MIRIAM GERMÁN BRITO FUE DESIGNADA EL PASADO JUEVES PRESIDENTA DE LA CÁMARA PENAL DE LA CORTE DE APELACIÓN DEL DISTRITO NACIONAL Santo Domingo
Tímida y reservada al momento de hablar sobre sus cualidades como profesional y su vida privada, pero con buen sentido del humor.
Contrario a esa rigidez y firmeza que muestra en el estrado, con toga y birrete, detrás de su escritorio, con ropa casual, parece ser otra persona.
Humilde y serena. Razona cada respuesta que da, como si estuviese calculando la frase que se propone pronunciar.
Su forma de hablar, pausada y precisa, le impregna al conversatorio un matiz ameno e interesante.
Aunque para algunos resulte paradójico, así es la jueza Miriam Germán Brito, presidenta de la Cámara Penal de la Corte de Apelación del Distrito Nacional, función que desempeña desde el jueves pasado, cuando fue promovida por la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Anteriormente, presidía la Primera Sala Penal de la Corte de Apelación.
Para hablar con reservas sobre sus atributos, tiene sus razones.
“Me parece de mal gusto el autobombo”, dice. Y agrega que se le hace difícil estar pregonando cosas sobre ella, aunque aclara que si tiene que concursar para un puesto, presenta su hoja de vida, sin ningún problema.
Sin embargo, esa forma de ser no ha constituido un obstáculo para que esta mujer, de tez clara, trascienda más allá de aquel lejano campo de Salcedo, llamado Las Liras, que la vio nacer hace 62 años.
Ha ido subiendo las escalinatas del éxito profesional, peldaño tras peldaño, pero de vez en cuando teniendo que saltar algunas barreras, que van desde las dificultades para ir a la escuela, hasta el prejuicio de su padre, quien entendía que las mujeres no debían ir a la universidad.
De lunes a viernes tenía que caminar tres kilómetros a pie para asistir a la escuela y al liceo desde el poblado Los Pinsones, adonde la mudaron para que pudiera dar los primeros pasos en la educación.
Terminado el bachillerato, con todas las dificultades económicas, logró matricularse en la Universidad Católica Madre y Maestra, mediante crédito educativo, por lo que se muda a Santiago, donde vivió en una pensión. Más tarde, vivió en una residencia universitaria, junto a unas monjas católicas.
El derecho no era su pasión, pues su inclinación era hacia las letras, pero en la Pucamaima no impartían esa carrera.
Su mamá no quería que se inscribiera en la UASD, por la efervescencia que imperaba en esa academia durante la década del 60.
“El derecho era lo que más se acercaba a lo que yo quería, y me inscribí en derecho”, precisa.
Dos años antes de graduarse como abogada, en 1972, con honores cum laude, empieza a laborar en la oficina jurídica del doctor Salvador Jorge Blanco, en Santiago, quien más tarde ocuparía la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Ya en la capital, trabajó también en la oficina de Abel Rodríguez del Orbe.
Una larga carrera judicial
Su ingreso al tren judicial fue en 1974, como fiscalizadora en el Juzgado de Paz de Santiago.
Más tarde, trabajó como juez de paz en Salcedo. Luego fue designada juez de instrucción en Moca, pero renunció para acompañar a su esposo en Santo Domingo.
Ella estaba confiada de que conseguiría otro empleo rápido.
Y así ocurrió. Fue nombrada abogada ayudante en la Fiscalía del Distrito Nacional, en el departamento de Quejas y Querellas.
“Esa fue una experiencia para mí inolvidable, porque la mayoría de los problemas eran más para un trabajador social que para un abogado; eran problemas de convivencias; ahí usted oía lo inimaginable”, cuenta.
Llegó a la Fiscalía por recomendación de Milton Ray Guevara, quien había sido su profesor en la universidad y trabajaba en la Presidencia.
Agotó varios períodos, hasta que, a finales de 1986, fue nombrada jueza de la primera Cámara Penal. Allí duró varios años, pero prefirió renunciar antes que aceptar el traslado a Baní que le hizo el magistrado Néstor Contín, porque en esa época los movimientos se interpretaban como una sanción.
“Yo no voy a otro tribunal, aunque me quede en la acera de mi casa”, le dijo a Contín.
Ese espacio lo aprovechó para dedicarse al ejercicio de abogada, y laboró para un centro de asesoría y asistencia legal del Episcopado, cuya experiencia la define como interesante.
