Desde el inicio de la historia de la humanidad, hasta nuestros días, los hombres en particular y los pueblos en general que se consideran materialmente más poderosos, han subyugado a los más débiles. Como consecuencia de la vieja doctrina del “Destino Manifiesto” del innegable gran país norteamericano, la cual sostenía, entre otras cosas que: “Nuestra Nación es una Roma más grande y más noble; está colocada por Dios para ser árbitro no sólo de los destinos de toda América, sino incluso de Asia y Europa
Nuestro destino manifiesto como contralor de los destinos de toda América es un hecho inevitable y lógico…”, y la de Seguridad Nacional surgida en la administración Kennedy dentro del marco de la “guerra fría”, así como de la incapacidad tradicional de la clase política dominicana dominante, para crear, mantener y mejorar sistemáticamente un proyecto democrático y representativo de nación en el cual se coloquen los propósitos e intereses económicos, sociales y políticos generales de la nación , por encima de los intereses particulares, soldados Norteamérica nos invadieron, por segunda vez, el 28 de abril de 1965; la primera vez fue en el año de 1916.
Dentro de esa última invasión, el ataque directo más sobresaliente y abusivo fue el de los días 15 y 16 de junio de ese 1965.
En ese ataque se puso de manifiesto el gran poder de fuego de la nación más poderosa que el mundo había conocido en toda su historia, contra el gran poder moral y dignidad de una nación pequeña enclavada dentro del inmenso mar azul del Caribe, que había combatido airosamente en contra de tropas inglesas, francesas y españolas, antiguos imperios también. La República Dominicana.
Aquel ataque cruel e inhumano de las tropas invasoras a la zona constitucionalista, fue mantenido incesantemente por más de 20 horas, iniciando temprano de la mañana del día 15 de junio de 1965, con un alto al fuego más o menos a las 9:30 de la mañana del día siguiente.
Esa acción que, a juicio del General Bruce Palmer, jefe de la invasión norteamericana debía durar unas cuantas horas dado su gran poder de fuego militar, pero que, para su sorpresa y la del mundo, se prolongo más allá de lo inicialmente esperado, provocó, a las tropas constitucionalistas, de acuerdo al informe presentado por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, al mediodía de ese martes 16 de junio, en conferencia de prensa a los corresponsales internacionales, 67 muertos, de los cuales 11 eran combatientes y el resto correspondieron a civiles.
Los norteamericanos también sufrieron grandes e inesperadas bajas de parte de los quisqueyanos valientes, los cuales recibieron la orden de resistir el ataque hasta el final: “Ni un paso atrás ni para coger impulso” fue la consigna del ministro de Guerra, el legendario comandante Manuel Ramón Montes Arache.
Basta poner como ejemplo que el comando de San Antón sorprendió a un pelotón de soldados encima del edificio Zaglul desde donde pretendían tomar el edificio de POASI, causándole 16 bajas y provocando la desbanda del resto.
En la feroz batalla de esos dos días durante unas 20 horas, se destacaron todos los comandos, fundamentalmente los colocados en un inexpugnable frente de batalla ubicado en los 1,500 metros del llamado “Cordón de Seguridad” que iba desde el río Ozama hasta la 30 de Marzo.
Entre otros comandos, además de los de POASI y San Antón, podemos citar, los de Santa Barbara, el B-3, el de San Carlos, el 30 de marzo, el de la escuela Argentina, San Miguel.
El “Cordón de Seguridad” se había trazado, para aislar al alto mando constitucionalista del resto de los combatientes de la zona norte, donde se llevó a cabo la operación limpieza operación que produjo un genocidio de civiles y militares que apoyaron la vuelta a la constitución y el retorno de Juan Bosch al poder, deponiendo al gobierno de facto del Triunvirato que había asumido el poder la noche del 25 de septiembre de 1963, interrumpiendo el primer proceso democrático que tuvo el país después de la tiranía de 31 años de Trujillo.
El incomparable poder de fuego con que fue atacada la zona constitucionalista se puede medir por las declaraciones del Estado Mayor constitucionalista presidido por el coronel Caamaño, el cual estimó, que en esas 20 horas que duró el combate, los norteamericanos hicieron 1,865 disparos de grueso calibre, equivalentes a 93 por horas, un cañonazo cada 40 cada segundos.
Ese ataque que tenía como objetivo principal el tomar la zona constitucionalista, para luego eliminar al alto mando político-militar. Las tropas extrajeras comenzaron a invadirnos el 28 de abril, y cuyos más experimentados soldados atacaron la zona constitucionalista.
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