Puerto Príncipe (EFE).- A pesar de la masiva ayuda internacional que colapsó el aeropuerto de Puerto Príncipe apenas horas después del terremoto que asoló Haití el pasado 12 de enero, la miseria extrema sigue presente en las abarrotadas calles de la capital haitiana.
Solamente hay que mirar alrededor para darse cuenta de que tras diez meses la reconstrucción de la ciudad, la más afectada por el seísmo, sigue careciendo de lo básico y fundamental a apenas once días de la celebración de unas elecciones de las que los haitianos parecen desconfiar.
Mercados callejeros abarrotan las avenidas circundadas por edificios todavía derruidos, entre cuyos escombros los ciudadanos han aprendido a vivir y a cobijarse.
Según los miembros de la ONG española Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF) prácticamente nada ha cambiado en el aspecto de Puerto Príncipe desde que el temblor de tierra de apenas unos minutos acabó con la vida de cientos de miles de sus habitantes.
Ahora es el cólera el que vuelve a convertir al país en foco informativo, una enfermedad que se ha cobrado ya la muerte de 1.034 personas y 16.799 han tenido que ser hospitalizadas, de acuerdo a los últimos datos suministrados por el Ministerio de Salud.
Frente a las puertas del principal hospital de la capital haitiana, donde una fina pared prefabricada separa a los pacientes habituales de los infectados o previsiblemente infectados por la epidemia, un joven adolescente, completamente desnudo, reclama en silencio, tendido en el suelo, atención sanitaria.
Haití está ya tan acostumbrado a la muerte que muchos pasan por encima de él dando por hecho que se trata de un cadáver.
Otros, se limitan a sacar sus teléfonos móviles para fotografiar tan trágica instantánea antes de que un camión pase y se lo lleve.
A tan sólo unos metros de distancia los médicos no dan abasto para atender a las filas de pacientes, muchos de los cuales permanecen encogidos en sillas junto a las tiendas de campaña que hacen las veces de improvisados consultorios.
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