Santo Domingo (EFE).- El Gobierno de República Dominicana anunció que rendirá honores al cacique taíno Enriquillo por haber encabezado una rebelión en el siglo XVI contra “las acciones genocidas” de los conquistadores españoles.
En un decreto firmado por el presidente Luis Abinader, divulgado en la noche del viernes, el Gobierno ordenó la construcción de un mausoleo en honor a Enriquillo y la creación de una cátedra dedicada a la vida del cacique, cuyos contenidos serán impartidos en las escuelas dominicanas.
En el decreto, en dos ocasiones se afirma que los conquistadores españoles llevaron a cabo “acciones genocidas” en la conquista de la isla La Española.
“Enriquillo es el máximo símbolo de la resistencia en América por su lucha contra las acciones genocidas, opresoras y abusivas propiciadas por las instituciones colonizadoras y ejecutadas por sus ejércitos contra los taínos y esclavos de origen africano, construyendo con sus reivindicaciones los cimientos que sustentan la lucha por los derechos humanos”, afirma el decreto.
En República Dominicana son muy poco frecuentes los cuestionamientos a la conquista española y menos aún procedentes de las autoridades.
En el país abundan los monumentos a Cristóbal Colón y a otras figuras de la época, como el primer gobernador de la isla, Nicolás de Ovando, a quien en el decreto se acusa de ordenar “matanzas masivas».
Entre las escasas voces críticas con el pasado colonial, el pasado octubre, durante el día de la Hispanidad, el alcalde de Santo Domingo Este, Manuel Jiménez, y el senador de la provincia de Santo Domingo, Antonio Taveras Guzmán, propusieron cambiar de nombre el Faro a Colón, un gigantesco monumento en honor al almirante. Ambos propusieron renombrar el famoso monumento como Faro de las Américas, para reconocer la dignidad de los pueblos originarios.
En República Dominicana también existen monumentos de los líderes indígenas de la época y el mayor lago del país se llama Enriquillo, en honor al cacique.
Enriquillo, nacido con el nombre Guarocuya, era sobrino del cacique Caonabo y de Anacaona, gobernantes del cacicazgo de Jaragua, uno de los territorios indígenas en los que se dividía la isla antes de la llegada de Cristóbal Colón.
Después de quedar huérfano en las “matanzas masivas” perpetradas por los españoles, destaca el decreto, fue adoptado por el español Diego de Velázquez, bautizado con el nombre de Enrique y entregado a los sacerdotes franciscanos, que lo criaron y educaron.
Posteriormente, Enriquillo lideró una sublevación entre 1519 y 1533, con tropas indígenas que se enrocaron en la sierra de Bahoruco y combatieron a las tropas españolas con tácticas de guerrilla.
En 1533 se firmó un acuerdo de paz, propuesto directamente por el rey Carlos I, en el primer trato de paz firmado en América, en el que se ofrecieron tierras para Enriquillo, además del título de “don”, una distinción que entonces solo usaba la nobleza más distinguida de España.
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