miércoles, 6 de febrero de 2013

40 años de Caracoles: César Pérez habla sobre la carta de Amaury a Caamaño



Creo que mantener en la memoria de nuestro pueblo la épica jornada del 12 de enero del 1972, es mantener viva la esperanza de construir un país donde impere la igualdad y la libertad, un país que conserve su identidad como nación                                       .La carta de Amaury a Caamaño o la memoria como espacio de lucha40 años de Caracoles: César Pérez habla sobre la carta de Amaury a Caamaño.

"La memoria es un espacio de lucha: el recuerdo no es algo que el poder deja sin gobernar, sobre todo el recuerdo de un momento que el cambió el curso de las vidas y la realidad misma" Con estas palabras comienza Kristin  Ross su excelente obra "Mayo del 68 y sus vidas posteriores" con la que conmemora los 40 años  del mayo que fue más que francés y que ha sido  la única gran rebelión en el siglo XX en un país altamente desarrollado.
Con el presente evento, se conmemoran 40 años de la heroica jornada de lucha que el 12 de enero del 1972 protagonizaron Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy, Ulises Cerón Polanco y Virgilio Perdomo Pérez, en la que estos valientes y generosos revolucionarios cayeron enfrentando en una batalla de casi un día completo a prácticamente el grueso del ejército dominicano de ese momento.
Esa conmemoración no está concebida como un evento meramente testimonial, sino como un uso de la memoria como espacio para expresar una voluntad de  lucha por la igualdad y la libertad, ideal por el que ellos murieron, desde una perspectiva que vaya más allá de la narración o exaltación del incuestionable  carácter épico  de esa fecha, adentrándonos en las diversas razones que explican la esencia  ese hecho en tanto proceso, vale decir, de concatenación de hechos.
De ahí la idea de hacer una reflexión alrededor de la "Carta de Amaury a Caamaño y a los Comandos en Cuba",  porque en ella se describen una serie de hechos, que en esencia determinaron que un proyecto de cambio que comenzó a gestarse en 1967, con un significativa cantidad de hombres y mujeres, culminase prácticamente cinco años después con la muerte de cuatro de sus principales integrantes. Ese hecho fue el más claro indicio de que los proyectos de lucha armada en el país, a partir de la década de los 70 no eran viables en este país..
Cierto es que el proyecto de Los Palmeros, como todos los procesos revolucionarios de carácter insurreccional en toda la región, tenía una sólida vinculación con la revolución cubana y, como prácticamente todos, era entendido en una lógica de revolución nacional vinculada y asistida en todos los órdenes por esa revolución.
En ese sentido, como lo dice Amaury, el proyecto de Los Palmeros nació al calor de la lucha interna que se desarrollaba en Movimiento Catorce de Junio en la segunda década de los 60. Pero, al conocer del proyecto de Caamaño para organizar desde Cuba una expedición militar hacia nuestro pais, el grupo de Amaury entendió haber encontrado en la figura del Coronel de Abril el líder experimentado y carismático que requería el proceso revolucionario dominicano y por eso, toda la estrategia de los Palmeros se subordinó a la lógica del Proyecto Caamaño.
En tal sentido, la carta sirve para una interpretación de las circunstancias esencialmente determinantes del desenlace del proyecto de los Palmeros, como  también del final del de Caamaño, porque ambos proyectos, en sus inicios se imbricaron. Sirve, por lo tanto, esta carta para comprender cómo una esta figura que encabezó una rebelión popular de la dimensión de la gesta del 65 y con decenas de combatientes bajo su mando en su campamento en Cuba, muera en una acción en la que sólo lo acompañaron 8 combatientes.
Entre Caamaño y el grupo de los Palmeros se establecieron una serie de acuerdos para conjuntamente llevar a cabo un proyecto insurreccional en nuestro país. Sin embargo, en todo el discurrir de la Carta de Amaury a Caamaño este se queja, al tiempo de preguntarse, sin responderse, el porqué este último no cumplió con los pasos indispensables para materializar ese proyecto, los cuales fueron  pactados por ambos.
