Helen Suriel es un nombre que refiere a dos mujeres distintas, dos jóvenes madres que, además de llamarse igual, coincidieron en su trágico final. Fueron víctimas de dos verdugos, exparejas, que se encargaron de quitarles las vidas y dejar a sus hijos huérfanos.
La primera fue la periodista Helen Suriel Pujols, asesinada el día de Año Nuevo de 2009, posiblemente, el primer feminicidio de los 92 registrados ese año. La segunda es Helen Suriel Gondres, de 19 años, la víctima número 85 del 2017, según cifras no oficiales.
Esta última Helen Suriel, quien residía en Sabana Perdida, murió ayer viernes en el hospital Ney Arias Lora, tras permanecer cuatro días en un coma profundo por los tres impactos de bala que le infirió su expareja, José Miguel Hernández Núñez, quien, luego, se suicidó de un disparo en la cabeza.
Al parecer, todos temían por su vida. La joven madre había recurrido a familiares y a la justicia para evitar que la mataran. Sus parientes dijeron que logró una orden de alejamiento, una disposición de un tribunal para que Hernández Núñez no se acercara y su padrastro, quien es psicólogo, le impartió hasta 12 terapias al hombre para que depusiera su intención asesina.Esos esfuerzos fueron en vano, como el que hicieron los médicos del Ney Arias Lora. La mujer fue asesinada y su hijo, de dos años, queda al cuidado de familiares.
Hernández Núñez, siempre ejerció “poder y control” sobre la joven con quien inició una relación cuando ésta tenía 15 años y hasta le prohibió estudiar. El homicida-suicida portaba una pistola asignada por la empresa donde trabajaba como seguridad, arma que usó para el pasado martes dispararle a Helen delante de una hermana de ella y el hijo de ambos, y posteriormente quitarse la vida.
La otra Helen
La tocaya es Helen Suriel Pujols, de 29 años, asesinada el primero de enero de 2009 por su expareja, el raso Junior Domínguez, con el arma de reglamento de su hermano, un capitán de la Policía, en el sector Los tres Brazos.
Esta Helen fue sorprendida en su casa por Domínguez, quien le hizo un disparo en la cabeza. Un tribunal lo condenó posteriormente a 15 años de prisión.
Sus hijos de ocho y tres años, la mayor con una discapacidad físico-motora que le impide caminar y hablar, quedaron al cuidado de sus tías y abuela.
La diferencia en este caso es que la comunicadora tenía otra pareja, el padre de su hijo pequeño, y fue sorprendida mientras realizaba un trabajo en la computadora por el agresor que entró por la fuerza a su habitación.
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