SANTO DOMINGO. Sobre las 5:00 de la tarde de ayer sábado, Ana María de la Cruz se disponía a limpiar del polvo y las flores secas la tumba del que fuera su esposo, Ramón Tiburcio -fallecido en el 2007 y sepultado en el Cementerio Nacional, en la avenida Máximo Gómez- porque hoy es el Día de los Fieles Difuntos.
Ana y su hija Cristina Tiburcio desempolvaron retratos de "Momo", como le decían, de una virgen de La Altagracia y otros santos que aún no se han robado de la capilla del panteón. El agua que usaron para la limpieza la trajeron de su casa porque -dicen- los grifos están en zonas apartadas y suelen cobrarle hasta 50 pesos por el agua.
Cristina recuerda que antes llevaban varios velones y los colocaban detrás de un cuadro de la virgen de La Altagracia para encenderlos en próximas visitas, pero se los robaban, así como los candados, las flores y hasta santos de yeso que adornaban la capilla.
Pero no todos los parientes de los difuntos acuden a limpiar personalmente las tumbas. Ramón Adames, miembro del Sindicato de Albañiles del Cementerio Nacional, cobra entre 500 y 600 pesos por limpiarlas y en el ocaso del sábado se encontraba junto a Arelys Santana con escobas, paños y cubos de agua fregando el panteón de unos clientes.
Ana y su hija Cristina Tiburcio desempolvaron retratos de "Momo", como le decían, de una virgen de La Altagracia y otros santos que aún no se han robado de la capilla del panteón. El agua que usaron para la limpieza la trajeron de su casa porque -dicen- los grifos están en zonas apartadas y suelen cobrarle hasta 50 pesos por el agua.
Cristina recuerda que antes llevaban varios velones y los colocaban detrás de un cuadro de la virgen de La Altagracia para encenderlos en próximas visitas, pero se los robaban, así como los candados, las flores y hasta santos de yeso que adornaban la capilla.
Pero no todos los parientes de los difuntos acuden a limpiar personalmente las tumbas. Ramón Adames, miembro del Sindicato de Albañiles del Cementerio Nacional, cobra entre 500 y 600 pesos por limpiarlas y en el ocaso del sábado se encontraba junto a Arelys Santana con escobas, paños y cubos de agua fregando el panteón de unos clientes.
A la entrada del cementerio y en las vías que conducen a las tumbas hay girasoles, rosas rojas y blancas, pompones, crisantemos, y otros tipos de flores a la venta. Dámaris Campusano tiene unos 20 años con un puesto de flores y velones a la entrada del cementerio y afirma que el comercio está "igual" que otros años.
Para vendedoras como Matilde Rosario, las ventas están "frías, frías, frías". Al caer la tarde sus cuatro cubos de rosas están casi completos. Anola, como le llaman, ha venido de San Cristóbal -donde vive- desde el viernes, aprovechando el Día de los Difuntos para ganar algo más para mantener a los cinco nietos que tiene a su cuidado desde que su única hija falleció."Yo vengo los días de gallo. De gallo es los días de la madre, los días del padre, los días del finao", cuenta Anola. Fuera de estas fechas, Matilde sustenta su familia limpiando y lavando en casas de familias de San Cristóbal.
Hoy se espera que más personas acudan a los cementerios del país a visitar a familiares y amigos fenecidos por la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos y quizás las ventas de Anola mejoren antes de que caiga el sol.
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