesto Guevara de la Cerda, el legendario guerrillero argentino-cubano había caído en manos del Ejército, tomó de inmediato un helicóptero “con órdenes precisas” de confirmar tan valiosa información.
A primera hora de la mañana de ese 9 de octubre ya estaba en La Higuera frente al cadáver del hombre a quien él mismo había ordenado fusilar... “Lo que quiero encontrar es el cadáver... No lo quiero vivo”, fueron las órdenes que transmitió y que previamente había recibido del presidente Barrientos.
Y en efecto, al llegar encontró el cadáver ya tieso del legendario Che Guevara tendido sobre una litera... Tras la confirmación, las huellas dactilares de los dedos, las manos, los pies... de todo el cuerpo, Quintanilla mandó “vaciar un colín” y de un solo tajo cortó la mano izquierda del Che. Acto seguido, hizo lo propio con la mano derecha, ambas a la altura superior de los nudillos de la muñeca.
Él mismo envolvió ambas manos en una tela plástica y dispuso que el cadáver fuese sepultado en una fosa común, junto a dos compañeros bolivianos del Che caídos en combate la noche antes, y partió raudo para la capital boliviana a mostrar tan macabro trofeo al presidente Barrientos, al embajador americano, a los oficiales de la CIA...
Hasta el momento se ignora el destino de las manos del Che. Pero nadie jamás ha desmentido la versión de que horas después viajaron congeladas a Washington.
El ángel de la muerte
Quintanilla cobró fama por la forma dramática y mentirosa en que contó la muerte del Che. Declaró a la prensa que el cadáver había sido incinerado y sus cenizas lanzadas desde el aire sobre la cordillera andina... (Lo mismo que se dijo aquí del cadáver de Caamaño).
Quintanilla cobró fama por la forma dramática y mentirosa en que contó la muerte del Che. Declaró a la prensa que el cadáver había sido incinerado y sus cenizas lanzadas desde el aire sobre la cordillera andina... (Lo mismo que se dijo aquí del cadáver de Caamaño).
Por su “hazaña” fue ascendido a general... Pero su vida estuvo siempre en peligro... Para protegerlo, tras la muerte de Barrientos, el gobierno lo designó cónsul general de Bolivia en Hamburgo, Alemania.
De paso, haría fortuna porque en la época la factura consular era bastante retributiva en el puerto de mayor movilidad de carga del mundo.
El 28 de marzo de 1971, menos de cinco años después de la muerte del Che, la secretaria del cónsul recibió una solicitud de cita de una ciudadana alemana interesada en viajar a Bolivia por asuntos de negocios... Se identificó como Imilia Süaggerzider. La cita se le concedió para el 1 de abril, tres días después.
La joven de notable belleza llegó a la hora convenida, pasó al antedespacho del cónsul y aguardó apenas unos minutos... Quintanilla salió muy galante, como solía serlo frente a una mujer bella, y cuando iba a extenderle la mano ella sacó de su bolso una Colt 45 y le metió tres tiros en el pecho, casi a quemarropa, mientras le decía: “Esto en nombre del Che...”. Lo mató en el acto.
Sin pérdida de tiempo, lanzó cartera y peluca y salió apresurada del Consulado.
Nunca se supo de ella, sino hasta dos años después cuando en marzo de 1973 se informó de la muerte en combate, en un suburbio de La Paz, de una bella guerrillera identificada como Monika Ertl, de nacionalidad alemana pero criada en Bolivia, hija de un cineasta, como ella, admirador de Hitler y exiliado en Sudamérica tras la Segunda Guerra.
Monika había casado con un empresario multimillonario también de origen alemán a quien abandonó cautivada por la historia del Che.
Adoptó el nombre de “Imilia” y recorrió 22 mil kilómetros, con los auspicios de la guerrilla urbana, para vengar la muerte de Ernesto Guevara...
Fue sepultada en el cementerio municipal de La Paz, pero poco después los guerrilleros exhumaron secretamente su cadáver y hasta el día de hoy se ignora dónde descansan sus restos. Se la considera una heroína de la izquierda revolucionaria.
(+)
LOS HECHOS EN EL CASO DE CAAMAÑO
¡Y aquí... Caamaño! El coronel Caamaño cayó prisionero de sus ex-compañeros militares temprano en la mañana del 16 de febrero de 1973. Las tropas le habían tendido una emboscada en Nizaíto, próximo a la carretera entre Constanza y San José de Ocoa.
LOS HECHOS EN EL CASO DE CAAMAÑO
¡Y aquí... Caamaño! El coronel Caamaño cayó prisionero de sus ex-compañeros militares temprano en la mañana del 16 de febrero de 1973. Las tropas le habían tendido una emboscada en Nizaíto, próximo a la carretera entre Constanza y San José de Ocoa.