Se queja de la incomunicación, según él a era producto de la actitud de  Caamaño y del servicio de seguridad cubano frente a la dirección de los Palmeros en nuestro país y frente al mismo Caamaño y los Palmeros en Cuba. Esa actitud, a decir de Amaury, se constituyó en el principal obstáculo que tuvieron ellos para el desarrollo  de las actividades del grupo que este dirigía en el país.
Refiriéndose a actitud, dice en su Carta "lamentablemente la tenacidad del silencio de Uds. ha tenido más resistencia que nuestra paciencia; pero no queremos concluir este mensaje sin llevarles una sólida idea, aunque sea, de la crisis política, moral, etc., que la actitud de Uds. ha generado en nosotros y por reflejo en los demás miembros de nuestra organización".
Como aparente paradoja, si bien Amaury y los Palmeros se sentían incomunicados y con sentimiento de acorralamiento en este país, en cierta medida eso era lo que parece también sentía Caamaño en Cuba. En el  fondo, ambos eran presas de un contexto que no controlaban y que inexorablemente los atenazaba en un inmovilismo que los arrastró hacia la tragedia.
Ese contexto fue el que vivió el movimiento revolucionario en general y la revolución cubana en particular, durante la década comprendida entre 1965-1975. Entre los hechos más salientes de esa década, que pienso fueron determinantes para que se produjera esa circunstancia que en última instancia le era común a Caamaño como a los Palmeros, podría señalar, el mayo francés mencionado al inicio de esta exposición, la intervención soviética en la entonces Checoeslovaquia, la muerte del Che en Bolivia y el incremento y final de la guerra en Vietnam.
Otro elemento del referido contexto el fallido esfuerzo para lograr una zafra de 10 millones de toneladas de caña, el cual tuvo un absurdo voluntarismo que cansó irremediablemente la sociedad cubana al tiempo de tener un impacto devastador que para la economía cubana. Ese elemento lo cita Amaury en su carta y creo jugó un papel sumamente importante en el fracaso del proyecto de Caamaño y por vía de consecuencia, en el de los Palmeros.
En su carta, Amaury se refiere a esa circunstancia, como algo que pudo haber gravitado para que no fluyese la ayuda económica cubana a su grupo, ayuda que por demás fue sugerida y justificada por los cubanos y aceptada por los Palmeros con manifiesta reticencia por la nefasta consecuencias que podía haber tenido, como al final la tuvo, como como con pesar él lo expresó en la comentada carta.
En el caso de la intervención soviética en Checoeslovaquia, ese hecho impactó de manera dramática en la línea de varios partidos comunistas y  en modo particular en las relaciones soviético-cubana. Y a ese propósito, entre las preguntas que hace Amaury sobre el porqué del comportamiento de Caamaño frente al proyecto de los Palmeros, en su carta hacía la siguiente: "Cuba ha modificado su línea política de partidaria militante de la guerra revolucionaria por presión soviética y conveniencias políticas y económicas regionales"? y se respondía diciendo "nos negamos a creerlo, porque no concebimos que eso pueda ocurrir estando Fidel al mando a esa revolución".
Le atribuía a Juan Bosch el  haber pregonado esa idea. Sin embargo, en realidad fue el Partido Comunista Dominicano, PCD, y no aquel, quien llegó a esa correcta interpretación del impacto que sobre la revolución cubana tuvo el apoyo de la dirección de esta a la  intervención que detuvo la primavera de Praga, como se le llamó  movimiento renovador del socialismo checo. Esa interpretación, el PCD  se la hizo saber a Caamaño, planteándole el carácter inviable de su proyecto expedicionario.
