Acorralado por los escándalos de corrupción y convertido en un peso muerto para su propio partido, que acabó dándole un ultimátum para dimitir, Jacob Zuma renunció ayer a la Presidencia de Sudáfrica, más de un año antes del fin programado para el que era su segundo y último mandato.
Poco quedaba ya de la imagen de héroe del pueblo y político cercano que le había aupado hacia la Jefatura de Estado en 2009, convirtiéndose en el cuarto presidente de la Sudáfrica democrática y renovando el liderazgo del Congreso Nacional Africano (CNA), que no ha perdido unas generales desde la caída del apartheid.
"He llegado a la decisión de dimitir como presidente de la república con efectos inmediatos", comunicó, en el discurso que puso fin a su Presidencia (2009-2018).Lo hizo, sin embargo, dejando claro hasta el final su "desacuerdo" con la decisión del partido y alegando que en ningún momento se le dieron razones concretas para justificar la maniobra.
Pese a todo, manifestó que seguirá sirviendo a la organización durante el resto de su vida.
Nacido en la región de KwaZulu Natal (este) en 1942 y de etnia zulú, Zuma comenzó su militancia en el CNA con 17 años, solo uno antes de que la organización fuera declarada ilegal por el gobierno segregacionista (1960).
A nivel personal, es polígamo, ha tenido seis esposas -solo de dos de ellas está divorciado- en total y se le atribuyen hasta 22 hijos, según la prensa local.
Huérfano de padre, fue criado por su madre y una empleada del hogar y nunca pudo acudir a la escuela.
En 1962, Zuma ingresó en el brazo armado del CNA Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación), formado por Nelson Mandela ante los nulos resultados de la resistencia pacífica.
Con el Nobel de la Paz coincidió como preso en la isla de Robben, donde estuvo encarcelado durante una década, antes de pasar al exilio en 1975, desde donde ascendió hasta convertirse en responsable de los servicios secretos del CNA.
No volvería a Sudáfrica hasta 1990, con el comienzo de las negociaciones para desmantelar el apartheid.
Durante esa década prosiguió su ascensión en el partido aunque tuvo que conformarse con mantenerse a la sombra de Thabo Mbeki (1999-2008), como su vicepresidente, hasta que este le destituyó en 2005, en medio de un escándalo de corrupción.
Un año después fue acusado de violación y absuelto por falta de pruebas y no serían las únicas imputaciones apiladas en su contra y derrotadas: una acusación por cerca de 800 cargos de corrupción tampoco consiguió evitar que, en 2007, con el apoyo del ala izquierda del partido, Zuma se convirtiera en presidente del CNA.
Bajo su liderazgo, el partido sacó a Mbeki de la Presidencia y situó transitoriamente a Kgalema Montlanthe.
En las elecciones de 2009, el CNA se alzó con casi el 66 % de los sufragios y dio a Zuma la Jefatura de Estado, que renovaría en 2014 gracias a un nivel de votos similar (62 %) pese a su creciente impopularidad.
Durante su segundo mandato la polémica en torno a su figura no dejó de crecer gracias a batacazos judiciales como el que en 2016 le obligó a devolver medio millón de euros de dinero público que se gastó de forma irregular en la reforma de su residencia privada.
Los tribunales, además, le restauraron recientemente aquellos casi 800 cargos de corrupción interpuestos antes de acceder a la Presidencia y luego retirados.
Pero si hay un escándalo que acaparó la atención mediática y social en esta recta final en el poder es el relacionado con sus vínculos con los Gupta, una familia de empresarios de origen indio que en los últimos años consiguió lucrativos contratos públicos con en sectores como la minería, el transporte o la comunicación.
La mala imagen del presidente y del Gobierno era también una mancha cada vez más grave para el CNA.
Aunque muy dividido, el antiguo movimiento de liberación optó en diciembre pasado por asignar el nuevo liderazgo del partido al vicepresidente Cyril Ramaphosa, descartando la opción "continuista" que representaba su rival, la expresidenta de la Unión Africana Nkosazana Dlamini-Zuma, exesposa del presidente.
Desde aquel momento, los rumores de una posible salida de Zuma forzada por la cúpula del CNA no dejaron de crecer pese a las continuas llamadas a la unidad expresadas en público por los nuevos líderes.
En febrero, todas las señales apuntaban ya a una dimisión forzada aunque Zuma, reticente hasta el final, solo cedió a la presión a poco más de una hora de cumplirse el ultimátum que le habían impuesto.DE EFE
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