Higüey.- A Silvia de León le brillan los ojos cuando habla del motivo que la trajo aquí a la Basílica de Higüey después de cinco años. “¡Es una cosa tan grande!”, atina a decir mientras se limpia las lágrimas con una toalla.
Ya se había comprometido con la Virgen de la Altagracia a amanecer en el complejo del templo, pero dos días antes del viaje desde Sabana Grande de Boyá enfermó. Atribuye a la fe la rapidísima sanación que tuvo para llegar aquí. De León agradece a la Virgen de la Altagracia una espera de 10 años: su hija María Antonia volvió a casa el 20 de diciembre, de retirada desde Argentina, después de haber descubierto que la migración no fue aquella historia vendida de facilidades y futuro lejos de la familia.
Cada 21 de enero, Higüey se convierte en centro de acogida de miles de peregrinos que agradecen o esperan que una mano divina les ayude a sobrevivir. Sor Magdalena Aguirre tiene dos años de misión en esta Basílica de Higüey, el centro de peregrinación más importante del país y uno de los santuarios más concurridos del Caribe. En un acento colombiano, la religiosa describe estos días cercanos al 21 de enero, cuando el país celebra el día de la madre protectora de los dominicanos, el Día de Nuestra Señora de La Altagracia. Ella percibe en los creyentes una fe pura y sana. “Sabiendo que es nuestra protectora, nuestra intercesora, la gente se desborda en generosidad, en amor y también es un encuentro familiar, porque se encuentran como dominicanos. Viven, disfrutan, siente y transmiten esa fe y esa devoción”, cuenta Aguirre.
La Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, inaugurada en 1971 según un proyecto de los años cuarenta, espera en promedio cada 21 de enero unos 100 mil peregrinos de todos los rincones del país, incluyendo una substancial presencia de haitianos que todos los años tienen en este majestuoso templo una misa en creole especialmente para ellos. El acto oficial de conmemoración, como de costumbre, inicia a las 10:00 de la mañana con la presencia del presidente de la República, Danilo Medina, y otros altos funcionarios. La Virgen de la Altagracia fue declarada protectora del pueblo en agosto del 1922.
El día de la Altagracia mueve el comercio en las calles como ninguna otra fecha en esta ciudad. En las inmediaciones y dentro del complejo religioso las comidas, bebidas y accesorios con la virgen es lo más común que se despacha, pero si se le rompe una correa o si se le olvidó el cargador del celular, no tendrá que buscar una tienda. Aguirre cuenta que las jornadas activas se extienden durante cinco días, desde el 18 al 23 de enero. “Normalmente entre el 18 y 21 tenemos masas de peregrinos que vienen en familia de distintas regiones. Y una vez terminada la fiesta mayor (21) empiezan a venir las parroquias”.
El panorama de sacrificios inicia justo en la puerta de entrada al complejo de la Basílica. En las áreas verdes, los creyentes improvisan con lonas azules casas de campaña para dormir la noche sobre la grama. En los pasillos techados que rodean el majestuoso templo, cientos y cientos de personas se agrupan, así como hacinadas, y duermen sobre colchoncitos, colchas y sábanas que colocan sobre el concreto, a manera de promesa o agradecimiento. Y cerca de las aceras hay una hilera de discapacitados que esperan limosnas. Hay aquí una costumbre de individuos que llevan algunos enfermos y se lucran.
Era cerca del mediodía y María David, haitiana de 45 años, atiende uno de los tantos fogones que se observan a lo largo de los distintos pasillos a las afuera del templo. Ella cocina para regalar. Fue un compromiso que hizo el año pasado porque la “virgencita”, como le llama en un español maltratado, le curó a su hija de 30 años casi inmediato. No hay otra explicación que no sea la divina para entender la sanación de la joven, que antes y sin éxito visitó hospitales, con días interna, y chequeos médicos para detener un dolor de barriga. Cocinar, regalar y dormir tres días sobre concreto, desde el jueves hasta hoy sábado, es el agradecimiento. Es la fe la fuerza inexplicable que mantiene contento o en penitencia a todo el que duerme sobre el suelo sin distinción, viejos, hombres, mujeres, adolescentes y niños.
