AP
Teresópolis
Hambrientos, lastimados, desesperados y mayormente librados a su suerte, miles de sobrevivientes de devastadores deslizamientos de tierra que mataron a 600 personas abandonaron ayer sábado sus esperanzas de que el gobierno les entregue la ayuda prometida o rescate a los heridos.
Los sobrevivientes de áreas remotas que todavía no han recibido ninguna ayuda transitan peligrosos senderos resbaladizos y escarpados en la selva, transportando agua y alimentos a la espalda para asistir a sus seres queridos que no pueden llegar hasta las principales regiones de esta ciudad montañosa al norte de Río de Janeiro.
Wanderson Ferreira de Carvalho, de 27 años, dijo atontado que había perdido a 23 miembros de su familia, incluso su padre, su esposa y un hijo de dos años.
Sólo se ha recuperado el cadáver de su padre hasta ahora en el vecindario de Campo Grande donde vive.
El cuerpo estaba tan des- compuesto por el agua y el calor que dijo que ya no quiere que nadie busque a su mujer y su hijo. “Prefiero no verlo ahora”, dijo del pequeño. “Dondequiera estén sepultados es mejor dejarlos en paz”.
Carvalho caminaba rumbo a su vecindario llevando suministros para sus vecinos sobrevivientes.
Aunque él y otros están rencorosos por la falta de ayuda gubernamental, también prevalece una extraña resignación, como si fuera previsible que ante el peor desastre natural en cuatro décadas los ciudadanos deben arreglárselas de por sí.
“Tenemos que ayudar a los vivos, no hay más ayuda para los muertos”, sentenció
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