La inesperada dimisión por adulterio del director de la CIA, David Petraeus, sacudió en 2012 la política en EE.UU. y descabezó esa agencia de inteligencia en un momento difícil mientras se investiga el ataque al consulado estadounidense en Bengasi que mató al embajador y a otros tres funcionarios.
Tres días después de que el presidente de EE.UU., Barack Obama, fuera reelegido el 6 de noviembre, el jefe de los servicios de espionaje anunció su dimisión tras reconocer una relación fuera de su matrimonio, en una carta en la que consideró "inaceptable" su comportamiento, como esposo y como líder de la Agencia Central de Información (CIA).
El anuncio, totalmente inesperado, causó asombro por tratarse de uno de los militares, aunque ya retirado, más laureados de las Fuerzas Armadas de EE.UU., con gran experiencia en Irak y Afganistán.
Nadie se explica cómo Petraeus pudo cometer una infidelidad con su biógrafa, Paula Broadwell, que podía acabar con su carrera, 14 meses después de asumir su cargo.
La historia, en la que se han visto implicadas dos mujeres y de manera indirecta otro general, se complicó después de que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) descubriera documentos secretos en el ordenador de Broadwell, que niega haberlos obtenido de Petraeus.
La renuncia del responsable de la CIA llegó justo en el momento en que el Congreso le había llamado a testificar sobre el ataque contra la embajada de EE.UU. en Bengasi el 11 de septiembre, en el que murieron cuatro estadounidenses, entre ellos el embajador Chris Stevens.
El ataque de Bengasi, perpetrado en septiembre, menos de dos meses antes de las elecciones presidenciales en EE.UU., generó acusaciones cruzadas entre demócratas y republicanos ya que la Casa Blanca no lo vinculó claramente en un primer momento a un atentado terrorista de Al Qaeda.
En la línea de fuego está la embajadora estadounidense ante la ONU, Susan Rice, que días después del ataque sostuvo que debió a una reacción espontánea, por lo que ha sido acusada de saber más de lo que dijo y de mentir a la opinión pública.
Obama, que espera que Rice sustituya a Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado, ha defendido a su candidata para la cartera de Exteriores y ha considerado "intolerable" que "mancillen" su reputación por haber hecho "una presentación basada en (datos de) inteligencia que había recibido".
En paralelo, el FBI investiga si la biógrafa de Petraeus pudo acceder a información privilegiada sobre los incidentes en Libia, ya que en un discurso en la Universidad de Denver en octubre dijo que el ataque fue obra de un grupo de libios que intentaba rescatar a prisioneros de guerra en un edificio anexo de la CIA y sugirió que el director de esta agencia manejaba esa información.
La CIA lo ha negado y ha rechazado que hubiera cárceles clandestinas en Libia "antes, durante o después" de ese atentado.
Petraeus declaró finalmente el 16 de noviembre en una esperada audiencia a puerta cerrada en el Congreso, su primera tras el escándalo, en la que aseguró que la CIA informó desde un primer momento de que había sido un ataque terrorista organizado y así lo indicó en las pautas que se enviaron a Washington.
No obstante, agregó que las referencias al ataque terrorista fueron eliminadas de las pautas de comunicación que se entregaron al Gobierno por alguna de las agencias a las que se envió el documento para su revisión y distribución entre altos funcionarios.
El borrador incluía una referencia explícita a los grupos Ansar al-Sharia y Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que fue sustituida por la palabra "extremistas", según medios locales que apuntan que fue la Oficina del Director de Inteligencia, James Clapper, la que eliminó las palabras "terrorismo" y "Al Qaeda".
Los republicanos acusaron al Gobierno de Obama de mantener esa versión para que no afectara a su campaña a la reelección del 6 de noviembre y de no haber tomado las medidas de seguridad necesarias para proteger el consulado, que ya había sufrido otros dos ataques menores en abril y junio, poniendo en duda la capacidad de los servicios de inteligencia.
El escándalo se lo ha puesto difícil a Obama, que busca un sustituto a dirigir la CIA para antes de que acabe el año.
Entre los posibles candidatos están el actual subdirector de la agencia, Michael Morell; el asesor en antiterrorismo de la Casa Blanca, John Brennan, y el subsecretario de Inteligencia del Pentágono, Michael Vickers.
En paralelo, han salido a la luz los rocambolescos detalles del amorío, que fue destapado de manera fortuita cuando Jill Kelley, amiga de la familia Petraeus, denunció a un amigo del FBI que había recibido correos electrónicos amenazantes de una fuente anónima, que resultó ser la biógrafa Broadwell, quien celosa del trato de Kelley con el general le advertía de que se alejara de él.
El FBI descubrió en su investigación que el jefe de las tropas de la OTAN en Afganistán, general John Allen, tuvo "comunicaciones inapropiadas" con Kelley, quien ha contratado a una popular firma de abogados para limpiar su nombre, sin que todavía se sepa cuál fue su papel en este triángulo amoroso que ha hecho tambalear la cúpula de la CIA.DE EFE
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