Seis años han pasado de la puesta en marcha de un moderno sistema de transporte, cuya factibilidad a muchos les generaba desconfianza. Hoy, el Metro de Santo Domingo se ha convertido en la opción de movilidad de miles de personas que a diario buscan ahorrar tiempo y dinero.
A diferencia de otros medios de transporte público, para usar este sistema ferroviario no es necesario hacer determinadas señales con los dedos, esperar media hora en una parada, como es el caso de los usuarios de las guaguas de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (Omsa) o dejar en el aire la mitad del cuerpo (cuando debes compartir el asiento delantero de un carro público con una personas en sobrepeso).
Resulta interesante para muchos el comportamiento que exhibe el pasajero común cuando aborda las estaciones de la Primera y Segunda Línea del Metro. Es la misma persona que cuando utiliza un vehículo de transporte público, en ocasiones, lleva el volumen del radio de su teléfono a su más alto nivel, compra el palito de queso por la ventana, se limpia los dedos de los asientos y tira el empaque sin remordimiento.
Tal y como dijo el subdirector de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Opret), entidad encargada del funcionamiento y mantenimiento del Metro de Santo Domingo, Leonel Carrasco, “entrar en el Metro es entrar a otro mundo”.
En un recorrido desde la estación María Montez, ubicada en el kilómetro 9 de la autopista Duarte, del Distrito Nacional, hasta la Mamá Tingó, en la avenida Hermana Mirabal, en Villa Mella, Santo Domingo Norte, este medio constató un comportamiento ejemplar del ciudadano frente a un medio de transporte, que antes del 2008, la mayoría solo había visto en películas.
El pasajero entra en contacto con un transporte más sofisticado. Las fuertes palmadas en la carrocería de una guagua acompañado de una ronca voz que dice “Dualte, bajando, móntese que no’ vamo’ ”, en el Metro es reemplazado por una perfecta locución que, a través de bocinas, anuncia: “próxima estación Juan Pablo Duarte, conexión con línea I”.
Pablo Reyes, obrero de la construcción, aprendió a llevar su pala, herramienta con la que trabaja, de tal manera que no represente una molestia para otros. Cada mañana, desde que el reloj marca las ocho, se prepara para tomar la estación Mamá Tingó hacia su lugar de trabajo. Explicó que con solo 20 pesos, (costo de un viaje) puede llegar a su destino.
Mientras se sostenía de uno de los soportes verticales de los vagones del Metro, recuerda que cuando hacía uso de carros y guaguas de concho gastaba más de 100 pesos diariamente.
La idea de instaurar un “transporte sobre rieles” en esta ciudad fue concebida para miles de personas, que no tienen vehículo propio, en términos llanos, “para los de a pie”. Sin embargo, son muchos los que dejan sus vehículos estacionados en sus casas o en parqueos de algunas plazas para pasar la tarjeta verde por el sistema de cobros instalado en cada estación.
El abogado y locutor Fernando Corniel es uno de ellos. Con formal vestimenta aprieta el botón de la puerta de uno de los vagones del Metro que lo llevará a la estación próxima a la oficina que trabaja. “Tomando esta vía me libro de tapones de una hora que se forman en la capital”, explica.
230 mil pasajeros diario
Son varias las razones por la que 230 mil personas utilizan el Metro diariamente, sólo de lunes a viernes, dato reciente suministrado por la Opret, que según el especialista en materia de transporte, se ha constituido en un modelo de sistema de transporte público.
A la psicóloga María Díaz, el sistema ferroviario le genera seguridad. El hecho de sentir la confianza de que no será atracada por un delincuente o que no le rebasará un imprudente conductor, es suficiente para preferir los rieles del Metro.
Algunos atribuyen el buen comportamiento de los pasajeros a la vigilancia del Cuerpo Especializado del Metro (Cesmet) así como al moderno sistema de cámara de seguridad, gracias al cual se pudo identificar al joven que causó un incidente en el interior de un vagón al accionar un artefacto explosivo, que causó quemaduras a 19 pasajeros, el pasado 27 de octubre, hecho por el que guarda prisión preventiva.
