El pasado 4 de julio, el presidente Joe Biden reunió a cientos de personas frente a la Casa Blanca para un evento que hubiera sido impensable para muchos estadounidenses el año anterior. Con el coronavirus en retirada, comieron hamburguesas y hubo fuegos artificiales en el National Mall.
Aunque la pandemia aún no había terminado, dijo Biden, “estamos más cerca que nunca de declarar nuestra independencia de un virus mortal”. En todo el país, los requisitos de mascarillas estaban disminuyendo a medida que caía la cantidad de infecciones y muertes.
En cuestión de semanas, incluso algunos de los aliados del presidente admitieron en privado que el discurso había sido prematuro. Pronto se sabría que la variante delta podría contagiar a personas que ya habían sido vacunadas. La variante omicron, aún más contagiosa, llegaría meses después, infectando a millones.
“Esperábamos estar libres del virus, y el virus tenía mucho más reservado para nosotros”, dijo Joshua Sharfstein, vicedecano de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg. La cantidad de personas en Estados Unidos que murieron a causa del COVID-19 casi se duplicó, de 605.000 a más de 1 millón, durante el año pasado.
Ese soleado discurso de hace un año en el Día de la Independiencia marcó una encrucijada para la presidencia de Biden. La pandemia parecía estar disminuyendo, la economía estaba en auge, la inflación no subía tan rápido como hoy y la aprobación pública de su desempeño laboral era sólida.
A medida que Biden se acerca a su segundo 4 de julio en la Casa Blanca, su posición no podría ser más diferente. Una serie de errores de cálculo y desafíos imprevistos tienen a Biden luchando por mantener el equilibrio en año de elecciones intermedias. Incluso problemas que no fueron culpa de Biden han sido combustible para los esfuerzos republicanos por retomar el control del Congreso.
Tras el resurgimiento de la pandemia, llegó la debacle de la retirada de Estados Unidos de Afganistán, cuando los talibanes tomaron el control del país más rápido de lo que se esperaba.
La invasión rusa a Ucrania a fines de febrero provocó un alza mundial en los precios del gas, lo que exacerbó la inflación que alcanzó un máximo de 40 años en Estados Unidos. Otro golpe llegó en junio, cuando la Corte Suprema anuló el derecho constitucional al aborto y restringió la capacidad de la Agencia de Protección Ambiental para regular las emisiones de gases de efecto invernadero.
Biden ha tratado de recuperar la iniciativa a cada paso, a menudo con resultados mixtos.
Promulgó nuevas restricciones de armas después de las masacres en Nueva York y Texas, y está liderando una reinversión en la seguridad europea a medida que la guerra en Ucrania entra en su quinto mes. Pero tiene herramientas limitadas a su disposición para enfrentar otros desafíos, como el aumento de los precios y la erosión del acceso al aborto.
“La gente está de mal humor”, dijo Lindsay Chervinsky, historiadora presidencial.
La última encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research muestra que el índice de aprobación de Biden es de 39%, el más bajo desde que asumió el cargo y una fuerte caída desde el 59% de hace un año. Solo el 14% de los estadounidenses cree que el país va en la dirección correcta, frente al 44%.
Douglas Brinkley, otro historiador, dijo que Biden sufrió un caso de arrogancia presidencial tras el inicio de su mandato. Comparó el discurso del 4 de julio de Biden el año pasado con el infame momento de “Misión Cumplida” del presidente George W. Bush durante la guerra en Irak.
Funcionarios de la Casa Blanca rechazan la comparación y señalan que Biden advirtió sobre la “poderosa” variante delta en su discurso de 2021. Chris Meagher, un portavoz, dijo que las muertes por el virus están ahora en un mínimo histórico.
“Combatir la inflación y bajar los precios es la prioridad económica número uno del presidente, y está enfocado en hacer todo lo posible para asegurarse de que la economía funcione para el pueblo estadounidense”, dijo. “Y estamos en una posición sólida para hacer la transición de nuestra recuperación histórica de empleos a un crecimiento estable y constante gracias al trabajo que hemos realizado para controlar la pandemia. El COVID ya no es el factor disruptivo que ha sido durante tanto tiempo”.
La promesa de abordar de manera competente la pandemia de COVID-19 es lo que ayudó a poner a Biden en la Oficina Oval y derrotar a Donald Trump. Desde el comienzo del mandato de Biden, sus declaraciones públicas fueron sobrias y cautelosas, recelosas de seguir a su predecesor en predicciones que no se cumplieron.
Leana Wen, profesora de salud pública en la Universidad George Washington, dijo que hay más razones para ser optimista este año. La inmunidad de las vacunas o infecciones previas está mucho más extendida, y los tratamientos antivirales son efectivos para prevenir la hospitalización y la muerte en pacientes vulnerables.
“Fue prematuro declarar la independencia de COVID-19 el año pasado”, dijo. “Pero este año el país está en un lugar totalmente diferente y en un lugar mucho mejor”.
Pero Wen dice que Biden podría tener cuidado, dado cómo fueron las cosas antes.
“La administración duda en hacer esas proclamaciones ahora, cuando en realidad este es el momento de hacerlo”, agregó Wen. DE AP
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