Nadó tres horas con sus propias fuerzas y otras siete sujetada a un envase plástico vacío
Sobeida Guzmán sobrevivió al naufragio del pasado 4 de febrero en Sabana de la Mar. Otras 56 personas no tuvieron su misma suerte cuando la embarcación en donde se proponían llegar a Puerto Rico naufragó, ahogándoles la vida y las esperanzas.
Sobeida nadó tres horas con sus propias fuerzas y otras siete sujetada a un envase plástico que le dio uno de los viajeros que abordaron una yola con la esperanza de buscar una tierra más fértil para sus frustradas expectativas.
“Tendré que ir a un psicólogo... Porque no puedo dormir, tengo que dormir sedada, vi morir a mucha gente... Es terrible”, asegura Sobeida en una llamada que realizó al programa El gobierno de la tarde, de la radioemisora Z 101.
Sobeida es oriunda de San Francisco de Macorís y tiene tres hijos.
“Yo no lo hice por aventura. El pensar mío era llegar a Puerto Rico, salir adelante y sacar mis hijos adelante”, dijo.
Más que un axioma es la sempiterna motivación de alguien que se ve sometido a un abandono de las esperanzas, cansado de buscar oportunidades en un país en el que son muchos los factores que le enfilan en la pobreza.
Dice que hizo la travesía convencida por una amiga, la misma que después vio entregarse a la muerte en las costas de ese país en que nació y del que quiso alejarse... al igual que ella.
Narra que tuvo que pagar 40 mil pesos, pero que el organizador pedía diferentes sumas según el entendía el interesado podía pagar. Algunos pagaron 20 mil, otros 40 mil y algunos llegaron a pagar hasta 50 mil pesos por una tumba de agua.
Nunca vio la embarcación sino hasta el momento en que tuvo que abordarla. “Salimos como a las 2:00 de la mañana desde Sánchez, Samaná. Íbamos alrededor de 75 personas, incluyendo mujeres embarazadas”.
A pocos minutos de empezar la travesía a la parte delantera de la embarcación, la que corresponde a la proa, comenzó a desprenderse la fibra de la que estaba hecha y por la misma desesperación de los viajeros al ver que el agua empezó a penetrar y llenar la yola, fue que terminó volcándose y posteriormente se hundió.
“Al caer al agua, pude escuchar cómo muchas de las personas gritaban que no sabían nadar , lloraban y se agitaban, luego pasados algunos minutos la voces comenzaban a cesar hasta que ya no escuchaba nada. Otros pocos nadaban y algunos se podían mantener a flote po que se sostenían de garrafones a manera de salvavidas. Yo me mantenía flotando porque sabía nadar un poco”.
"Comencé a nadar para llegar a la orilla, nadé alrededor de tres horas con todas mis fuerzas hasta que me empezaron a faltar."
Al verme cansada y ya casi rendida, un joven que se mantenía nadando gracias a sus garrafones, me ofreció uno para que lo utilizara de salvavidas. Me aferré a él y seguí impulsándome.
Narra con gélida indiferencia que continuó su viaje a la orilla por casi siete horas más, lo que resulta todo una proeza si se toman en cuenta la actividad física, la deshidratación y las quemaduras provocadas por el sol.
“Fue entonces cuando un pescador me vio -hace una pausa- me subió a su pequeña embarcación y me llevó a la orilla”. Eran ya las dos de la tarde.
“No lo volvería a hacer nunca en la vida", dijo la sobreviviente.
"Me pueden pagar todos los millones del mundo para montarme y yo no me monto”. dice Sobeida, sobresaltada, como si se hubiera encontrado por primera vez con los peligros que conllevan los viajes ilegales.
Luego de su rescate, Sobeida Guzmán fue ingresada en el hospital San Vicente de Paul de San Francisco de Macorís, donde fue atendida de numerosas quemaduras de segundo grado que el sol plasmó en todo su cuerpo. Fue dada de alta el pasado sábado 11 de este mes y regresó a su casa, en donde se recupera de sus heridas.
Los viajes ilegales no se detienen
En 2011 más de 50 organizadores y capitanes embarcaciones en que se realizan viajes ilegales fueron sometidos a la acción de la justicia, según cifras de la Marina de Guerra dominicana.
En Puerto Rico, las autoridades federales reportaron que para diciembre de 2011 capturaron más de 932 inmigrantes ilegales, casi el doble de 2010, cuando sumaron 531 personas.
En República Dominicana la ley 137-03 estipula la sanción por trafico o trata ilícita de personas, con penas que van de 10 a 20 años, dependiendo de las implicaciones del caso.
