Al celebrarse hoy los 55 años de vida sacerdotal del Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, el clero bajo su cuidado y sus hermanos obispos de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED), han resaltado sus virtudes y cualidades, especialmente su particular amor y dedicación a su labor pastoral.
La obra de nuestro Cardenal es extraordinaria, no se podría equiparar con la de ningún otro Arzobispo” dijo el padre Cecilio de los Santos, vicario episcopal del clero de la Arquidiócesis Primada de América. “Es un hombre de trascendencia, lo ha sido siempre”.
Ordenado sacerdote en La Vega, el 18 de marzo de 1961, por el entonces obispo de esa diócesis Francisco Panal Ramírez, lejos estaba entonces el flamante presbítero de pensar que al final de su larga y fructífera carrera eclesiástica se le recordaría con estas frases del Papa Paulo VI, de su primera encíclica “Ecclesiam Suam”, publicada el 6 de agosto de 1964, como cita el vicario De los Santos:
“Habiendo Jesucristo fundado su Iglesia para que fuese al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación, se ve claramente por qué a lo largo de los siglos le han dado muestras de particular amor y le han dedicado especial solicitud todos los que se han interesado por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres”.
Liderazgo
El padre Cecilio narra que lo que más admiran los sacerdotes que a lo largo de tantos años han trabajado bajo la autoridad del cardenal López Rodríguez, tanto en San Francisco de Macorís, donde fue el primer obispo, y en Santo Domingo, donde es arzobispo por casi 37 años, es el cariño y el respeto que siempre ha mostrado por todos los miembros del clero y los que trabajan con él.
El padre Cecilio narra que lo que más admiran los sacerdotes que a lo largo de tantos años han trabajado bajo la autoridad del cardenal López Rodríguez, tanto en San Francisco de Macorís, donde fue el primer obispo, y en Santo Domingo, donde es arzobispo por casi 37 años, es el cariño y el respeto que siempre ha mostrado por todos los miembros del clero y los que trabajan con él.
“En lo personal siempre he recibido su apoyo y me ha dado toda su confianza en las posiciones que me ha designado y en los asuntos que me ha confiado”, dijo. “Es un hombre transparente, ecuánime, que defiende con pasión los valores de la fe y los principios inmutables en los que cree”.
Resaltó que la vida de López Rodríguez ha sido siempre un ejemplo no sólo para la iglesia universal y la iglesia dominicana, sino para todos los creyentes y la sociedad en general.
“Algunos podrán criticarlo y decir lo que quieran de él, pero nadie puede acusarlo de traicionar sus principios o faltar a la verdad”.
Don de gentes
El padre Carmelo Santana, secretario de la Conferencia del Episcopado, lo recuerda desde la primavera del año 1972, cuando el entonces vicario de la diócesis de La Vega, presbítero López Rodríguez, visitó el Seminario Menor de Pontón. “Nos impresionó a todos, era un sacerdote con liderazgo, muy simpático, que hacia amistad fácilmente”.
El padre Carmelo Santana, secretario de la Conferencia del Episcopado, lo recuerda desde la primavera del año 1972, cuando el entonces vicario de la diócesis de La Vega, presbítero López Rodríguez, visitó el Seminario Menor de Pontón. “Nos impresionó a todos, era un sacerdote con liderazgo, muy simpático, que hacia amistad fácilmente”.
Según Santana, todas las veces que visitó el seminario menor saludaba a los seminaristas con mucho cariño y respeto. “Siempre caía bien a la gente, y se le veía como un hombre de temple, liderazgo y de carácter”.
López Rodríguez fue designado obispo de San Francisco de Macorís por el Papa Paulo VI en 1978, una nueva diócesis creada entonces al desmembrarse por razones pastorales la diócesis de La Vega. “Desde el primer día mostró su preocupación pastoral por la nueva diócesis, como venía haciéndolo desde las posiciones que había ocupado como sacerdote en La Vega”.
El padre Carmelo recuerda que en Macorís el obispo López Rodríguez todo lo planificaba, no improvisaba, era un obispo lleno de formalidades, con ideas y principios claros y definidos, lo que lo llevó a convertirse en el Arzobispo más joven que ocupa la sede histórica de Santo Domingo.
Llleno de lo bueno
Monseñor Agripino Núñez, rector emérito de la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra, refirió que con frecuencia los medios de prensa reseñan declaraciones, sobre todo cuando hay problemas y que podrían publicar imprecisiones, pero nadie podrá decir que no es “un hombre de Dios, prodigioso y consagrado por los pobres”.
Monseñor Agripino Núñez, rector emérito de la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra, refirió que con frecuencia los medios de prensa reseñan declaraciones, sobre todo cuando hay problemas y que podrían publicar imprecisiones, pero nadie podrá decir que no es “un hombre de Dios, prodigioso y consagrado por los pobres”.
“En el plano ejecutivo el cardenal es una persona emprendedora, lleno de todo lo bueno. Ha creado dos grandes universidades y decenas de centros educativos y pastorales, en las que aquellas personas que buscan del Señor se han formado para bien y el servicio. La iglesia y el pueblo dominicano se sienten orgulloso de tener un cardenal como éste.
Dijo que el purpurado no sólo se ha destacado en el país, sino que ha goza de gran aprecio en otras latitudes, y que los tres últimos papas le han expresado reiteradas muestras de respeto y cariño.
SU FORTALEZA Y VALOR PARA DENUNCIAR SIN TEMOR A LAS CONSECUENCIAS
Para mí, el cardenal López Rodríguez es la voz y representación más alta de la dignidad nacional. Su arraigada fe cristiana es la que le insufla fortaleza y valor para denunciar nuestras desviaciones morales, sin temor a las consecuencias. En las horas más difíciles del país, ha prestado sus servicios como ciudadano y pastor apegado a las más puras esencias de la doctrina social de la Iglesia, y su fructífero cardenalato ha sido determinante para la vitalidad de una iglesia y para el sostenimiento de la soberanía y las libertades públicas cuando otros escurren el bulto, por irresponsables, o claudican, como cobardes, ante toda presión foránea dirigida a socavar estos valores inmanentes y sagrados de la Patria. Lo admiro, lo respeto y lo quiero.
Para mí, el cardenal López Rodríguez es la voz y representación más alta de la dignidad nacional. Su arraigada fe cristiana es la que le insufla fortaleza y valor para denunciar nuestras desviaciones morales, sin temor a las consecuencias. En las horas más difíciles del país, ha prestado sus servicios como ciudadano y pastor apegado a las más puras esencias de la doctrina social de la Iglesia, y su fructífero cardenalato ha sido determinante para la vitalidad de una iglesia y para el sostenimiento de la soberanía y las libertades públicas cuando otros escurren el bulto, por irresponsables, o claudican, como cobardes, ante toda presión foránea dirigida a socavar estos valores inmanentes y sagrados de la Patria. Lo admiro, lo respeto y lo quiero.
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