SANTO DOMINGO. A mediados de la década de 1990 fue valorada el área comprendida entre las avenidas John F. Kennedy, Winston Churchill, Máximo Gómez y 27 de Febrero como el polígono central.
El Polígono Central, bajo la normativa que había proporcionado el Ayuntamiento del Distrito Nacional de “crecer hacia adentro”, buscó desarrollar el perfil de centralidad que prometía la zona y de la cual carecía la ciudad en la época (Diario Libre, 2013).
En lo adelante procesos de fragmentación y políticas neoliberales rigieron una polarización lineal de comercios y servicios en las avenidas principales, primordialmente en sentido norte-sur. Este proceso comercial espontáneo y a escala local no distinguía tramos concretos y la reiteración consistía en que la fuerza decrecía a medida que se alejaba de las vías.
Por tanto, la centralidad en el Polígono Central se caracterizaba por una ambigüedad espacial e ineficacia a escala territorial.
Una nueva ordenación de la malla regular ha repercutido en la estructura y orientación del sistema, poniendo a prueba la flexibilidad y adaptación del tejido. En este sentido es importante compartir tres visiones que han sido diferenciadas sobre las intersecciones del Polígono Central.