Un proceso que suele ser rutina en la burocracia de Washington pudiera tener importantes consecuencias para las estancadas relaciones entre Estados Unidos y Cuba: podría mejorarlas o quizás cerrarle la puerta a un acercamiento hasta el final de la era de los Castro.
El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, debe decidir en las próximas semanas si aboga en favor de que el presidente Barack Obama saque a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, una colección de enemigos de Washington que también incluye a Irán, Siria y Sudán.
Autoridades cubanas han dicho desde hace mucho tiempo que la designación es injustificada y han expresado en privado a delegaciones estadounidenses que visitaron la isla recientemente que consideran la postura de Kerry como una prueba crucial para una mejoría en las relaciones.
También han insinuado que la decisión pudiera afectar las discusiones sobre la liberación del subcontratista estadounidense Alan Gross, cuya detención en 2009 echó abajo las esperanzas de un deshielo diplomático.
La inclusión en la lista no sólo significa la prohibición de vender armas a la isla, sino también otros bienes que pueden tener doble uso, como algunos equipos para hospitales. La designación exige además que Estados Unidos se oponga a cualquier préstamo a Cuba por parte del Banco Mundial y otras instituciones internacionales de crédito, entre otras medidas.
Funcionarios federales de Estados Unidos concuerdan en que la recomendación, que Kerry debe hacer antes que se publique el informe anual del Departamento de Estado sobre el terrorismo el 30 de abril, está afectada por el enfrentamiento sobre Gross. El estadounidense fue condenado a 15 años de prisión en Cuba después de ser sorprendido transportando equipos de comunicaciones hacia la isla en forma ilegal mientras trabajaba como subcontratista de un programa de promoción de la democracia financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés).
Desde 1982 Cuba está en la lista de países que patrocinan el terrorismo y lleva 51 años bajo un embargo económico impuesto por Estados Unidos, razón por la que los turistas estadounidenses no pueden visitar esta isla de playas, música y ron. Sacar a Cuba de la lista no cambiaría esa situación.
Los críticos dicen que la inclusión de Cuba en la lista tiene poco que ver con qu Desde 1982 Cuba está en la lista de países que patrocinan el terrorismo y lleva 51 años bajo un embargo económico impuesto por Estados Unidos, razón por la que los turistas estadounidenses no pueden visitar esta isla de playas, música y ron. Sacar a Cuba de la lista no cambiaría esa situación.
Los críticos dicen que la inclusión de Cuba en la lista tiene poco que ver con que la isla caribeña de gobierno comunista represente alguna amenaza real, y agregan que la lista se ha politizado tanto que es inútil. Corea del Norte fue sacada de ella en 2008 durante negociaciones sobre el tema nuclear que a final de cuentas fracasaron y nunca fue reintegrada. Pakistán, donde Osama bin Laden fue encontrado, no está en la lista en parte debido a su importancia estratégica. Philip Peters, veterano analista de asuntos cubanos del Instituto Lexington, un grupo de investigación con sede en Virginia, dijo que sacar a Cuba de la lista “tiene sentido... simplemente porque ha sido un alegato engañoso que Estados Unidos ha repetido durante muchos años... Eso mejoraría el ambiente”.
Pero otros se oponen a premiar a La Habana a menos que libere a Gross.
“Desde hace mucho tiempo opino que nos conviene ver una mejoría en las relaciones con Cuba”, dijo el representante Chris Van Hollen, demócrata de Maryland —donde vivía Gross—, quien viajó con una delegación de legisladores a La Habana el mes pasado. Pero “el primer paso tiene que ser la solución de la situación de Alan Gross”.
Sin embargo, las voces que piden un cambio en la política estadounidense hacia la isla se escuchan cada vez más alto.
El mes pasado, el diario The Boston Globe atribuyó a fuentes del gobierno haber dicho que diplomáticos de alto nivel han decidido que se debe sacar a Cuba de la lista. Eso provocó que Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado, dijera que “no hay planes en estos momentos” para ello, aunque no desechó explícitamente esa posibilidad.
