NUEVA YORK (AP) — Ya lo predijo el gobernador del estado: los neoyorquinos deben prepararse para un “verano infernal”, no solo por el calor sino también por unos arreglos en las líneas férreas que agravarán el caos reinante en el transporte.
Lo más grave es que los arreglos son apenas un remiendo que no resolverá los problemas de fondo de una de las principales ciudades del mundo que no puede desplazar de un lado a otro a su fuerza laboral.
La estación central Penn Station se ha convertido en un símbolo de este descalabro. Es común ver multitudes de personas airadas por las demoras, que deben bajar estrechas escaleras hacia los andenes y luego viajar paradas 45 minutos hasta sus destinos. Por la mañana la congestión es tal que puede tomar diez minutos tan solo ir de un piso a otro por las escaleras.
Las autoridades dispusieron arreglos acelerados durante el verano luego de que hubo dos descarrilamientos en la primavera. Dejarán de funcionar 21 vías y habrá que reducir en un 20% la cantidad de trenes que van a Nueva Jersey y Long Island. También habrá una reducción en la cantidad de trenes de Amtrak que hacen el recorrido entre Nueva York y Washington y se desviarán algunos trenes a Albany, la capital del estado, para que lleguen a la terminal de Grand Central, no a Penn Station.
“Da pavor pensar lo que se viene”, dijo Maura McGloin, que viaja a Nueva York todos los días desde el suburbio de Woodbridge, Nueva Jersey, a 40 kilómetros (25 millas). “Prefiero que me saquen un diente”.
El gobernador del estado de Nueva York Andrew Cuomo, un demócrata, dijo en mayo que se avecinaba “un verano infernal para los usuarios” de los trenes y pidió al gobierno nacional fondos para ayudar a resolver los problemas, en la esperanza de que el presidente Donald Trump, que es neoyorquino, se solidarizase con esa causa.
Penn Station es apenas una manifestación de un problema más grande. La red de trenes subterráneos es vieja e hizo que Cuomo declarase hace poco un estado de emergencia y la terminal de autobuses de Port Authority, en Times Square, es tan anticuada que funcionarios de la dependencia que la administra la describen como “obsoleta”. Se dice que el sistema de transporte de Nueva York refleja la incapacidad o falta de disposición que hay en Estados Unidos para modernizar una infraestructura que se cae a pedazos.
Trump ha hablado de invertir un billón de dólares para renovar la infraestructura del país, pero por ahora no hay planes concretos. Y los planes presupuestarios de los republicanos dejan en veremos la financiación de un túnel para trenes bajo el río Hudson, hacia Nueva Jersey, considerado vital para el futuro económico de la región.
Penn Station, que conecta con otras redes de transporte, ve desfilar diariamente 600.000 pasajeros por una terminal de techos bajos y mal iluminada, en lo que es básicamente el sótano del Madison Square Garden.
De allí parten trenes hacia el oeste (Nueva Jersey) y el este (Long Island). Debajo de ella circulan varias líneas de trenes subterráneos y se encuentra la única parada de los trenes Amtrak en la ciudad. Las demoras son habituales y el público a menudo publica en las redes sociales fotos del estado de cosas en la terminal con leyendas que no se pueden repetir aquí.
La terminal es administrada por Amtrak, su propietaria. Es una línea propiedad del gobierno nacional. Y New Jersey Transit (que maneja los trenes a Nueva Jersey) y Long Island Rail Road (que administra los de Long Island) atribuyen a Amtrak todas las demoras.
Dos descarrilamientos causaron graves trastornos en la primavera.
Uno fue producto de fallas en el mecanismo que mueve las vías e hizo que se dejasen de usar temporalmente ocho vías, afectando el servicio a Boston durante cuatro días. En el segundo, problemas con un tren derivaron en demoras de horas. La policía usó una pistola paralizante para controlar a un individuo revoltoso y se produjo una estampida pues la gente pensó que había un tiroteo.
El jueves por la noche hubo otro pequeño descarrilamiento en la estación, sin que se reportasen lesionados.
Los usuarios padecerán los congestionamientos y la reducción del servicio a sabiendas de que los arreglos no aumentarán la capacidad de la red ni eliminarán problemas como las fallas en los tendidos de cables que motivan demoras a cada rato.
Esos problemas los resolverán teóricamente un proyecto de 12.900 millones de dólares que contempla la construcción de un nuevo túnel bajo el Hudson y la renovación del viejo túnel construido hace 107 años y que fue dañado por la tormenta Sandy del 2012.
Amtrak dice que los dos túneles tendrán que cerrar para ser reparados en los próximos 15 años, cuanto antes, mejor. Sin un nuevo túnel, el servicio de trenes se reducirá un 75% aproximadamente y en las horas pico funcionaran solo seis de 24 trenes.
“Sin estos túneles, sin que Penn Station reciba cientos de miles de personas (a diario), Nueva York no puede seguir generando empleos”, sostuvo Tom Wright, presidente del grupo de estudios Regional Plan Association. “Sin esas conexiones, creo que se puede dar una recesión a nivel nacional”.
Un informe del 2014 de la Asociación Federal de Ferrocarriles estimó que la suspensión del servicio por un día en el Corredor del Noreste, la línea más usada de Amtrak, puede costar casi 100 millones de dólares en pérdidas de ingresos y de productividad.
Algunos proyectos de infraestructura que aliviarán los problemas de Nueva York ya están en marcha. Este año comenzará a funcionar el nuevo Tappan Zee Bridge, un puente que cruza el Hudson al norte de la ciudad. Y hace poco Cuomo anunció planes para transformar la vieja oficina central de correos pegada a Penn Station en una terminal que estará lista para el 2020 y que aliviará los congestionamientos.
