Un equipo de jóvenes ingenieros y arquitectos convivió durante 12 semanas con las familias de La Barquita, un paupérrimo barrio de la capital situado a orillas del Río Ozama que el gobierno desalojó para devolverles la dignidad a sus habitantes y librarlos de las contantes inundaciones provocadas por la crecida del afluente en tiempos de lluvias.
Eran 12 profesionales con edades de entre 21 y 29 años, deseosos de trabajar y con vocación de servicio social. Tal vez ninguno de ellos había visitado un barrio similar, pero no tuvieron miedo a entrar, convivir con la gente y conocer sus interioridades, ilusiones, costumbres y necesidades.
El llamado a licitación para la construcción del proyecto La Nueva Barquita los unió con el objetivo de participar en el concurso. Se trazaron como meta presentar una propuesta para ganar y, para lograrlo, se internaron en el barrio.
Convencidos de que solo así podían diseñar un proyecto adecuado a las necesidades de cada una de las familias que lo integraban.
En la etapa previa al concurso, duraron tres meses, día tras día, visitando el barrio. Allí se encontraron con familias nobles que lo único que los separaba de los habitantes del resto de los conglomerados era su pobreza y el estado de hacinamiento en que vivían, pero tenían dignidad, deseo de progreso, unidad familiar y solidaridad entre ellos.
La organización que exhibían para enfrentar los problemas era sorprendente, al extremo de que se unían hasta 10 familias para cocinar en un mismo anafe, porque no había para más.
En La Barquita no había aceras ni contenes. Su único lugar de esparcimiento eran los colmados.
Aunque la crecida del río y las cañadas, por época, se convertía en su peor tragedia, los plásticos y otros objetos que arrastraba el agua era parte del sustento de muchos de sus habitantes, quienes los recolectaban para vender.
Como en todo sector, allí también había discapacitados, ancianos, niños con problemas de atención y otros elementos en los cuales se basaron los jóvenes profesionales para hacer su propuesta.
Aunque no era lo que predominaba, los arquitectos del proyecto percibían, en ocasiones, el olor a drogas y hasta se encontraron con algunas matas de Marihuana.
Con estos y otros elementos que recogieron en el barrio, donde muchas veces almorzaban y cenaban de la misma comida que los residentes cocinaban, pudieron armar la propuesta que resultó ganadora, porque en esta recogieron todos los elementos que sus habitantes necesitaban para verdaderamente experimentar un cambio de vida.
Hay un nombre, INCONSERCA, que identifica a la compañía que los agrupa, a través de la cual vencieron a otras 46 firmas dominicanas, algunas con socios extranjeros que participaron en el proceso cuyo jurado estuvo integrado, básicamente, por extranjeros y un dominicano.
El jurado determinó que la propuesta de INCONSERCA fue la que más relacionada estuvo con la forma como vivía la gente de La Barquita.
“Esto se debió a que nosotros realmente convivimos con las personas, conocimos muchísimos de sus habitantes, hubo un contacto visual, hubo un contacto humano; tanto así que ya nosotros éramos como parte de la familia, nos invitaban a cumpleaños, al carnaval y hasta conocimos el trago famoso del barrio, el trago Bin Laden, así le llamaban”, narró el arquitecto Esteban González Reyes, gerente general de la compañia. Conocer ese modu vivendi de la gente, los ayudó a aplicar el sentido común para el diseño del proyecto.
FUERON RECIBIDOS CON LAS PUERTAS ABIERTAS
Los arquitectos narraron que a su llegada al barrio fueron recibidos con las puertas abiertas de par en par, con la mejor disposición y como si ya fueran conocido.
Los arquitectos narraron que a su llegada al barrio fueron recibidos con las puertas abiertas de par en par, con la mejor disposición y como si ya fueran conocido.
“Solo así pudimos ver como, en un mínimo espacio con piso de tierra y techo de zinc, una e incluso varias familias se turnaban para cocinar en un viejo anafe, comer, jugar, dormirÖ Por supuesto no tenían baño, ni closets, ni mueblesÖ apenas unas pocas pertenencias siempre preparadas en fundas plásticas por si la lluvia llegaba de repente”, explicaron.
Los vecinos les contaron cómo se organizaban cuando el río crecía. Las Mujeres, niños y ancianos corrían río arriba mientras los hombres permanecían en el techo de sus “casas” vigilando la crecida y protegiendo las pocas cosas que tenían.
“Ver esa realidad que no se cuenta; nos tocó el corazón en lo más profundo y les prometimos trabajar duro para sacarles de ahí lo antes posible, como así fue”, expresaron.
Aunque al inicio del proyecto solo eran 12, ahora son mucho más. El equipo lo integran Esteban González Reyes, gerente general; Nieves Noemí Zaro, Ana Báez Sarita, Ilonka Vásquez Arvelo, Juana Abreu Santos, Massiel Mejía Santana, Verónica Paradas Caamaño, Gabriel Alexander Morel, Luis Enmanuel Calderón y Huascar Dhimes; Miguel Ángel Sánchez, Osiades Mora Labour, Reynaldo Estevez,Ernesto Garcia, Jacqueline Terrero Paredes, Osmar García, Luis Armando Rabassa, Ziomara Reyes Vásquez, Melba Mendosa Enmanuel Ortega y Plácido Piña.
Satisfechos por el deber cumplido y su éxito, los diseñadores del proyecto explicaron a Listín algunos experiencias sacadas de esto. Por ejemplo:
A mí me pudo haber tocado vivir en La barquita, por lo tanto no se puede marginar a nadie.
-Para las grandes obras de este país ya no hace falta traer personal de fuera.FUENTE LISTIN DIARIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario