Caminar el Centro de Control Santo Domingo es conocer el “cerebro” que ordena a los diez aeropuertos en República Dominicana, ocho internacionales, uno militar y otro doméstico.
Es acompañar con la mirada la vida de los millones de pasajeros que atraviesan el espacio aéreo dominicano, que se extiende a 200 millas náuticas del borde territorial. Y junto a esa observación comprobar el seguimiento a detalle que dan los operadores aéreos para que ese simple despegue o aterrizaje que nos llena de emociones sea posible.
Desde este salón de luz tenue, réplica de la película de aviación aérea que usted desee, se coordina una secuencia lógica y ordenada de las operaciones aéreas en los aeropuertos de Barahona, Santiago, Puerto Plata, Catey, Higüero, Las Américas, La Romana y Punta Cana; del militar de San Isidro y el doméstico de Arroyo Barril.
Ninguna aeronave se mueve por el país sin estar bajo la tutela de un operador aéreo, asegura Félix Rosa, encargado de Servicios de Tránsito Aéreo del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC). Esos operadores de vuelo se encargan de guiar las aeronaves en cielo y suelo para evitar colisiones.
República Dominicana tuvo en el primer semestre del año 50,063 operaciones de vuelos internacionales, un dato superior a las 48,409 que se registraron en los mismos seis meses del año anterior, para tener una idea de la importancia de gestoría de estos procesos.
Esas operaciones le permitieron a 6,354,299 personas moverse por los aeropuertos internacionales dominicanos en el primer semestre de 2015. Es un dato que no necesariamente explica el volumen de trabajo que tienen porque las operaciones de tránsito, o de uso exclusivo del espacio aéreo, no son contabilizadas en sus estadísticas.
Los funcionarios del IDAC creen que este salón es el cerebro y corazón de la navegación aérea de República Dominicana y de parte de la región, porque la condición geográfica del país lo convierte en ruta obligada de los vuelos que van desde Canadá hasta Argentina, por ejemplo, dos países en los extremos del continente americano.
“Nuestro espacio aéreo no solo sirve para las aeronaves que vienen a República Dominicana”, dice Félix. “Tenemos operaciones que conectan gran cantidad de tráfico de la parte este de Estados Unidos con la parte sur del continente americano”.
Los aviones militares tienen su propia zona de vuelo, dedicadas a prácticas y persecución de narcotráfico. Ellos se comunican con el IDAC, dice el técnico, y les piden una zona equis para sus maniobras. El IDAC se encarga de aislárselas y de asegurar que ninguna aeronave civil entre en esa área. “Ya las maniobras que ellos hacen es su responsabilidad. Si ellos van a salir de esa ruta entonces deben notificarlo”, explica.
Pasa lo mismo con los vuelos de los Súper Tucanos, los polémicos aviones cazanarcóticos desplegados sobre cielo dominicano. Cuando la Fuerza Aérea tiene una operación en marcha les indica la ruta que pretenden seguir y la zona de vigilancia que montará detrás de aeronaves o de embarcaciones. El Centro de Control asegura el espacio para que ninguna aeronave de pasajeros o privada se cruce por esa zona.
La operación del espacio aéreo se divide en dos tramos geográficos, la parte norte y la sur.
Certificación obligatoria
Los aeropuertos del país necesitarán en lo adelante de una certificación de operación que valide condiciones físicas y operacionales óptimas, a fin de cumplir los estándares mínimos internacionales dictados por la Oficina Internacional de Aviación Civil (OACI).
Las autoridades dominicanas trabajan en la elaboración del plan de acción para cumplir con el decreto 197-15, firmado por el presidente Danilo Medina, que otorga un plazo de seis meses a los aeropuertos internacionales para que comiencen el proceso de certificación.
El decreto incluye una tarifa de RD$450,000 a cada aeropuerto para la certificación, un monto que según funcionarios del IDAC solo tiene como fin cubrir los costes de los procesos de inspección y certificación.
República Dominicana tiene ocho aeropuertos internacionales: Barahona, Santiago, Puerto Plata, Catey, Higüero, Las Américas, La Romana y Punta Cana.
“Antes se daba una autorización de operación, porque el IDAC no estaba en condición para comenzar certificación por falta de personal calificado y falta de marco jurídico”, cuenta Johann Estrada, director de Vigilancia de la Seguridad Operacional del IDAC.
La medida sirve para cumplir un compromiso firmado en la OACI por directores de aviación civil, para lograr una estandarización total del sistema de aviación. El certificado de operación garantizaría que el aeródromo cumple en sus características físicas y operacionales con los estándares mínimos de la OACI, como el área de seguridad de final de pista, por ejemplo, que se trata de un tramo con una inclinación establecida, despejada de obstáculos que permita que si una aeronave por deficiencia de frenado, o “contaminación física”, se sale del aérea determinada a pista en su aterrizaje, entonces esa franja le permita que no corra ningún peligro.
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