Para sustentar aún más el carácter de leyenda que ostentó en vida, que se agudizará tras su fallecimiento sin que sus detractores puedan impedirlo, las fechas clave en la vida y la muerte de Fidel Castro parecen calculadas al milímetro para tejer una simbología que resulta difícil pasar por alto.
Con 90 años, el comandante murió el pasado 25 de noviembre, en la misma que exactamente sesenta años antes, en 1956, zarpara desde México con destino a Cuba en el hoy famoso yate Granma, para liderar una revolución que se coronó victoriosa en enero de 1959.
La analogía entre ambas travesías no se hizo esperar y rápidamente el oficialismo cubano apuntó que como una vez pusiera rumbo a la isla, esta vez el destino sería "la inmortalidad".
Y es que la figura de Fidel, a secas, como se le llama en Cuba, siempre estuvo rodeada de un misticismo que sus seguidores y él mismo supieron alimentar, hasta que el humano dio paso al mito, a un ser abstracto, más que a una persona de carne y hueso.
Ejemplos hay varios, pero el más curioso y reiterado es la importancia del número 26 en la trayectoria del exmandatario y el destino de la isla.
Fidel Castro nació en 1926 un 13 de agosto (26 es dos veces 13), el mismo año en que el país sufrió el embate de un gran huracán, conocido luego simplemente como "el ciclón del 26".El 26 de julio (1953) fue el día de los ataques a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, asaltos fallidos que sin embargo son celebrados en Cuba como el inicio de la última gesta independentista en la isla y que puso el nombre del joven abogado Fidel Castro en las primeras planas.
El "Movimiento 26 de julio" fue la organización creada por Fidel, que sentó su base guerrillera en la Sierra Maestra y funcionó de manera clandestina en las ciudades, recaudando fondos y realizando acciones de sabotaje para apoyar la lucha del Ejército Rebelde comandado por Castro.
Ahora en su muerte, estas coincidencias continúan y los medios estatales cubanos se encargan de destacarlas.
Ayer, martes 30 de noviembre, inició el último viaje del líder cubano, cuyo cortejo fúnebre realizará el recorrido inverso de la "Caravana de la Libertad" en la que los "barbudos" victoriosos viajaron desde Santiago de Cuba hasta La Habana en enero de 1959.
El 30 de noviembre es el día en el que debería haber tocado tierra el Granma, demorado debido al mal tiempo en el Golfo de México, cuando además se produjo un alzamiento en Santiago que debía apoyar el desembarco y que fue sofocado a sangre y fuego por las fuerzas del entonces presidente cubano Fulgencio Batista.
Mañana 2 de diciembre la urna de cedro con las cenizas de Fidel llegará a la ciudad de Bayamo, ahora en la provincia bautizada con el nombre de Granma, en la fecha en el que el yate homónimo tocó suelo cubano.
En esa fecha también se conmemora la fundación del Ejército Rebelde, embrión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la isla, que lideró tras el triunfo de la Revolución su hermano Raúl Castro.
El día escogido para la colocación de sus restos en el cementerio Santa Ifigenia también reviste una significación que puede que no encuentre eco en las portadas oficiales -como sí lo han hecho las efemérides revolucionarias- y resuene en uno de los aspectos más populares y genuinos de la identidad cubana: la fe.
El 4 de diciembre, cuando Fidel descanse al fin junto al venerado Héroe Nacional José Martí, en Santiago, casi toda la isla se vestirá rojo y blanco, los colores de Santa Bárbara y su equivalente en el panteón yoruba, el orisha Shangó.
A Shangó, el dios del trueno y una deidad guerrera, se le asocia con la virilidad y el ideal de masculinidad que Fidel Castro representó muy bien en su época, una coincidencia que se ya conecta con el misticismo afrocubano.DE EFE
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