NUEVA YORK (AP) — Ya lo predijo el gobernador del estado: los neoyorquinos deben prepararse para un “verano infernal”, no solo por el calor sino también por unos arreglos en las líneas férreas que agravarán el caos reinante en el transporte. Lo más grave es que los arreglos son apenas un remiendo que no resolverá los problemas de fondo de una de las principales ciudades del mundo que no puede desplazar de un lado a otro a su fuerza laboral. La estación central Penn Station se ha convertido en un símbolo de este descalabro. Es común ver multitudes de personas airadas por las demoras, que deben bajar estrechas escaleras hacia los andenes y luego viajar paradas 45 minutos hasta sus destinos. Por la mañana la congestión es tal que puede tomar diez minutos tan solo ir de un piso a otro por las escaleras. Las autoridades dispusieron arreglos acelerados durante el verano luego de que hubo dos descarrilamientos en la primavera. Dejarán de funcionar 21 vías y habrá que reducir en un 20% la cantidad de trenes que van a Nueva Jersey y Long Island. También habrá una reducción en la cantidad de trenes de Amtrak que hacen el recorrido entre Nueva York y Washington y se desviarán algunos trenes a Albany, la capital del estado, para que lleguen a la terminal de Grand Central, no a Penn Station. “Da pavor pensar lo que se viene”, dijo Maura McGloin, que viaja a Nueva York todos los días desde el suburbio de Woodbridge, Nueva Jersey, a 40 kilómetros (25 millas). “Prefiero que me saquen un diente”. El gobernador del estado de Nueva York Andrew Cuomo, un demócrata, dijo en mayo que se avecinaba “un verano infernal para los usuarios” de los trenes y pidió al gobierno nacional fondos para ayudar a resolver los problemas, en la esperanza de que el presidente Donald Trump, que es neoyorquino, se solidarizase con esa causa. Penn Station es apenas una manifestación de un problema más grande. La red de trenes subterráneos es vieja e hizo que Cuomo declarase hace poco un estado de emergencia y la terminal de autobuses de Port Authority, en Times Square, es tan anticuada que funcionarios de la dependencia que la administra la describen como “obsoleta”. Se dice que el sistema de transporte de Nueva York refleja la incapacidad o falta de disposición que hay en Estados Unidos para modernizar una infraestructura que se cae a pedazos. Trump ha hablado de invertir un billón de dólares para renovar la infraestructura del país, pero por ahora no hay planes concretos. Y los planes presupuestarios de los republicanos dejan en veremos la financiación de un túnel para trenes bajo el río Hudson, hacia Nueva Jersey, considerado vital para el futuro económico de la región. Penn Station, que conecta con otras redes de transporte, ve desfilar diariamente 600.000 pasajeros por una terminal de techos bajos y mal iluminada, en lo que es básicamente el sótano del Madison Square Garden. De allí parten trenes hacia el oeste (Nueva Jersey) y el este (Long Island). Debajo de ella circulan varias líneas de trenes subterráneos y se encuentra la única parada de los trenes Amtrak en la ciudad. Las demoras son habituales y el público a menudo publica en las redes sociales fotos del estado de cosas en la terminal con leyendas que no se pueden repetir aquí. La terminal es administrada por Amtrak, su propietaria. Es una línea propiedad del gobierno nacional. Y New Jersey Transit (que maneja los trenes a Nueva Jersey) y Long Island Rail Road (que administra los de Long Island) atribuyen a Amtrak todas las demoras. Dos descarrilamientos causaron graves trastornos en la primavera. Uno fue producto de fallas en el mecanismo que mueve las vías e hizo que se dejasen de usar temporalmente ocho vías, afectando el servicio a Boston durante cuatro días. En el segundo, problemas con un tren derivaron en demoras de horas. La policía usó una pistola paralizante para controlar a un individuo revoltoso y se produjo una estampida pues la gente pensó que había un tiroteo. El jueves por la noche hubo otro pequeño descarrilamiento en la estación, sin que se reportasen lesionados. Los usuarios padecerán los congestionamientos y la reducción del servicio a sabiendas de que los arreglos no aumentarán la capacidad de la red ni eliminarán problemas como las fallas en los tendidos de cables que motivan demoras a cada rato. Esos problemas los resolverán teóricamente un proyecto de 12.900 millones de dólares que contempla la construcción de un nuevo túnel bajo el Hudson y la renovación del viejo túnel construido hace 107 años y que fue dañado por la tormenta Sandy del 2012. Amtrak dice que los dos túneles tendrán que cerrar para ser reparados en los próximos 15 años, cuanto antes, mejor. Sin un nuevo túnel, el servicio de trenes se reducirá un 75% aproximadamente y en las horas pico funcionaran solo seis de 24 trenes. “Sin estos túneles, sin que Penn Station reciba cientos de miles de personas (a diario), Nueva York no puede seguir generando empleos”, sostuvo Tom Wright, presidente del grupo de estudios Regional Plan Association. “Sin esas conexiones, creo que se puede dar una recesión a nivel nacional”. Un informe del 2014 de la Asociación Federal de Ferrocarriles estimó que la suspensión del servicio por un día en el Corredor del Noreste, la línea más usada de Amtrak, puede costar casi 100 millones de dólares en pérdidas de ingresos y de productividad. Algunos proyectos de infraestructura que aliviarán los problemas de Nueva York ya están en marcha. Este año comenzará a funcionar el nuevo Tappan Zee Bridge, un puente que cruza el Hudson al norte de la ciudad. Y hace poco Cuomo anunció planes para transformar la vieja oficina central de correos pegada a Penn Station en una terminal que estará lista para el 2020 y que aliviará los congestionamientos.DE AP
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