Junto a él cayeron Eberto Lalane José, segundo al mando en la guerrilla, y Pérez Vargas. Román terminó levemente herido en el muslo izquierdo y estuvo todo el tiempo consciente, habló con los jefes militares, a quienes conocía desde muchacho y, como el Che, jamás dudó que sería fusilado.
“Salgamos de esto de una vez, Milo... Tú y yo sabemos que no saldré vivo de aquí...”, cuentan testigos que le dijo en algún momento a quien era entonces secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez Reyes, a quien sus amigos y familiares llaman por el apodo de “Milo”.
En las primeras horas de la tarde de ese 16 de febrero comenzó a circular el rumor de que Caamaño había muerto en combate. En ese momento, la muerte del líder guerrillero no se había producido, y el alto mando militar esperaba orden de la superioridad. Serían las 3:00 de la tarde cuando Caamaño fue fusilado, dicen los testigos.
La ejecución estuvo a cargo de un general, ya fallecido, que dirigía las operaciones antiguerrilleras.
Temprano en la mañana del 17 de febrero, el Presidente Joaquín Balaguer dio instrucciones para que el cadáver del líder guerrillero fuese “retratado muy bien, para que a nadie quede duda”. El propio Milo Jiménez envió por carretera al fotógrafo Antonio García Valoy al sitio donde estaba el cadáver de Caamaño en Nizaíto. Son esas las únicas fotos que se conocen del cadáver del líder guerrillero.
Ese mismo día las Fuerzas Armadas, en su comunicado para informar sobre la muerte de Caamaño, dijeron que su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en la Cordillera Central.
Exactamente lo mismo que dijeron los militares bolivianos que hicieron con el cadáver del Che... ¡En ambos casos, mentira!
A Caamaño quisieron quemarlo, pero lo impidió la humedad de esa mañana lluviosa... La naturaleza no quiso que su cuerpo quedara vuelto cenizas...
Los restos del Che los recuperaron veintitantos años después... ¡Parece que los de Caamaño también! ¿Muchas coincidencias?.César Medina
La exhumación de los restos que se cree son del coronel Caamaño recrea interrogantes con más de 40 años sin respuestas, y rememora la jornada épica del guerrillero Ernesto-Che-Guevara, ambos atrapados vivos, heridos levemente, y fusilados sumariamente horas después por tropas regulares que recibieron órdenes emanadas de la jerarquía política.
Ambas muertes, ocurridas con un intervalo de poco menos de seis años en La Higuera, Valle Grande, Bolivia, y Nizaíto, San José de Ocoa, República Dominicana, presentan características sorprendentemente similares.
El Che fue fusilado 10 horas después de su arresto el 9 de octubre de 1967, con leve herida en una mano y en una pierna; Caamaño-- Román para sus compañeros-- fue ejecutado el 16 de febrero de 1973 a las seis horas de su detención, levemente herido en el muslo derecho.
En sus últimas palabras, el Che pronunció algunas frases para despedirse de Fidel, de su esposa, y de la Revolución:
“Sabía que me iban a matar... No debieron cogerme vivo... Díganle a Fidel que este fracaso no significa el final de la Revolución... que triunfará en otra parte. Díganle a Aleyda que olvide todo esto y se vuelva a casar y que sea feliz... Que se ocupe de que los niños sigan estudiando... ¡Y los soldados que apunten bien!”
Francis Caamaño se despidió de su pueblo con una valiente expresión de rabia y patriotismo:
“¡Que viva la República Dominicana, coño!”
Tras la muerte del Che, las Fuerzas Armadas Bolivianas emitieron un comunicado de dos líneas confirmando que el líder revolucionario “había caído en combate”. A propósito de la muerte de Caamaño, las Fuerzas Armadas dominicanas también emitieron un comunicado de dos líneas diciendo que el héroe de Abril “había caído en combate”.
Cualquiera habría dicho, haciendo una ligera comparación, que ambos comunicados los escribió la misma persona.
Ironías del destino...
Varios de los que participaron en la muerte del Che en 1967 murieron violentamente, como si se tratase de un designio definido por los creyentes en santería como “la maldición de Fidel”. El líder cubano había predicho que los asesinos de su compañero de Guerrilla tendrían un destino fatal.
Varios de los que participaron en la muerte del Che en 1967 murieron violentamente, como si se tratase de un designio definido por los creyentes en santería como “la maldición de Fidel”. El líder cubano había predicho que los asesinos de su compañero de Guerrilla tendrían un destino fatal.
El primero en morir fue el propio Presidente de Bolivia, general René Barrientos Ortuño, apenas 17 meses después de ordenar fusilar al Che. El helicóptero en que viajaba se precipitó sobre la Cordillera de Los Andes y su cuerpo se hizo pedazos. Nunca se explicó el origen del fatal accidente. Murieron todos los ocupantes del aparato.
