El esposo de Rosa María Mora, la señora que desapareció el 22 de noviembre de 2017 del sector Honduras, en la capital, fue hallado muerto de un disparo en la cabeza en su vivienda, ubicada en el sector El Millón.
Práxedes Alcántara siempre mantuvo la esperanza de encontrar a Rosa, conquien contaba, hasta el momento de su desaparición, 43 años de matrimonio.
Sus hijos y allegados han manifestado su dolor de manera discreta por las redes sociales, colocando lazos en sus perfiles por la pérdida de su padre.
En 2018, Alcántara había hablado con LISTIN DIARIO sobre la desaparición de su esposa y contó todos los pormenores sobre ese enigmático caso.
Aquel 22 de noviembre de 2017, Alcántara estuvo compartiendo durante toda la noche en la cama con su esposa Rosa María Mora, mientras veían un juego de béisbol entre las Estrellas Orientales y los Tigres del Licey, que era transmitido por televisión.
Rosa María, de 65 años de edad, ya había dejado listo en el armario los pantalones deportivos color verde, la camiseta blanca y sus tenis de hacer ejercicio para asistir en horas de la mañana siguiente, a una actividad de laudes que tenía la iglesia a la que ella iba con frecuencia, a solo una esquina de su vivienda.
Se suponía que la empleada doméstica acompañaría a Rosa María a la iglesia y, posteriormente, a sus caminatas en el mismo residencial, ya que ella había sido diagnosticada dos meses y medio antes de depresión por especialistas médicos, por lo que se medicaba con pastillas de manera frecuente, como en efecto lo hizo en esa ocasión.
Aquella noche, común y corriente, típica de dos esposos que unieron sus lazos durante décadas, se recostaron en el colchón de su alcoba para dormir y despertar juntos. Pero ese amanecer del 23 de noviembre no ocurrió así. Nada volvería a ser igual.
Práxedes se despertó a las 6:00 de la mañana y ya Rosa María no estaba en su cama. Se había levantado en horas de la madrugada, sin hacer ruido, se vistió con la ropa que dejó lista en el armario y sin esperar a la trabajadora de la casa emprendió un camino aún desconocido para sus familiares, autoridades y la sociedad en general.
Las cámaras de un residencial de clase media de la capital no pudieron captar su ruta. Y peor aún, la iglesia había suspendido la actividad de laudes que tenía, por lo que el pánico se apoderó tanto de su esposo e igual de su hija, Paola Alcántara, quienes no esperaron ni dos horas para dar la voz de alarma.
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