Hombres armados con palos y tubos, agredieron y robaron a los reporteros de Acento, Juan Camilo Cortés y Esteban Morales. Nehemías Albino, de Diario Libre, y a Willy Jiménez, de Antena, también fueron víctimas de la turba armada.SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “¡Eto’ no e’ Nueva-Yol, aquí lo picamo!”.
La frase hacía referencia al mal momento que recientemente pasó el ex presidente Leonel Fernández en la ciudad de Nueva York, cuando un grupo de dominicanos y dominicanas le vociferó ladrón de manera reiterada. El tono era de odio y venganza.
La expresión vendría a resumir el encono conque una turba leonelista agredió a periodistas y ciudadanos al mediodía de este miércioles, 5 de noviembre.
Ni bien eran las 11 de la mañana y ya la bachata estaba en su buena. En el ambiente se respira un aire de proselitismo político y de dádivas acompañadas de una botella de ron y unas cuantas papeletas.
La chica entrada en carnes y de tez clara agarra la bandera morada como un náufrago a una cuerda, amparada del ardiente sol tropical bajo una cachucha púrpura. La música cadenciosa vuela de la disco light y ahoga el ruido de las bocinas de los vehículos que intentan atravesar la avenida Tiradentes.
En la esquina de las calle Padre Fantino Falco y Tiradentes, casi frente a la plaza Silver Sun Gallery, los seguidores del “líder”, hacen guardia ondulando banderas y meneando las cinturas al ritmo de la bachata, refrescando el gañote con agua de coco, repartida diligentemente por un coquero que hace su agosto con los compañeritos de las bases leonelistas.
“¡Y ruge, ruge… el león!”, grita un joven vestido con camiseta negra y gorra grisácea y ajada, llevándose las manos hasta las mejillas para competir con su consigna coreada a viva voz en contra del bachatón.
El ex presidente Leonel Fernández, ofrecería una charla-entrevista privada con un grupo de empresarios en el hotel Embassy Suites by Hilton de Silver Sun Gallery. Al lugar se presentaron seguidores del ex mandatario, movilizados según investigaciones, por el aspirante a la alcaldía de Santo Domingo Oeste, Miguel Espinal.
Una yipeta de negro intenso, impecable, llega hasta la entrada del hotel Embassy Suites by Hilton, sorteando los barrotes humanos que se mantienen de pie, esperando ser honrados con la presencia del mesías morado y fulminar el hambre del día con un rayo de 500. Para ellos no es el lujoso y exclusivo local en donde empresarios recibirán al tres veces ex presidente. Sólo los que pagaron miles de dólares podrán tener un cara a cara, mano a mano y beso por beso con quien sus seguidores más entusiastas definen como el seguro presidente dominicano a partir del 2016.
En fila, llegan más de los convocados a apoyar al líder, vestidos de pantalones gastados a medio talle y camisetas que hace tiempo perdieron sus colores originales para convertirse un lienzo de abigarrado desteñimiento. Se unen a otro grupo, dirigido por un personaje enfundado en un chaleco negro de franjas blancas en los brazos.
En la Gustavo Mejía Ricart, otra disco light machaca en la mente hambrienta de los presentes un mensaje que asegura la victoria: “¡los vientos soplan a favor del león!”.La seguridad del presidente del Partido de la Liberación Dominicana marca su territorio y mantiene a rayas a quien obstaculice la alfombra sempiterna de concreto que adorna la entrada al hotel, ubicado en la suntuosa torre también conocida como “la torre de Diandino”.
Otra lujosa yipeta Toyota Lexus, de un negro brillante impoluto, se acerca y de su interior sale otro de los asistentes a la reunión exclusivísima de Leonel Fernández. La multitud ahora enloquece impaciente, con las barrigas llenas de pica pollo y “romo” y la cabeza repleta de promesas y consignas.
La cara de la realidad
En un instante, un grupo de los que apoyan al líder se transforman en una fuerza de choque que acorrala a reporteros gráficos que toma imágenes del mitin de campapaña adelantada. Este grupo violento, entrenado para golpear se destaca. Nada que ver con la mayoría de hombres, mujeres y niños arrastrados por la ignorancia, el fanatismo y dos o tres pesos para calmar el hambre y la sed de un día.