Le siguió el jefe de los servicios de inteligencia de Bolivia, general Roberto Quintanilla Pereira, quien de forma sádica segó personalmente ambas manos a Guevara a la altura de las muñecas. Fue ejecutado de tres disparos por una deslumbrante mujer --periodista y guerrillera ella-- mientras se desempeñaba como cónsul general en Hamburgo, Alemania, donde fue enviado por su gobierno “para protegerlo de todo mal...”.
Luego, el hombre que le descerrajó siete tiros al Che casi a quemarropa, después de embriagarse “para que Dios le diera valor”, primer teniente del Ejército Mario Terán, fue ejecutado en plena calle de La Paz convertido en un guiñapo humano, alcoholizado y contando su “hazaña” por centavos para saciar sus vicios, casi 40 años después de los sucesos de La Higuera.
El general Gary Prado Salmón, que estaba al mando de la columna militar que combatió con las guerrillas del Che y que lo hizo preso y lo interrogó en tres ocasiones durante las 10 horas que estuvo detenido, es hoy un anciano parapléjico desde hace años, en sillas de ruedas y con poca gente que vele por él.
Prado Salmón dice que el gobierno socialista de Evo Morales lo asedia aún en su situación por haber hecho preso a Guevara. Se desvincula de su muerte señalando que al salir en la mañana del 9 de octubre del ‘67 a perseguir a los remantes de la guerrilla, dejó al prisionero encerrado en la escuela, y que al regresar, horas después, lo encontró muerto.
Y como los muertos no hablan, dice que la orden para fusilar a Guevara la impartió el mismísimo Presidente René Barrientos Ortuño, un militar de fuerte arraigo popular a quien se le atribuía ascendiente en el campo por haber propiciado la Reforma Agraria.
Su muerte misteriosa, hace 44 años, no ha sido despejada aún. El helicóptero en que se desplazaba sobre la selva boliviana se precipitó violentamente el 29 de abril de 1969 en la comunidad de La Quebrada de Arque, en la Cordillera de Los Andes.
El general Quintanilla
El general Roberto Quintanilla Pereira era coronel en octubre de 1967, y había sobresalido “por sus condiciones excepcionales” en la inteligencia de Bolivia, en el auge de la guerra fría. Cuando llegó la noticia a La Paz de que Ernesto Guevara de la Cerda, el legendario guerrillero argentino-cubano había caído en manos del Ejército, tomó de inmediato un helicóptero “con órdenes precisas” de confirmar tan valiosa información.
El general Roberto Quintanilla Pereira era coronel en octubre de 1967, y había sobresalido “por sus condiciones excepcionales” en la inteligencia de Bolivia, en el auge de la guerra fría. Cuando llegó la noticia a La Paz de que Ernesto Guevara de la Cerda, el legendario guerrillero argentino-cubano había caído en manos del Ejército, tomó de inmediato un helicóptero “con órdenes precisas” de confirmar tan valiosa información.
A primera hora de la mañana de ese 9 de octubre ya estaba en La Higuera frente al cadáver del hombre a quien él mismo había ordenado fusilar... “Lo que quiero encontrar es el cadáver... No lo quiero vivo”, fueron las órdenes que transmitió y que previamente había recibido del presidente Barrientos.
Y en efecto, al llegar encontró el cadáver ya tieso del legendario Che Guevara tendido sobre una litera... Tras la confirmación, las huellas dactilares de los dedos, las manos, los pies... de todo el cuerpo, Quintanilla mandó “vaciar un colín” y de un solo tajo cortó la mano izquierda del Che. Acto seguido, hizo lo propio con la mano derecha, ambas a la altura superior de los nudillos de la muñeca.
Él mismo envolvió ambas manos en una tela plástica y dispuso que el cadáver fuese sepultado en una fosa común, junto a dos compañeros bolivianos del Che caídos en combate la noche antes, y partió raudo para la capital boliviana a mostrar tan macabro trofeo al presidente Barrientos, al embajador americano, a los oficiales de la CIA...
Hasta el momento se ignora el destino de las manos del Che. Pero nadie jamás ha desmentido la versión de que horas después viajaron congeladas a Washington.
El ángel de la muerte
Quintanilla cobró fama por la forma dramática y mentirosa en que contó la muerte del Che. Declaró a la prensa que el cadáver había sido incinerado y sus cenizas lanzadas desde el aire sobre la cordillera andina... (Lo mismo que se dijo aquí del cadáver de Caamaño).
Quintanilla cobró fama por la forma dramática y mentirosa en que contó la muerte del Che. Declaró a la prensa que el cadáver había sido incinerado y sus cenizas lanzadas desde el aire sobre la cordillera andina... (Lo mismo que se dijo aquí del cadáver de Caamaño).