El urbanista Erick Dorrejo señala que el Metro es el mejor ejemplo de cómo incide en la conducta del ciudadano un sistema de transporte ordenado”. Lo considera como un instrumento de orden.
A diferencia de otros medios de transporte público, para usar este sistema ferroviario no es necesario hacer determinadas señales con los dedos, esperar media hora en una parada, como es el caso de los usuarios de las guaguas de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (Omsa) o dejar en el aire la mitad del cuerpo (cuando debes compartir el asiento delantero de un carro público con una personas en sobrepeso).
Resulta interesante para muchos el comportamiento que exhibe el pasajero común cuando aborda las estaciones de la Primera y Segunda Línea del Metro. Es la misma persona que cuando utiliza un vehículo de transporte público, en ocasiones, lleva el volumen del radio de su teléfono a su más alto nivel, compra el palito de queso por la ventana, se limpia los dedos de los asientos y tira el empaque sin remordimiento.
Tal y como dijo el subdirector de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Opret), entidad encargada del funcionamiento y mantenimiento del Metro de Santo Domingo, Leonel Carrasco, “entrar en el Metro es entrar a otro mundo”.
En un recorrido desde la estación María Montez, ubicada en el kilómetro 9 de la autopista Duarte, del Distrito Nacional, hasta la Mamá Tingó, en la avenida Hermana Mirabal, en Villa Mella, Santo Domingo Norte, este medio constató un comportamiento ejemplar del ciudadano frente a un medio de transporte, que antes del 2008, la mayoría solo había visto en películas.
El pasajero entra en contacto con un transporte más sofisticado. Las fuertes palmadas en la carrocería de una guagua acompañado de una ronca voz que dice “Dualte, bajando, móntese que no’ vamo’ ”, en el Metro es reemplazado por una perfecta locución que, a través de bocinas, anuncia: “próxima estación Juan Pablo Duarte, conexión con línea I”.
Pablo Reyes, obrero de la construcción, aprendió a llevar su pala, herramienta con la que trabaja, de tal manera que no represente una molestia para otros. Cada mañana, desde que el reloj marca las ocho, se prepara para tomar la estación Mamá Tingó hacia su lugar de trabajo. Explicó que con solo 20 pesos, (costo de un viaje) puede llegar a su destino.
Mientras se sostenía de uno de los soportes verticales de los vagones del Metro, recuerda que cuando hacía uso de carros y guaguas de concho gastaba más de 100 pesos diariamente.
La idea de instaurar un “transporte sobre rieles” en esta ciudad fue concebida para miles de personas, que no tienen vehículo propio, en términos llanos, “para los de a pie”. Sin embargo, son muchos los que dejan sus vehículos estacionados en sus casas o en parqueos de algunas plazas para pasar la tarjeta verde por el sistema de cobros instalado en cada estación.
El abogado y locutor Fernando Corniel es uno de ellos. Con formal vestimenta aprieta el botón de la puerta de uno de los vagones del Metro que lo llevará a la estación próxima a la oficina que trabaja. “Tomando esta vía me libro de tapones de una hora que se forman en la capital”, explica.
230 mil pasajeros diario
Son varias las razones por la que 230 mil personas utilizan el Metro diariamente, sólo de lunes a viernes, dato reciente suministrado por la Opret, que según el especialista en materia de transporte, se ha constituido en un modelo de sistema de transporte público.
A la psicóloga María Díaz, el sistema ferroviario le genera seguridad. El hecho de sentir la confianza de que no será atracada por un delincuente o que no le rebasará un imprudente conductor, es suficiente para preferir los rieles del Metro.
Algunos atribuyen el buen comportamiento de los pasajeros a la vigilancia del Cuerpo Especializado del Metro (Cesmet) así como al moderno sistema de cámara de seguridad, gracias al cual se pudo identificar al joven que causó un incidente en el interior de un vagón al accionar un artefacto explosivo, que causó quemaduras a 19 pasajeros, el pasado 27 de octubre, hecho por el que guarda prisión preventiva.
El urbanista Erick Dorrejo señala que el Metro es el mejor ejemplo de cómo incide en la conducta del ciudadano un sistema de transporte ordenado”. Lo considera como un instrumento de orden.
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