“¡Suéltala, coño!”, grita uno de los individuos, con gorra negra y gris, trenzas y remera negra.
Ahora convertidos en turba, entran en una espiral de golpes y empujones en contra de los miembros de la prensa para despojarlos de sus cámaras, Juan Camilo Cortés, de Acento y Willy Jiménez de AN7.
“¡No le den!”, grita la fotoreportera Carmen Suárez, que presencia la agresión en contra de uno de sus compañeros de trabajo.
Hombres armados con palos y tubos, agredieron y robaron a los reporteros de Acento, Juan Camilo Cortés y Esteban Morales. Nehemías Albino, de Diario Libre, y a Willy Jiménez, de Antena, también fueron víctimas de la turba armada.
“¡Quitásela!” Vociferan los que desde afuera del molote esperan la oportunidad de formar parte del cartereo o de la violencia, seguido de un aguacero de improperios que alientan la brutalidad efectuada por la crema y nata de la delincuencia barrial.
De nada valen los esfuerzos de algunos apaciguar la turba que sigue repartiendo pescozones y trompadas como se reparten las botellas de romo en las caravanas.
Uno de los fervientes defensores del líder sale corriendo entre la multitud, cámara en mano, vestido de amarillo y desaparece entre la gente al atravesar la Gustavo Mejía Ricart, mientras que otro se aleja tranquilo, satisfecho al despojar del lente y el micrófono al otro agredido. El ultraje se hace dueño absoluto del momento.
Frente a la justicia
Comienzan las preguntas a los agredidos, que doloridos se sientan en la acera frente a la plaza de Diandino para recuperar el aliento, acechados desde el otro lado de la calle. La policía, testigo visual del caos, primero se mostró indiferente, como si proteger a la ciudadanía no fuera su responsabilidad, luego se vuelve cómplice con su silencio.
“Estamos aquí desde temprano”, asevera uno de los agentes, fusil en mano, que mira de reojo a los agredidos y la turba que ahora corre detrás de otro de los miembros de la prensa, Nehemías Alvino, para repetir la hazaña.
La turba morada arremete contra el fotoreportero del medio impreso, mientras que sus colegas registran la acción, retratando cada instante y provocando la ira nuevamente contra los camarógrafos de Acento.
Los gritos y los improperios se vuelven a repetir.Los fervientes seguidores del León acorralan entre los vehículos parqueados y una camioneta de la Polícía, apostada frente a la plaza y ante los ojos de los agentes, repiten la golpiza.
“¡No te me pegues!”, grita uno de los oficiales, armado con escopeta que está a menos de un metro del reportero Esteban Morales. “¡No te me pegues!”, repite con tono amenazante aprentando la escopeta.
Uno de los dirigentes de los agresores, con chaleco negro y franjas blancas asesta trompadas y patadas a Esteban y Juan, mientras continúa el forcejeo para terminar el trabajo de saqueo, arrebatando las cámaras y las pertenencias de sus bolsillos, desapareciendo entre las banderas, las consignas escupidas por la disco light y la bachata.
“Eto’ no e’ Nueva-Yol, aquí lo picamo”
La calma regresa durante un instante y el tigueraje se reagrupa. Recibe nuevas instrucciones para mantener vigilancia a los periodistas.
“Eto’ no e’ Nueva-Yol, aquí sí lo picamo”, grita una mujer en medio de la multitud.
Pasadas las 12:45, la breve tranquilidad del momento se rompe cuando inician las agresiones nuevamente contra miembros de la prensa, poco antes de la llegada del ex mandatario.
La seguridad en que cuida al líder separa la multitud que se acerca a la rampa de entrada al hotel y a los reporteros que esperan la llegada “triunfal” de Leonel Fernández, anunciada por una de las bocinas colocadas en la esquina de la calle Padre Fantino Falco y Tiradentes.
