Mi papá llegó a Santiago en el año 1989 desde San Juan con un bulto lleno de metas, iba a estudiar y veía en esta ciudad una oportunidad para “tirar para alante”. Empezó a trabajar en una zona franca de aquí en la mañana y en la noche tomaba sus clases de Ingeniería Industrial.
Él describe que la ciudad corazón le sorprendió porque era limpia y el transporte era muy organizado y me cuenta que no había torres ni grandes negocios ni siquiera plazas comerciales. Tampoco había clínicas desarrolladas.
La atracción más significativa era el Monumento a los Héroes de la Restauración, que aunque todavía es un lugar emblemático, se complementa con nuevos sitios que están cambiando el estilo de vida de los santiagueros y que atraen a turistas nacionales y extranjeros.
Ahora, Santiago es una ciudad que se ha desarrollado, es un ejemplo de que cuando hay voluntad se logra elevar el nivel de vida de las personas. En la entrada de la ciudad hay una torre de más de 10 pisos, es una de las primeras que se construyeron. Más adelante se encuentra el moderno Hospital Metropolitano de Santiago (HOMS) con dos torres de edificios.
Santiago es una ciudad donde la limpieza es su principal valor intangible, hay orden y respeto por los semáforos. Los santiagueros aman su ciudad y se sienten orgullosos de decir que nacieron aquí. Los zafacones están por doquier decorados llamativamente para que a cualquiera le dé gusto botar la basura en ellos y no en las calles.
Santiago cuenta con sucursales de bancos, supermercados, universidades, casa de autos, hoteles y estaciones de combustible que no tienen que envidiar al Gran Santo Domingo.
La ciudad se ha transformado, pero su gente sigue teniendo el corazón noble. Los santiagueros tienen un aura de paz.
Los edificios de la emblemática avenida Las Carreras estaban viejos, no daba gusto verlos. Ahora están pintados de colores llamativos que desde lejos los distinguen.
Paredes que antes estaban sucias y descuidadas, ahora son murales que representan lo que es Santiago: alegría y optimismo. La calle Eldon de Los Pepines y demás vías que la rodean parecen una fantasía con los murales que les han cambiado el rostro a las casas de quienes residen allí.
En medio de casas de dos niveles, sobresalen las torres de más de siete niveles.
Cuando el sol se oculta, también Santiago tiene mucho que ofrecer: bares, restaurantes, discotecas, parques iluminados, “food trucks” y más. La catedral, después de las siete de la noche, tiene unas luces que hacen que los turistas se detengan a hacerse fotografías. Frente a ella se encuentra el Victorias Bar, un espacio bohemio que acumula grandes historias de la ciudad.
Cerca está la gobernación, iluminada con los colores de la bandera dominicana.
Los “carritos públicos” siguen, como hace décadas, identificándose por letras dependiendo al lugar al que se dirigen: K, N, A, E, P, entre otras, por lo que perderse allí es muy difícil.
En Santiago, la Clínica Unión Médica está levantando las torres quirúrgicas E y F con unos 15,000 metros cuadrados de construcción, alrededor de dos mil metros por nivel y una segunda etapa de siete niveles más de habitaciones y consultorios.
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