Según cuentan familiares y amigos de Alberto Crispín Ramírez, alias Jairo, la tarde del pasado sábado el hombre de 35 años de edad, “se puso su pinta” y se quedó en el barrio compartiendo con amigos, pero el solo hecho de ver a su esposo bien arreglado, desató la ira de Elizabeth María Batista, quien esperó que éste estuviera dormido para atacarlo con un cuchillo, segándole la vida.
“Yo pido justicia, porque mi hijo era un hombre muy bueno con ella. Era tan bueno que tenía ya más de seis años criando los dos hijos que ella tenía con otro hombre y en una ocasión pagó mucho dinero para sacarla de la cárcel, porque ella atacó a un hombre con un cuchillo. Esa mujer no es buena y él estaba enamorado de ella, muy enamorado”, contó su abuela-madre, Julia Antonia González.
Los vecinos del lugar manifestaron que Crispín Ramírez era un padre cariñoso, un hijo excepcional y un esposo extremadamente amoroso, que nunca le alzó la voz a su pareja.
Sin embargo, Doña Antonia González dijo que Elizabeth María Batista era una “borrachona” y aun así su hijo siempre trató de mantener la relación, por el amor que sentía hacia ella, quien era la madre de sus dos hijos.
“Ella lo celaba hasta con su sombra. Pero esperamos que las autoridades den con su paradero y la sometan a la acción de la justicia, para que pague por ese horrendo crimen que cometió. Nos dijeron que ella anda por Nagua huyendo”, dijo la dama.
Informó que le tocó criar a Jairo desde los siete años de edad, cuando perdió a su madre en el mar Caribe, donde murió ahogada tras intentar un viaje ilegal en una yola a Puerto Rico.
La pareja vivía en la calle Villanueva del barrio Gualey de la capital, junto a cuatro niños, dos de la esposa y otros dos que procrearon, uno de seis años y una nena de nueve meses de nacida.
Los restos de Alberto Crispín Ramírez son velados en la funeraria municipal de Gualey y su cuerpo serán sepultados este lunes en el cementerio Cristo Salvador de Santo Domingo Este.
Los habitantes del sector donde residía la pareja no salen del asombro, pues según manifestaron, Jairo trataba a su esposa como a una princesa.
La funeraria municipal estaba la tarde de ayer abarrotada de personas que lloraban desconsoladamente la muerte de Crispín Ramírez.
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