El gobierno estadounidense insiste que su información de espionaje lo demuestra, pero la ciudadanía norteamericana no ha visto aún una sola prueba específica —fotos satelitales o transcripciones de las comunicaciones militares sirias— que relacionen al régimen del presidente Bashar Assad con el presunto ataque con armas químicas del mes pasado que mató a centenares de personas.
Ante la falta de dichas pruebas, Damasco y su aliada Rusia están presentando otra posibilidad: que los insurgentes perpetraron el ataque del 21 de agosto con armas químicas. Ninguna de las partes ha presentado prueba alguna que sustente su hipótesis. Ello ha creado más interrogantes que respuestas mientras Estados Unidos amenaza con lanzar un posible ataque militar.
El ataque de primera hora contra el poblado de Ghouta, un suburbio de Damasco en poder de los insurgentes, fue el más mortífero causado por armas químicas en los dos años y medio de guerra civil en Siria.
Los relatos de los sobrevivientes, las fotos de muchos de los cadáveres envueltos en sudarios blancos y decenas de videos que muestran a las víctimas con convulsiones mientras intentan respirar conmovieron al mundo e hicieron que el presidente Barack Obama pidiera una respuesta ya que el empleo de las armas químicas fue el detonante —la llamada "línea roja"— que había establecido un año antes.
Sin embargo, una semana después que el secretario de estado John Kerry describiera el caso contra Assad, los estadounidenses —por lo menos aquellos sin acceso a los informes secretos— no han visto ni una sola evidencia.
Hay pruebas públicas que demuestran la existencia del ataque, inclusive videos de los cohetes que los analistas creen que fueron usados. Los funcionarios estadounidenses difundieron el sábado un conjunto de videos que mostraron a las víctimas, inclusive niños, con los síntomas de lo que parece ser un gas neurológico venenoso.
Algunos especialistas creen que la magnitud del ataque y la cantidad de agentes tóxicos que al parecer fueron lanzados, ponen en duda que los insurgentes pudieran haberlo efectuado.
Lo que no existe en la palestra pública es una prueba directa, en lugar de indicios circunstanciales, que liguen el ataque con el régimen.
El gobierno estadounidense, que busca el apoyo de un Congreso dividido y el escepticismo de los líderes mundiales, sostiene que su propia valoración se basa principalmente en información facilitada por satélites y la inteligencia electrónica, inclusive indicaciones en los tres días anteriores al ataque de que el régimen preparaba el empleo de gases venenosos.
La Casa Blanca mantiene que esas pruebas son secretas y sólo comparte los detalles a puerta cerrada con miembros del Congreso y aliados clave.
El gobierno de Obama sostiene que 1.429 personas murieron en 12 lugares, en su mayor parte al este de la capital, un cálculo parecido al de la Coalición Nacional Siria que respalda Occidente.DE AP
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