Sin embargo, a pesar de que el PCD era consciente de ese viraje, no abandonó la idea de la lucha armada y siguió  su programa de formación de cuadros algunos países socialistas, en el marco de esa idea, hasta la década de los 80. Una posición no exenta de cierta ambigüedad, o por lo menos de inconsitencia política, pues ya para esa década, si exceptuamos el triunfo de los Sandinistas y la permanencia de las perennes guerrillas colombianas, la vía de la lucha armada como táctica de poder en esta región se había tornado impracticable.
En caso de Caamaño y de algunos sus compañeros, es posible que eran conscientes del viraje cubano en torno a su vinculación con los procesos de lucha armada en la región y que debido a esta circunstancia ellos no apoyarían una expedición militar que partiera de su territorio. Resulta difícil entender que no fueran conscientes de esto a pesar de estar viviendo en Cuba y teniendo contactos relativamente fluidos con la dirección de ese país.
Si no lo entendieron, tanto él como cualquier otro miembro de su proyecto o del de Amaury allí presentes mostraron un pobre olfato político, si lo sabían o al menos lo sospechaban y no se lo participaron a la dirección de los Palmeros en nuestro país cometieron un acto de irresponsabilidad tanto  política como ética, totalmente inexcusable.
En el caso de Amaury, pudo más la fe que el sentido de la objetividad política y eso lo llevó a no creer en que una reorientación de la solidaridad de la revolución cubana con los procesos insurreccionales en la región, como la comentada, pudiera "ocurrir estando Fidel al mando a esa revolución". En realidad, fue un acto de fe e ingenuidad en la que gente de su generosidad, de su arrojo y talante a veces suelen incurrir. El hecho de no haberse dado cuenta de ese viraje también pudo explicarse por la circunstancia de aislamiento y acoso en que tanto él como su grupo vivieron su particular experiencia revolucionaria.
Podrían discutirse muchos de los detalles que da Amaury en su Carta sobre el incumplimiento de los acuerdo pactado entre este, Caamaño y los demás integrantes de los Comandos en Cuba, pero resulta incuestionable que el desenlace del proyecto de los Palmeros está íntimamente ligado a la forma en que discurrieron las relaciones que se estableció entre el grupo dirigido por Amaury en el país, los demás miembros de sus organización en Cuba, Caamaño y los servicios seguridad del gobierno cubano y los cambios en las relaciones soviético-cubana.
Además de esas razones, que hacían un contexto desfavorable para la lucha de los Palmeros, debe considerarse el estado de dispersión del movimiento revolucionario en el país, su fragmentación, debilidad y de real incomprensión de que los acontecimientos que determinaron la forma en que terminó la insurrección de Abril del 65 y el proceso de exterminio selectivo de revolucionarios por los cuerpos represivos de la CIA y de Balaguer, hacían inviable cualquier proyecto armado en nuestro.
En su carta Amaury es reiterativo en el papel de la incomunicación en la toma de decisiones e iniciativas de los Palmeros en el país. Es reiterativo en el planteamiento de cómo esta circunstancia llevo a la dirección de ellos a momentos de cuasi parálisis, de incertidumbre y hasta de desmoralización. La descripción de esa situación fue hecha por Amauary pocas semanas antes de producirse la épica jornada del 12 de enero de 1972, hace 40 años.
Ese hecho heroico y trágico al mismo tiempo, como todos los hechos de esa naturaleza, constituye un momento clave de la memoria histórica de nuestro país que debe ser conocida para una más correcta interpretación de uno de los periodos más importantes de la historia de nuestro país: el papel de la izquierda en proceso político dominicano durante las décadas de los 60 y los 70 y la influencia que este tuvo en lo que es la izquierda y podría ser la izquierda de este país.
Finalmente, creo que mantener en la memoria de nuestro pueblo la épica jornada del 12 de enero del 1972, es mantener viva la esperanza de construir un país donde impere la igualdad y la libertad, un país que conserve su identidad como nación. Pero esta memoria sólo se mantiene como espacio de lucha si lo preservamos y difundimos con objetividad, con la verdad, con decoro y con dignidad.
Santo Domingo, 9 de enero del 2013

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