“Me incorporé, levanté los brazos y grité: no estoy muerta, por favor, ayúdenme”, esa frase desesperada es de la ingeniera Francina Hungría, quien perdió el ojo derecho luego de que un asaltante, que huía tras cometer un atraco, le diera un disparo en la cabeza para quitarle su vehículo. La joven regresaba a su trabajo tras adquirir materiales de construcción en una ferretería cercana a la obra donde labora en el ensanche Piantini.
Desde su lecho en la clínica Abel González, con voz a veces firme, otras entrecortada o ahogada por el llanto, Francina contó que cuando los atracadores le dispararon y la sacaron de su vehículo lanzándola al suelo “como si fuera un animal”, ella escuchaba la gente decir: “Está muerta, está muerta,” entonces reaccionó. “Me incorporé, levanté los brazos y grité: no estoy muerta, por favor ayúdenme”.
Dice que un hombre la recogió del asfalto, la subió en su vehículo y junto a una señora la llevó hasta la clínica. “Escuché a la señora gritando que se quitaran que llevaban un herido”. Dijo que nunca perdió el conocimiento y que también escuchó a su salvador insistir ante los médicos de la clínica para que le salvaran la vida.
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