La semana pasada, un editorial del periódico Los Angeles Times pidió que se sacara a Cuba de la lista, y otros rotativos han expresado opiniones similares.
El Grupo de Estudios Cubanos, una organización de exiliados con sede en Washington que defiende un acercamiento para promover cambios democráticos, publicó en febrero un libro blanco que solicita una reevaluación “apolítica” de la designación relacionada con el terrorismo.
Aunque Kerry puede modificar la designación incluso después de su publicación por parte del Departamento de Estado, la permanencia de Cuba en la lista en abril ciertamente eliminaría las oportunidades de sacarla de ella en 2013.
Un funcionario federal estadounidense que participa en las deliberaciones le dijo a The Associated Press que Kerry es quien decidirá en última instancia y nadie por debajo del secretario de Estado está en posición de pronosticar qué sucederá. “Todo está en el aire”, dijo el funcionario.
Pero otro funcionario del gobierno dijo que el retiro de Cuba de la lista será difícil de promover mientras Gross permanezca preso.
“Es muy poco probable”, dijo el segundo funcionario. “No hay consenso. Y el país que esté en (la lista) se queda ahí hasta que haya un consenso para sacarlo”. Los funcionarios hablaron a condición de no ser identificados porque no están autorizados a discutir el asunto públicamente.
Evidentemente, Cuba ha sido incluida en la lista de sospechosos de patrocinar el terrorismo porque alberga a miembros del grupo rebelde Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de la organización separatista vasca ETA y a unos cuantos estadounidenses prófugos de la justicia, muchos de los cuales viven en la isla desde la década de 1970.
Pero mucho ha cambiado en los últimos años.
A finales del año pasado comenzaron en La Habana conversaciones de paz entre Colombia y las FARC, e incluso Washington ha expresado esperanza de que el diálogo ponga fin a un conflicto que afecta a Colombia desde hace medio siglo. La ETA anunció un cese al fuego permanente en 2011 y Madrid no ha pedido abiertamente la deportación de ninguno de los fugitivos vascos. Cuba ha disfrutado de mejores relaciones en años recientes con España y Colombia, países que votan en la ONU contra la continuación del embargo estadounidense a la isla.
En el gobierno del presidente cubano Raúl Castro, Cuba ha liberado a numerosos disidentes y ha comenzado a abrir su economía y sociedad, aunque sigue siendo un sistema político unipartidista que no permite que haya fuerzas de oposición legalmente autorizadas. Raúl Castro anunció en febrero que abandonaría el poder en 2018 y mencionó a un posible sucesor.
La situación también podría estar madura en términos de la política estadounidense.
Mientras estuvo en el Senado, Kerry fue un franco crítico de la política estadounidense hacia la isla y dijo que “ha fracasado manifiestamente durante casi 50 años”. Pidió el fin de las restricciones a los viajes y se negó a liberar millones de dólares en fondos para el tipo de programas con los que Gross trabajaba. Su jefe, el presidente Obama, ya no tiene que preocuparse por la reelección ni por agradar a los cubano-estadounidenses, un importante grupo electoral en el crucial estado de la Florida.
Ann Louise Bardach, veterana observadora de los asuntos cubanos y autora del libro “Without Fidel: A Death Foretold in Miami, Havana and Washington”, cuya edición en español se titula “Sin Fidel”, dijo que todos los vientos políticos parecen apuntar a un mejora de las relaciones, excepto la decisión de La Habana de mantener a Gross preso y tratar de canjearlo por cinco agentes cubanos que cumplen condenas de prisión en Estados Unidos.
“De cierta manera ellos se equivocaron cuando apostaron por Alan Gross”, dijo Bardach. “El gobierno cubano pensó: `Qué idea tan brillante, tendremos un pagaré para canjear’. Pero no sabían que se verían en esta situación en que en Washington hay un impulso considerable hacia el cambio, pero debido a razones políticas, por el problema de Gross, Washington no puede actuar”.DE AP