Ya se había comprometido con la Virgen de la Altagracia a amanecer en el complejo del templo, pero dos días antes del viaje desde Sabana Grande de Boyá enfermó. Atribuye a la fe la rapidísima sanación que tuvo para llegar aquí. De León agradece a la Virgen de la Altagracia una espera de 10 años: su hija María Antonia volvió a casa el 20 de diciembre, de retirada desde Argentina, después de haber descubierto que la migración no fue aquella historia vendida de facilidades y futuro lejos de la familia.
Cada 21 de enero, Higüey se convierte en centro de acogida de miles de peregrinos que agradecen o esperan que una mano divina les ayude a sobrevivir. Sor Magdalena Aguirre tiene dos años de misión en esta Basílica de Higüey, el centro de peregrinación más importante del país y uno de los santuarios más concurridos del Caribe. En un acento colombiano, la religiosa describe estos días cercanos al 21 de enero, cuando el país celebra el día de la madre protectora de los dominicanos, el Día de Nuestra Señora de La Altagracia. Ella percibe en los creyentes una fe pura y sana. “Sabiendo que es nuestra protectora, nuestra intercesora, la gente se desborda en generosidad, en amor y también es un encuentro familiar, porque se encuentran como dominicanos. Viven, disfrutan, siente y transmiten esa fe y esa devoción”, cuenta Aguirre.
La Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, inaugurada en 1971 según un proyecto de los años cuarenta, espera en promedio cada 21 de enero unos 100 mil peregrinos de todos los rincones del país, incluyendo una substancial presencia de haitianos que todos los años tienen en este majestuoso templo una misa en creole especialmente para ellos. El acto oficial de conmemoración, como de costumbre, inicia a las 10:00 de la mañana con la presencia del presidente de la República, Danilo Medina, y otros altos funcionarios. La Virgen de la Altagracia fue declarada protectora del pueblo en agosto del 1922.
El día de la Altagracia mueve el comercio en las calles como ninguna otra fecha en esta ciudad. En las inmediaciones y dentro del complejo religioso las comidas, bebidas y accesorios con la virgen es lo más común que se despacha, pero si se le rompe una correa o si se le olvidó el cargador del celular, no tendrá que buscar una tienda. Aguirre cuenta que las jornadas activas se extienden durante cinco días, desde el 18 al 23 de enero. “Normalmente entre el 18 y 21 tenemos masas de peregrinos que vienen en familia de distintas regiones. Y una vez terminada la fiesta mayor (21) empiezan a venir las parroquias”.
El panorama de sacrificios inicia justo en la puerta de entrada al complejo de la Basílica. En las áreas verdes, los creyentes improvisan con lonas azules casas de campaña para dormir la noche sobre la grama. En los pasillos techados que rodean el majestuoso templo, cientos y cientos de personas se agrupan, así como hacinadas, y duermen sobre colchoncitos, colchas y sábanas que colocan sobre el concreto, a manera de promesa o agradecimiento. Y cerca de las aceras hay una hilera de discapacitados que esperan limosnas. Hay aquí una costumbre de individuos que llevan algunos enfermos y se lucran.
Era cerca del mediodía y María David, haitiana de 45 años, atiende uno de los tantos fogones que se observan a lo largo de los distintos pasillos a las afuera del templo. Ella cocina para regalar. Fue un compromiso que hizo el año pasado porque la “virgencita”, como le llama en un español maltratado, le curó a su hija de 30 años casi inmediato. No hay otra explicación que no sea la divina para entender la sanación de la joven, que antes y sin éxito visitó hospitales, con días interna, y chequeos médicos para detener un dolor de barriga. Cocinar, regalar y dormir tres días sobre concreto, desde el jueves hasta hoy sábado, es el agradecimiento. Es la fe la fuerza inexplicable que mantiene contento o en penitencia a todo el que duerme sobre el suelo sin distinción, viejos, hombres, mujeres, adolescentes y niños.
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