Cuando los estadounidenses votan en noviembre para elegir a su próximo presidente, es casi seguro que elegirán entre solo dos candidatos: uno Republicano y uno Demócrata.
De hecho, desde 1852, un candidato de los partidos Republicano o Demócrata ha ocupado el primer o segundo lugar en las elecciones presidenciales de los EE. UU., a excepción de uno. En las elecciones de 1912, Theodore Roosevelt, un expresidente Republicano popular, se postuló como presidente por un “tercer partido” y obtuvo el segundo lugar ante Woodrow Wilson.
Y antes de que los partidos Republicano y Demócrata fueran los dos partidos principales, lo eran el partido Demócrata y el partido Whig. Antes de ese enfrentamiento, el partido Demócrata y el partido Nacional Republicano eran los dos dominantes. ¿Y antes? Reinaban los Demócrata-Republicanos y los Federalistas.
Al mismo tiempo, los terceros partidos han sido participantes menores en todas las elecciones presidenciales de los EE. UU., apareciendo ocasionalmente, pero sin poder tener una posibilidad real de ganar la presidencia. Es raro también que compitan por bancas en el Congreso, donde, desde la Segunda Guerra Mundial, no más de dos de sus 535 miembros han sido de partidos diferentes de los Republicanos y los Demócratas. Entre esas excepciones se encuentra Bernie Sanders, el Senador de Vermont electo para formar parte del Congreso como independiente y quien se postula este año para la nominación presidencial del partido Demócrata.
¿Por qué ocurrió esto? La respuesta es que el sistema político de los EE. UU. está ideado para dos partidos principales, ya que otorga bancas en el Congreso y la presidencia con un método en el que el ganador se lleva todo. Los candidatos que se postulan para el Congreso solo necesitan obtener la mayoría de los votos para resultar electos. En 48 de los 50 estados, los candidatos presidenciales obtienen todos los votos electorales del estado (que es la manera en que se elige presidente, estado por estado), siempre que obtengan la mayoría de los votos en ese estado.
El sociólogo francés Maurice Duverger teorizó en la década de 1950 que este tipo de estructura conduce a lo que es efectivamente un sistema bipartidario. La “ley de Duverger” manifiesta que los terceros partidos no pueden competir porque no tienen nada por ganar; por ejemplo, un 15 o un 20% de los votos. Esto hace que los votantes elijan candidatos que tienen más probabilidades de ganar y provoca que los partidos intenten ampliar su atracción a la mitad del electorado, e idealmente a más.
Los partidos en riesgo de fragmentación harán todo lo posible para evitar candidatos de un tercer partido. Cuando los votantes apoyan los ideales políticos de un partido pero deben elegir entre dos candidatos que defienden esos principios, el partido perderá las elecciones ya que esos candidatos dividirán los votos y permitirán al otro partido obtener la mayoría.
Ocasionalmente hay gobernadores o senadores de un tercer partido, pero a menudo esos partidos tienen poca influencia general y les resulta difícil convertirse en un movimiento nacional. Parte del problema se origina en la dificultad del partido para ganar; otra parte del problema es que los dos partidos principales pueden hacer que la calificación de candidatos de un tercer partido para una elección determinada sea un verdadero desafío. (En los Estados Unidos, por ejemplo, se permite que cada estado determine cómo un candidato presidencial llega a la votación. Eso significa que los candidatos de un tercer partido, por lo general, deben ser personas con dinero que puedan financiar sus propias campañas y cumplir requisitos costosos para participar en la votación en los 50 estados).
Si bien muchos candidatos independientes de otros partidos se han postulado en elecciones anteriores, pocos recibieron suficiente reconocimiento público y aún menos recibieron votos electorales en los estados. Ross Perot, quien se postuló de forma independiente, recibió el 19% de los votos en 1992, pero no ganó un solo voto electoral.
Cuando estos candidatos obtienen votos electorales, a menudo hay tensiones raciales involucradas. George Wallace (quien obtuvo 46 votos electorales en 1968) y Strom Thurmond (quien obtuvo 39 votos electorales en 1948) fueron candidatos del sur que se postularon como fuertes opositores a la integración de estadounidenses blancos y negros, y son los dos últimos candidatos que no pertenecían a los partidos Republicano ni Demócrata que obtuvieron votos electorales. Candidatos regionales de otros partidos también se volvieron populares durante la Guerra Civil Estadounidense, pero nunca se acercaron si quiera a ganar.
Además de esos candidatos, el único candidato que no hizo campñana bajo el ala de uno de los dos partidos principales para acceder a una posibilidad legítima de ganar las elecciones generales fue Roosevelt, quien fue un candidato único en sí mismo.
No obstante, incluso en esos tiempos, el expresidente provocó una enorme tensión al dividir los votos con su antiguo partido, los Republicanos. Él y su sucesor Republicano como presidente, William Howard Taft, se unieron para obtener la mayoría de los votos populares en 1912, pero el candidato Demócrata, Woodrow Wilson, ganó la presidencia con la mayoría de los votos, que fue inferior al 42%.
Esto respalda el por qué los dos partidos políticos principales de los Estados Unidos tienen un incentivo para que el sistema continúe siendo bipartidario.
Por: TheWashington Post/ Aaron Blake
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