miércoles, 28 de agosto de 2013

Catedral de Santo Domingo

Primacía de América, que en principio era conocida con los nombres de Santa María La Menor y Basílica Metropolitana, construida por el arzobispo GeraldiniEl reverendo padre Fray Vicente Rubio, eminente investigador histórico de la Orden de Los Predicadores fallecido en enero de 2006, persistía en afirmar que el problema semántico sobre el nombre de la Catedral de Santo Domingo podía resumirse muy sencillamente. Para él, el resumen era sencillo: quitarle  todos los apelativos que floridamente se le solían poner (“Basílica Metropolitana” y/o “Santa María la Menor”) y denominándola tan sólo como  se titula este trabajo o llamándola como se indica luego, por lógica: Catedral de Santo Domingo.
Para ello investigó muchos documentos eclesiales. Y un día, en un seminario sobre la Catedral, lo informó y dejó claro. No había que agregar más nada… Y allí está, al final de la calle Arzobispo Nouel, produciendo una agradable sorpresa que se podría inscribir como parte de un recurso paisajístico denominado “efecto ocasional”, puesto que surge abrumadora, con su mole estructural, reclamando atención por su imponente presencia aparentemente maciza y elocuentemente digna dentro del catálogo de obras religiosas levantadas en los primeros años del proceso de colonización de esta parte de la isla de La Española.
La Catedral tiene unos números significativos. 54 metros de largo (si se le mide de oeste a este), y 23 de ancho que abarcan las tres naves de que está compuesta. La altura máxima oscila entre los 15 y los 16 metros, del piso al fondo de la bóveda central o principal. Todo resume un aritmético conjunto de tres mil metros cuadrados, que han  estado allí desde 1535 habiendo tardado 15 años en completarse, desde 1520, dadas las dificultades de toda índole que le afectaron, desde económicas hasta técnicas.
Es el mejor ejemplo multi estilístico arquitectónico que se puede exhibir no sólo en el país, sino en varias islas de la región. Estructura de sustentación por medio de pilares románicos, bóvedas nervadas góticas, altares barrocos tardíos y fachada o “imafronte” tardo renacentista. Un collage histórico de representatividad puntual e inequívoca.
Su interior está lleno de referencias documentales relacionadas con las sepulturas de prominentes personalidades religiosas que protagonizaron algunos de los dramas históricos que han acontecido en el devenir de la nacionalidad dominicana.
Las 43 capillas que se acomodan en los laterales de las naves sur y norte, atestiguan el aprovechamiento espacial que se hace en función de las actividades que allí se reservan. Desde fuera se hace muy difícil poder imaginar que existen tantas capillas allí dentro.
Tuvo un “coro” o balcón interior, que se posicionaba al pasar por debajo de la entrada oeste. Fue demolido para poder ubicar el mausoleo marmóreo donde fueron colocadas las urnas mortuorias que contienen parte de los restos del Almirante de la Mar Océana, Don Cristóbal Colón, descubridor del “Nuevo Mundo” en 1492.
Cuando se le ve por fuera se descubre un sistema de contrafuertes, robustas columnas que están adosadas al muro que separa las naves laterales de las capillas y absorben las fuerzas laterales que bajan desde la cúspide de la nave central. En el siglo XVII se le agregó a un segundo piso por el lateral norte,  la Sala del Cabildo, y es notorio que el arco ojival o conopial de la puerta principal norte quedó cercenado por este agregado que acusó desplazamientos mediante fisuras que agrietaron las cumbreras o puntos altos de las bóvedas de la nave central tras el sismo del 11 de julio de 1971. Para consolidarlos se tuvo que emplear un conjunto de cuatro tensores con cables de acero que presionan (halando) para que se estabilice el cuerpo de todo el templo.
Su ubicación y/o emplazamiento, obedece a singularidades de la tradicionalidad cristiana que orienta la puerta principal hacia el poniente u oeste quedando el ábside o presbiterio, en el otro extremo (que obviamente es el este).