“El próximo presidente del país está a punto de llegar. El presidente que necesitamos”, resuena, dando paso a otras lustrosísimas yipetas negras, Toyota Lexus, las tercera y cuarta de la tarde.
Grupos populares organizaron una protesta para expresar su rechazo al presidente del oficial PLD, que sería efectuada en las inmediaciones de la conocida plaza comercial. Sin embargo, debido a las agresiones sufridas por los periodistas y reporteros gráficos, decidieron no presentarse.
La algarabía opaca las palabras que se proyectan a través de los altavoces cuando finalmente aparecen dos vehículos de la misma marca y color que las anteriores, y que colocan a Leonel Fernández a la vista de sus fanáticos a la una de la tarde.
Saluda y manda besos, elevando los brazos y formando en sus manos la insignia que se hizo el símbolo de su campaña. Sube las escalinatas de forma apresurada y sortealas preguntas de los periodistas, desapareciendo tras las puertas de cristal del hotel y una cortina de seguridad humana.
En un momento de tranquilidad, mientras la gente se van escurriendo por las calles, una señora hace amagos de sacar un cartel en contra del León del PLD y en medio de la avenida arrebatan la cartera y se rifan sus pertenecias a trompadas, mientras que la señora es bañada de pies a cabeza por restos de comida, nuevamente ante los ojos de la autoridad.Una flor marchita, solitaria y ajena al peligro, se planta frente a la entrada, al otro lado de la calle. Otra vez, el objetivo de la agresión es una mujer, fotógrafa independiente, que como ciudadana intenta retratar por su cuenta el otro rostro de la política.
Entre empujones, la alejan del peligro y la arrastran a la orilla del buque salvavidas que se ha convertido la acera de la plaza bautizada como “La segunda línea del metro”.
La rabia pagada con migajas continúa latente hasta pasada las dos, cuando los que buscan migajas inician su éxodo con las manos vacías.
Uno de los agresores se pasea frente a los periodistas y los observa desafiante, sin que los espalderos del Líder le ordenen como a los miembros de la prensa y los ancianos, “mantener el área despejada”.
Desde chiquita
Los minutos se vuelven horas. La turba es apenas un grupo que se queda tranquilo del lado de la plaza, la de Diandino. La seguridad se acerca a dos limpiabotas con ojos de hambre y vestidos de pobreza para ordenarles que se muevan.
“¿Rompo la gorra?”, cuestiona al seguridad tocando con sus delgados y morenos dedos la cachucha morada que cubre su pelo crespo.“Sí, rompela”, responde inmutable el señor, ya entrado en años que mira a los niños. El limpabotas sacude la gorra y la estrella contra el suelo sin romperla. Refunfuña un segundo y se va.
A cinco minutos después de las cuatro, se anuncia por la radio que “La persona”, se encuentra en camino. Las personas se reagrupan lanzando vítores a su líder, futuro presidente del país.
“Adentro y afuera, le gana como quiera”, gritan, mientras rodean la jeepeta.
El Lider, la Persona, el León, se presenta en la puerta y cautiva a su público, saludando con una “L” en sus dedos, diciendo alto y fuerte el mensaje con sus dedos al aire sin perder la figura: los vientos están soplando.
Acto seguido desaparece entre la oscuridad de los vidrios tintados y mientras avanza, uno de los agresores expresa con gestos su aprecio hacia el ex presidente. ¡La persona has left the building!
El éxodo completa su ritmo y la calle queda casi vacía. La crema y nata del tigueraje regresa a sus guaridas. Tres trabajadores del Ayuntamiento del Distrito barren lentamente las botellas vacías dejadas a su suerte frente a la plaza.
Una señora se queda mirando desde lejos. Tiene seis hijos y tres de ellos no trabajan.
“Soy peledeísta desde chiquita”, dice sonriendo. “Siempre voy a donde va el presidente. Quiero proponerle un negocio”, explica con una amplia sonrisa. “Leonel va a ganar”, comenta, a la vez que habla sobre su vida dentro del partido. “Yo estaré con él donde quiera que el vaya”.FUENTE ACENTO.COM.DO
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