El ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo Molina, del que este domingo se cumplen 60 años, representa uno de los sucesos históricos más relevantes del siglo XX, al decapitar a una tiranía sin ejemplo que subyugó al pueblo dominicano por casi 32 años.
La noche del 30 de mayo de 1961, un grupo de conjurados eliminó al sátrapa cuando transitaba por la avenida del malecón hacia su hacienda de San Cristóbal, un episodio que sirvió de epílogo a la vida del hombre que dispuso a su antojo de la vida, bienes y destino de toda la población.
No hay que temer en adentrarse en el análisis histórico de lo que significó Trujillo en la transición desde una sociedad caracterizada por la violencia montonera a otra con fundamentos básicos del capitalismo como moneda propia, instituciones monetarias, como el Banco Central y financiera como el Banco de Reservas.
Lo que no debería olvidarse es que desde 1930, cuando ascendió al Poder, hasta el mismo día de su muerte, Trujillo fue sinónimo de represión, muerte, persecución, corrupción, miseria, injusticia y marginalidad económica y social.
Vida y sosiego de los dominicanos dependían siempre de ese régimen de oprobio que no aceptaba disidencia, asesinaba, encarcelaba, torturaba a su antojo, que humilló y puso de rodillas a más de una generación de padres, hijos, hermanos, esposos, familias enteras que no sobrevivieron ante el terror imperante.
Que no se hable de orden, justicia, progreso ni institucionalidad durante el infierno de Trujillo, porque esos valores nunca fueron válidos para el pueblo dominicano, porque toda la nación era propiedad o estaba a disposición del dictador, de su familia y conmilitones.
Es por eso que se recibe con júbilo la declaratoria presidencial del 30 de mayo como Día de la Libertad, porque a partir de esa efeméride, el pueblo dominicano recuperó su dignidad y ha jurado que nunca más en el Palacio Nacional podrá anidarse ningún tirano.
Una patria agradecida rinde tributo este domingo a los héroes y mártires que ejecutaron el magnicidio: Antonio Imbert Barrera, Antonio de la Maza Vásquez, Amado García Guerrero, Salvador Estrella Sahdalá, Juan Tomás Díaz, Modesto Díaz, Luis Amiama Tió, Pedro Livio Cedeño, Miguel Ángel Báez, Huáscar Tejeda, Luis Manuel Cáceres y Roberto Pastoriza, así como a todos los que colaboraron antes o después con esa gesta patriótica.
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