Volvió a la judicatura en 1991, a la Primera Sala Penal.
Después fue ascendida a la Corte de Apelación, en 1997.
Como presidencia de la Primera Sala de la Corte de Apelación fue nombrada en el 2002.
Sobre la participación de las mujeres en la justicia, apunta que en la judicatura no se percibe tanto el desbalance frente a los hombres. “La discriminación se nota menos”, subraya.
Comenta que la labor de presidenta de una sala solo ponía a su cargo algunas funciones administrativas, además de juzgar los casos que conoce.
“El hecho de ser mujer no me ha representado dificultad”, anota.
En su amplio ejercicio como jueza, nunca ha vivido con precauciones especiales. No suele usar los servicios de la seguridad que le corresponde por su investidura, porque no le complace andar con un policía detrás. Aunque usualmente no tiene hábito de salir de noche y las librerías están entre los sitios que más fre- cuenta. Tampoco suele comer fuera de su casa.
¿Iría a la SCJ? En las redes sociales de Facebook, a Germán Brito la proponen como jueza de la SCJ, pero ella aclara que no auspicia esa promoción.
Empero, desnuda sus aspiraciones.
“Yo aspiro, eso es natural y humano, porque tengo la mitad de mi vida en este oficio y he llegado a quererlo”, subraya.
En 1997, Germán Brito fue propuesta y evaluada para integrar la SCJ.
Momentos escalofriantes
Recuerda aquel día, cuando un muchacho, corpulento, que fue a arreglarle una puerta a la casa, le preguntó: ¿y usted vive así tan mansa?, a lo cual ella respondió: ¿por qué? Y el joven le refirió: ¿usted no se acuerda de mí? Su contesta fue negativa. El joven le recordó que cuando ella era jueza en la Primera Sala Penal lo liberó, porque guardaba prisión por un hecho que no había cometido.
“A mí me dio una cosa en el estómago. Yo dije: pudo haber sido de otra manera y este hombre caerme a puñaladas aquí”, razonó.
Otro día abordó un taxi, de noche. El taxista le preguntó, ¿trabaja usted en un tribunal? Ella le respondió, sí, ¿por qué? Y el taxista le dijo: usted le echó cinco años de cárcel a un hermano mío, hace muchos años.
“Yo le dije, bueno, yo procuro ser objetiva, y me dice él, debió haberle echado más, porque ese desgraciado vivía vendiéndole el tanque de gas a mi mamá”, narró.
Quedó sorprendida por la reacción del taxista, pues ya lo imaginaba sacando un cuchillo en el carro.
SU NACIMIENTO:
Es la mayor de cuatro hermanos. Hija de Fabio Germán, parcelero, y María Brito, modista, ambos fallecidos.
Nació el 8 de diciembre de 1948 en la loma Las Liras, del paraje Jayabo, de Salcedo.
Procreó cuatro hijos, tres hembras y un varón.
Ha realizado cursos sobre diferentes tópicos, algunos fuera del país, pero no a nivel de especialidades y maestrías.
Dice que no se dedicó a continuar estudios superiores porque tenía una fuerte carga familiar, de la cual no le gusta hablar mucho. Su hijo menor tiene cierta discapacidad. La magistrada se ha capacitado en la Escuela de la Judicatura.
Confiesa que combinar su función de madre con su ejercicio profesional no fue tarea fácil. “Tú no descansas”, enfatiza; por eso procuraba, cuando sus hijos estaban pequeños, que el tiempo que les dedicara fuera de calidad.
Sostiene que el hombre tiene tendencia a no reconocer el espacio a las mujeres.
Conserva con emoción el amor y respeto que le tenía a sus maestros de primaria, porque eran dedicados y tenían buena formación.
SENSIBILIDAD HUMANA
Su función la compara con la de un servidor público, con la diferencia de que como juez tiene que tratar con materiales muy sensibles como la libertad, la honra de una persona y la reparación de un daño.
VALORA SU PROMOCIÓN
Como un reconocimiento a su labor y a su carrera, valora la promoción que le hizo la SCJ el jueves pasado, pero dice que eso no limita sus esperanzas de pertenecer al máximo tribunal.
LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
“Con eso de la violencia de género, tenemos que estar en guardia con uno mismo, para no cargarle al individuo que está ahí la rabia que tú sientes con algunas cosas que ves”, puntualiza.
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