El cine es un Arte, pero también un comercio, un objeto de cambio: el creador, en ocasiones, quiere hacer verdadero cine, pero sabe que precisa de algo a cambio, y ese algo es, necesariamente, el dinero.
Por supuesto que a la mayoría de quienes hacen cine en nuestro país esa idea ni siquiera les ha pasado por la mente porque lo único que prima en ellos es hacer dinero a como dé lugar sin siquiera pensar en si lo que hacen posee por lo menos rudimentos de planteamientos estéticos.
Dicho esto, quiero hacer notar que Juan Basanta, aunque por supuesto quiere en lo más íntimo que “Biodegradable” haga dinero, con seguridad no tenía esa idea como prioridad cuando inició la escritura del guión junto a Manuel Fondeur, tomando como base la novela de William Mejía “Una rosa en el quinto infierno”, y ya eso, para nosotros por lo menos, le vale puntos a su favor.
Emprender una historia de ciencia ficción con nuestros algo precarios medios es una osadía, aunque lo que cuenta sea una aproximación a Orwell y su premonitoria novela con todo y su actualizado “Gran Hermano”.
Pero, además de ser Arte y comercio, un film es, también, puesta en escena y guión. O sea, tiene que llenar requisitos en lo que se refiere a la dirección, a la fotografía, a la musicalización, sonorización, edición y actuación, pero, también en lo que se refiere a lo que cuenta, o sea, al guión, lo que se expresa en lo narrado, los diálogos, las implicaciones de eso que se narra en lo que se refiere a la ideología, al pensamiento, a lo que sienten y viven sus personajes.
Y es ahí donde no podemos dar tantos puntos a Basanta como se los damos por la excelente fotografía de Claudio Chea, incluso por la edición y por la mezcla de música y sonido.
Esta historia futurista parte de dos vías: la de Rosa y su madre enferma obsesionada por protegerla hasta el extremo de venderla aliñada por el amor que la chica siente por el joven Daniel, y la otra es formada por la gente del gobierno (¿nacional o mundial? Ese detalle nunca lo sabremos) con sus rivalidades algo cliché entre los jefes. Que el honesto Herasmo denuncie lo que está pasando (que era obvio) en la “empresa de reinserción” y que manden a investigar lo que le sucedió cuando lo vemos en pantalla claro y nítido, no parece tonto.
Pero el problema no es ese tan simple y evidente, va mucho más allá con la tenue historia de Rosa y su madre y su novio y el súbito encaprichamiento de Gravelli con una boda tan rápida como casi todo lo que sucede porque todo parece marchar a marchas forzadas sin dejar explicaciones sobre eso que está sucediendo.
Porque perseguir a todos sin dar razones puede verse excitante, pero nos deja a la espera de un espeso por qué que no acabará nunca por llegar y que se quiere tapar con un final bien planificado y emocionante en el cual, de todos modos, aún nos preguntamos por qué diablos los comisionados usaban máscaras de oxígeno cuando todos los demás a su alrededor andaban como si nada al descubierto.
(+)
SOBRE ACTUACIÓN
Actuaciones aceptables pero no brillantes redondean la biodegrabilidad que seguimos elogiando en su aspecto técnico aunque nos quedemos con un palmo de narices a la espera de todo aquello que deseamos comprender, tal y como hiciera Orwell.
SOBRE ACTUACIÓN
Actuaciones aceptables pero no brillantes redondean la biodegrabilidad que seguimos elogiando en su aspecto técnico aunque nos quedemos con un palmo de narices a la espera de todo aquello que deseamos comprender, tal y como hiciera Orwell.
Biodegradable.-
Dirección y Guión: Juan Basanta;
Dirección y Guión: Juan Basanta;
Guión: Marcel Fondeur, sobre novela “Una Rosa en el quinto infierno”, de William Mejía;
Fotografía: Claudio Chea;
Intérpretes: Henky Madera, Liz Gallardo, César Évora, Liche Ariza, Judith Rodríguez, Rayniel Rufino, Cecilia García, Angel Haché.
Puesta en escena +++
Dirección +++
Actuaciones ++
Guión ++
Música ++"DE LISTIN DIARIO.COM||
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