Y a pesar que de que las autoridades encargadas de frenar los viajes ilegales, muchas veces conocen a los organizadores que se lucran de esa actividad. Incluso, en no pocas ocasiones personeros de sus propias filas han sido vinculadas a la estructura de este lucroso negocio.
Sobeida nadó tres horas con sus propias fuerzas y otras siete sujetada a un envase plástico que le dio uno de los viajeros que abordaron una yola con la esperanza de buscar una tierra más fértil para sus frustradas expectativas.
“Tendré que ir a un psicólogo... Porque no puedo dormir, tengo que dormir sedada, vi morir a mucha gente... Es terrible”, asegura Sobeida en una llamada que realizó al programa El gobierno de la tarde, de la radioemisora Z 101.
Sobeida es oriunda de San Francisco de Macorís y tiene tres hijos.
“Yo no lo hice por aventura. El pensar mío era llegar a Puerto Rico, salir adelante y sacar mis hijos adelante”, dijo.
Más que un axioma es la sempiterna motivación de alguien que se ve sometido a un abandono de las esperanzas, cansado de buscar oportunidades en un país en el que son muchos los factores que le enfilan en la pobreza.
Dice que hizo la travesía convencida por una amiga, la misma que después vio entregarse a la muerte en las costas de ese país en que nació y del que quiso alejarse... al igual que ella.
Narra que tuvo que pagar 40 mil pesos, pero que el organizador pedía diferentes sumas según el entendía el interesado podía pagar. Algunos pagaron 20 mil, otros 40 mil y algunos llegaron a pagar hasta 50 mil pesos por una tumba de agua.
Nunca vio la embarcación sino hasta el momento en que tuvo que abordarla. “Salimos como a las 2:00 de la mañana desde Sánchez, Samaná. Íbamos alrededor de 75 personas, incluyendo mujeres embarazadas”.
A pocos minutos de empezar la travesía a la parte delantera de la embarcación, la que corresponde a la proa, comenzó a desprenderse la fibra de la que estaba hecha y por la misma desesperación de los viajeros al ver que el agua empezó a penetrar y llenar la yola, fue que terminó volcándose y posteriormente se hundió.
“Al caer al agua, pude escuchar cómo muchas de las personas gritaban que no sabían nadar , lloraban y se agitaban, luego pasados algunos minutos la voces comenzaban a cesar hasta que ya no escuchaba nada. Otros pocos nadaban y algunos se podían mantener a flote po que se sostenían de garrafones a manera de salvavidas. Yo me mantenía flotando porque sabía nadar un poco”.
"Comencé a nadar para llegar a la orilla, nadé alrededor de tres horas con todas mis fuerzas hasta que me empezaron a faltar."
Al verme cansada y ya casi rendida, un joven que se mantenía nadando gracias a sus garrafones, me ofreció uno para que lo utilizara de salvavidas. Me aferré a él y seguí impulsándome.
Narra con gélida indiferencia que continuó su viaje a la orilla por casi siete horas más, lo que resulta todo una proeza si se toman en cuenta la actividad física, la deshidratación y las quemaduras provocadas por el sol.
“Fue entonces cuando un pescador me vio -hace una pausa- me subió a su pequeña embarcación y me llevó a la orilla”. Eran ya las dos de la tarde.
“No lo volvería a hacer nunca en la vida", dijo la sobreviviente.
"Me pueden pagar todos los millones del mundo para montarme y yo no me monto”. dice Sobeida, sobresaltada, como si se hubiera encontrado por primera vez con los peligros que conllevan los viajes ilegales.
Luego de su rescate, Sobeida Guzmán fue ingresada en el hospital San Vicente de Paul de San Francisco de Macorís, donde fue atendida de numerosas quemaduras de segundo grado que el sol plasmó en todo su cuerpo. Fue dada de alta el pasado sábado 11 de este mes y regresó a su casa, en donde se recupera de sus heridas.
Los viajes ilegales no se detienen
En 2011 más de 50 organizadores y capitanes embarcaciones en que se realizan viajes ilegales fueron sometidos a la acción de la justicia, según cifras de la Marina de Guerra dominicana.
En Puerto Rico, las autoridades federales reportaron que para diciembre de 2011 capturaron más de 932 inmigrantes ilegales, casi el doble de 2010, cuando sumaron 531 personas.
En República Dominicana la ley 137-03 estipula la sanción por trafico o trata ilícita de personas, con penas que van de 10 a 20 años, dependiendo de las implicaciones del caso.
Y a pesar que de que las autoridades encargadas de frenar los viajes ilegales, muchas veces conocen a los organizadores que se lucran de esa actividad. Incluso, en no pocas ocasiones personeros de sus propias filas han sido vinculadas a la estructura de este lucroso negocio.
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