Por su “hazaña” fue ascendido a general... Pero su vida estuvo siempre en peligro... Para protegerlo, tras la muerte de Barrientos, el gobierno lo designó cónsul general de Bolivia en Hamburgo, Alemania.
De paso, haría fortuna porque en la época la factura consular era bastante retributiva en el puerto de mayor movilidad de carga del mundo.
El 28 de marzo de 1971, menos de cinco años después de la muerte del Che, la secretaria del cónsul recibió una solicitud de cita de una ciudadana alemana interesada en viajar a Bolivia por asuntos de negocios... Se identificó como Imilia Süaggerzider. La cita se le concedió para el 1 de abril, tres días después.
La joven de notable belleza llegó a la hora convenida, pasó al antedespacho del cónsul y aguardó apenas unos minutos... Quintanilla salió muy galante, como solía serlo frente a una mujer bella, y cuando iba a extenderle la mano ella sacó de su bolso una Colt 45 y le metió tres tiros en el pecho, casi a quemarropa, mientras le decía: “Esto en nombre del Che...”. Lo mató en el acto.
Sin pérdida de tiempo, lanzó cartera y peluca y salió apresurada del Consulado.
Nunca se supo de ella, sino hasta dos años después cuando en marzo de 1973 se informó de la muerte en combate, en un suburbio de La Paz, de una bella guerrillera identificada como Monika Ertl, de nacionalidad alemana pero criada en Bolivia, hija de un cineasta, como ella, admirador de Hitler y exiliado en Sudamérica tras la Segunda Guerra.
Monika había casado con un empresario multimillonario también de origen alemán a quien abandonó cautivada por la historia del Che.
Adoptó el nombre de “Imilia” y recorrió 22 mil kilómetros, con los auspicios de la guerrilla urbana, para vengar la muerte de Ernesto Guevara...
Fue sepultada en el cementerio municipal de La Paz, pero poco después los guerrilleros exhumaron secretamente su cadáver y hasta el día de hoy se ignora dónde descansan sus restos. Se la considera una heroína de la izquierda revolucionaria.
(+)
LOS HECHOS EN EL CASO DE CAAMAÑO
¡Y aquí... Caamaño! El coronel Caamaño cayó prisionero de sus ex-compañeros militares temprano en la mañana del 16 de febrero de 1973. Las tropas le habían tendido una emboscada en Nizaíto, próximo a la carretera entre Constanza y San José de Ocoa.
LOS HECHOS EN EL CASO DE CAAMAÑO
¡Y aquí... Caamaño! El coronel Caamaño cayó prisionero de sus ex-compañeros militares temprano en la mañana del 16 de febrero de 1973. Las tropas le habían tendido una emboscada en Nizaíto, próximo a la carretera entre Constanza y San José de Ocoa.
Junto a él cayeron Eberto Lalane José, segundo al mando en la guerrilla, y Pérez Vargas. Román terminó levemente herido en el muslo izquierdo y estuvo todo el tiempo consciente, habló con los jefes militares, a quienes conocía desde muchacho y, como el Che, jamás dudó que sería fusilado.
“Salgamos de esto de una vez, Milo... Tú y yo sabemos que no saldré vivo de aquí...”, cuentan testigos que le dijo en algún momento a quien era entonces secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez Reyes, a quien sus amigos y familiares llaman por el apodo de “Milo”.
En las primeras horas de la tarde de ese 16 de febrero comenzó a circular el rumor de que Caamaño había muerto en combate. En ese momento, la muerte del líder guerrillero no se había producido, y el alto mando militar esperaba orden de la superioridad. Serían las 3:00 de la tarde cuando Caamaño fue fusilado, dicen los testigos.
La ejecución estuvo a cargo de un general, ya fallecido, que dirigía las operaciones antiguerrilleras.
Temprano en la mañana del 17 de febrero, el Presidente Joaquín Balaguer dio instrucciones para que el cadáver del líder guerrillero fuese “retratado muy bien, para que a nadie quede duda”. El propio Milo Jiménez envió por carretera al fotógrafo Antonio García Valoy al sitio donde estaba el cadáver de Caamaño en Nizaíto. Son esas las únicas fotos que se conocen del cadáver del líder guerrillero.
Ese mismo día las Fuerzas Armadas, en su comunicado para informar sobre la muerte de Caamaño, dijeron que su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en la Cordillera Central.
Exactamente lo mismo que dijeron los militares bolivianos que hicieron con el cadáver del Che... ¡En ambos casos, mentira!
A Caamaño quisieron quemarlo, pero lo impidió la humedad de esa mañana lluviosa... La naturaleza no quiso que su cuerpo quedara vuelto cenizas...
Los restos del Che los recuperaron veintitantos años después... ¡Parece que los de Caamaño también! ¿Muchas coincidencias?.César Medina
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