 Al  lateral contiguo, al norte, se le agregó el espacio de lo que fuera la Plaza Mayor o de Armas y que ahora se conoce como Parque Colón. La Catedral anexó así a su entorno inmediato la desaparecida calle Juan Barón que existió hasta mediados del siglo pasado, separando el templo del parque. Por estar donde está ubicada guardando relación de proximidad con la fortaleza Ozama, la Catedral genera atención espacial urbana dentro de ese ámbito de poderes hegemónicos que aparentemente se divorcian del poder civil ubicado en las portentosas edificaciones representativas de ese poder cívico y administrativo visible e identificable en la sede de lo que fuera La Cancillería, hoy Museo de Las Casas Reales -más al noreste-, frente al reloj de sol y relativamente contigua al Palacio Virreinal de la familia Colón, al borde del río que es el otro punto de referencia del poder civil colonial, aunque sólo lo fuera simbólico.
Dada esa peculiaridad de emplazamientos, Catedral (poder religioso) junto a la  Fortaleza (poder militar), y Casas Reales (poder civil) junto al Palacio Virreinal o Alcázar (poder civil) se supone que nucleados, ambos polos generaron centralizaciones de poder  que definieron en algún momento la policentralidad urbana de la villa fundacional, lo que sin embargo, no se tradujo en la majestuosidad de la villa en crecimiento, reduciéndose sus respectivos ámbitos o entornos al balbuceo de un desarrollo empobrecido por las circunstancias económicas que afectaron todo el proceso.
Así, la Catedral de Santo Domingo o Primada de América es sin dudas el mayor tesoro colonial conservado del proceso fundacional de los primeros años. Es un monumento lleno de detalles arquitectónicos. Su doble gesto de portaje ubicado en el oeste, identificado dos arcos abocinados (en perspectiva real) que enmarcan la puerta en su tope más alto. Y toda la fachada está ornamentada con hornacinas (huecos para pequeñas estatuas), pináculos (piezas cuadradas de piedra que cierran piramidalmente apuntando al cielo), un rosetón (vitral para tamizar la luz natural) y todo ello enmarcado dentro de un armonioso juego frontal de reminiscencia renacentista en el que destaca un rico friso (listón lineal y ancho debajo del triangular frontispicio, decorado con altos relieves) que acentúa la jerarquía de esa puerta como la principal.
Una de sus peculiaridades “externas” es el pequeño campanario, que más bien es una espadaña puesto que no llega a la magnificencia de un campanario. Dicen que el poder militar de la colonia se opuso a que el campanario pasara de una cierta altura, para evitar así que compitiera con la altura de la torre del homenaje de la Fortaleza Ozama.
Recordamos una bala de cañón que tuvo por años sobre su techo probablemente disparada por una de las tantas invasiones. Permanecía acomodada en el lateral norte del techo a dos aguas que cubre el abovedado estructural y se le podía ver desde el parque Colón. Es muy probable que fuera retirada para evitar filtraciones futuras y que así se hiciera luego de su última intervención tras el citado sismo de 1971. A partir de ese año se le hizo un rotundo proceso de liberación exterior del ábside al eliminarle los anexos que formaban la sacristía y oficinas del templo. Desahogada hacia el Este, la Catedral muestra por sus cuatro lados todo el esplendor que ha ganado con su construcción de los primeros 15 años y luego en los siglos sucesivos.
Es lógico que el recuerdo de su frontal norte sea el más conocido al estar abierto al Parque Colón. Pero merece el esfuerzo mirarla por sus cuatro costados y entrar a ella sobrecoge por su majestuosidad principalmente si se contemplan los sistemas abovedados de sus techos con sus nervaduras al aire.
Es innegable la mano que escribió en su techo un alarde de estilo gótico puro, escribiendo en la historia la primacía de las catedrales de América.DEL PERIODICO EL NACINAL.COM.DO

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