El crustáceo, de color verde oscuro y de ocho patas (cuatro en cada lado del caparazón), según refieren los lugareños es un especímen activo y voraz que se alimenta de peces y de algas.
De menor peso que la jaiba de los ríos, la jaiba marina que ha invadido al lago Enriquillo tiene sus tenazas más débiles que el crustáceo de agua dulce.
Los lugareños de la zona lo pescan con mucha frecuencia y han hecho una rutina su consumo salcochándolo con plátanos y otros víveres y verduras para elaborar un “manjar” que ellos denominan “siró”, una especie de consomé con todos sus ingredientes sólidos desbaratados a fuerza de tanto hervirlos.
La jaiba marina nunca antes había sido observada en el lago Enriquillo, según afirman los habitantes de Villa Jaragua, Los Ríos, Postrer Río, La Descubierta, Boca de Cachón, Jimaní y Duvergé, comunidades enclavadas en la geografía de las provincias Bahoruco e Independencia, donde se encuentra el más grande lago del Caribe.
En principio, la presencia de las jaibas fue asociada al desbordamiento del lago, pero hay quienes contradicen esa posibilidad debido a que la presencia del crustáceo no se verifica en el lago Azuei, ubicado en territorio haitiano, acuífero que desde el año 2007 experimenta también un proceso de continuo desbordamiento de sus márgenes.
El hábitat natural del denominado cangrejo azul son las costas tropicales, las bahías de algunos mares, las lagunas costeras, los esteros y las desembocaduras de ríos.
“Son una bendición”
“Cualquiera que sea la causa que haya traído estas jaibas, lo cierto es que nos han caído como una bendición. Aquí nos las comemos salcochadas con víveres y, aunque no a todos les gustan, la mayoría de nosotros no las comemos”, comentó Joaquín Ferreras, un campesino de Villa Jaragua que tuvo que abandonar la agricultura al perder su parcela de 50 tareas de plátanos a raíz de las inundaciones del lago Enriquillo.
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