LA EXISTENCIA DEL HOSPITAL PADRE BILLINI, FUNDADO EN EL 1959, ES AJENA A GRAN PARTE DE LA POBLACIÓN, PUES MUCHO LO CREEN CERRADO Santo Domingo
Sus miradas están perdidas, parecen ser nubes grises que dispersan su escasa luz hacia un punto sin horizonte. Se hacen llamar por apodos tan suyos como su condición: Bobo, Muñeca, Solón. Es la vida sin rumbo de enfermos mentales que con pasos firmes, pies descalzos y ropa descuidada pasean por los jardines de su albergue, el hospital psiquiátrico Padre Billini, conocido popularmente como “El 28”.
A su condición de internos se le suma que el lugar es inhóspito. Sus paredes están agrietadas y el techo filtra en la mayoría de las habitaciones, situación que mantiene en vilo a las enfermeras por el temor a que el techo o una pared les caiga encima a pacientes que duermen ajenos a este tipo de preocupación.
Esto contrasta con la trama de las películas que muestran paredes blancas y médicos uniformados. La realidad aquí es cruda y difícil de asimilar.
La existencia de este centro de salud, fundado en 1959, es ajena a gran parte de la población, pues casi todos los consultados pensaban que había sido clausurado y otros consideran que el pago de una cuota es la condición indispensable para tener interno a un enfermo.
Sin embargo, una madre que se encontraba al cuidado de su hija en el centro asistencial, afirmó que nunca ha pagado un centavo para internarla. “Yo casi vivo aquí, pues mi hija recae a cada rato, y no me quejo de nada”, añadió.
Actualmente, en el hospital psiquiátrico hay 114 internos y 130 camas, pero el deterioro que presenta y el presupuesto que reciben del Estado no da para mucho, según explica la directora del centro, Dulce Javier.
Considera que un millón 200 mil pesos que reciben mensualmente limita el trabajo que realmente necesita el lugar, además de la infraestructura que prácticamente se les cae encima.
Precisó que cuando llueve las habitaciones se llenan de agua y se arma un caos por la necesidad de trasladar a los internos asustados a otros lugares.
Javier, quien se define como un ave de paso por la institución, ya que está en proceso de jubilación, dice que cuando pintan las paredes a la semana está igual, ya que hay filtraciones que levantan la pintura.
Otro de los problemas ñasegurañ es que hay pacientes que son abandonados por su familiares y tienen que costearles todo, hasta los artículos para la higiene personal. Explica que cuando el paciente mejora tratan de comunicarse con sus familiares y en ocasiones deben buscar hasta el transporte para retornarlos a sus hogares, lo que implica un gasto adicional.
De los 114 internos, 60 viven permanentemente en el hospital, porque no tienen dónde ir o porque sus familiares no fueron contactados ni los procuran, pese a que la mayoría está recuperada.
En cuanto a cómo percibe la actitud hacia los enfermos mentales, la directora del hospital psiquiátrico entiende que hay que educar a la sociedad para que trate mejor a los enfermos mentales.
Burlas
Deploró que estos pacientes sean objeto de burlas y la percepción errada de que deben estar encerrados porque no pueden curarse. “Hemos tenido muchos pacientes que se han incorporado a la vida diaria”, añadió.
Cuenta que las satisfacciones son muchas, pero la mayor es cuando ven a un paciente que ha sido abandonado y luego de recuperarse se reinserta en la sociedad. “Compartir con ellos y escuchar sus inquietudes. Cuando el paciente nos dice que se quiere quedar aquí porque realmente recibe un buen trato”, citó.
Javier precisa que los planes de la institución son ambiciosos, pero necesitan más recursos alcanzarlos, aunque indica que lo esencial es reconstruir la deteriorada estructura física.
Agradeció a la Lotería Nacional, institución que actualmente arregla tres unidades en el nosocomio, dos para pacientes y una cocina única, la que permitirá un mayor control de los alimentos y de la higiene.
La especialista de la salud mental considera inexplicable la escasa solidaridad con estos enfermos que no eligieron su destino. Semanalmente envían cartas a varias instituciones en procura de alguna donación, pero sus reclamos caen en el vacío.
Se critica que estos pacientes sean objeto de burlas y la percepción errada de que no pueden curarse.
ALTA INCIDENCIA DE LA ENFERMEDAD
Unos 40 pacientes por día son asistidos por algún tipo de trastorno mental en el hospital Padre Billini, y de esa cantidad alrededor de 10 ameritan internamiento, lo que explica la alta tasa de incidencia de las enfermedades mentales en el país.
La problemática se agrava ante las precariedades en el servicio y las limitaciones de acceso a otros centros que ofrezcan internamientos por esta causa.
Volver a ser niño
Una monedita es la petición obligada de estas víctimas del destino y de la indiferencia social, que bajo la mirada perdida esconden una triste realidad que se adueña de sus vidas. Entrar al lugar es palpar adultos que han vuelto a ser niños.
Una señora de tez clara se acerca, con labios arrugados que solo sostienen unos cuantos dientes negros y desgastados, pide 10 pesos, no más, y cuando es complacida derrocha alegría. Ante el éxito de la dama, otro paciente se apresura para gestionar también una moneda que le permita comprar alguna cosa en la cafetería.
En los jardines caminan sin cesar. Tienen condiciones especiales, pero han sido evaluados por un médico que descartó cualquier reacción agresiva y por tanto no representan peligro para los visitantes. Los pacientes crónicos están encerrados hasta que mejoren. El presidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD) aboga Los hombres del campo esperan que el Bagrícola baje las tas
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