Aunque necesitan la ayuda del Estado a través del subsidio para las madres y padres que envían a sus hijos a la escuela, ellos no dejan de enviar a sus hijos a la escuela, existe un consenso en que hay que estudiar, aunque no puedan entrar a la universidad
BAYAGUANA, República Dominicana.- El ministro aquél, que dijo que no sabría qué hacer si el Gobierno asignaba el 4% del PIB a la educación, probablemente nunca visitó los barrios y campos más pobres de su país, en los cuales la carencia de escuelas constituye la primera barrera para que niños y niñas disfruten del derecho a su formación integral y su preparación para el futuro. Y cuando hay un local escolar, aunque sea precario, entonces a estos dominicanos y dominicanas no les llegan libros ni otros recursos didácticos esenciales.
En El Guanito, allá al fondo del mal llamado camino que conduce a Sierra de Agua y demás secciones y parajes de Trinidad, en Bayaguana, provincia Monte Plata, vive Santa Pérez Carmona, una madre con cuatro hijos con edades entre los 15 y 4 años, que nunca han asistido a la escuela.
José Manuel de la Rosa Pérez, su hijo mayor, que ya cuenta 15 años, nunca ha ido a la escuela, tampoco el otro hijo de 13 años. Dedican el tiempo a trabajar el conuquismo con su padre u otra persona que los contrate y, cuando la cosa está "buena", les paga doscientos pesos.
La hija de Rosario Amparo Severino, tras mucho esfuerzo, ya terminó el bachillerato, pero al mismo tiempo alcanzó el techo de cristal de la educación dominicana, pues sus empobrecidos padres no disponen de recursos para pagarle educación universitaria
Santa dice que podría conseguir lo del uniforme, pero que no tiene para comprar los zapatos, los cuadernos ni darles para comer.
Ella es uno de esos y esas que el Estado dominicano y los organismos internacionales apenas hacen constar como uno o una más; simples números estadísticos que sustentan que existen personas en este país que sobreviven con menos de un dólar al día.
Cada día ella requiere de 250 pesos para el almuerzo de cuatro personas, es decir, 50 pesos por cabeza. Como pueden, tratan de hacer un desayunito o una cena, lo que quiere decir que vivirían con más de un dólar por persona, lo que técnicamente hablando la excluye de los más pobres, auque en la realidad sea apenas una sobreviviente.
Los que van a la escuela son trotamundos
En la zona la mayoría de los menores de edad van a la escuela. Entre los moradores de estos campos existe un consenso generalizado de que la educación es importante, incluso en aquellos padres analfabetas, que hacen un gran esfuerzo para que sus vástagos estudien, aunque los tengan que obligar a caminar kilómetros de caminos empedrados, entre polvareda y piedras cuando es tiempo de sequía, y enlodados cuando llueve.
En la sección Trinidad, niñas y niños deben caminar hasta 20 kilómetros diarios para recibir docencia, pues la escuela local sólo llega hasta el 4to grado de primaria. Llegado a ese nivel, la necesidad de recibir educación los expulsa de sus hogares, como es el caso de la hija de Fior Javier, que vive en Monte Plata con una tía para que le sea más cómodo ir a la escuela.
Acento.com.do en este trabajo sólo se refiere a la falta de aulas y maestros en la zona, no a la calidad de las existentes, pues no pudo verificar ésta, ya que el objetivo de visitar la zona no era directamente la educación, sino que el tema salió a relucir en las conversaciones con los lugareños
Y es que cuando aprueban el 4to grado no todo es felicidad, está la satisfacción de que el hijo ha aprobado una parte importante de las exigencias del sistema educativo (si se toma en cuenta que el nivel de analfabetismo es más alto en la zona rural: 14.1%), pero también comienza el calvario: el peregrinar de sus hijos por un camino de tierra que se vuelve lodo con frecuencia por las lluvias que caen en la zona, colindante con Los Haitíses.
Además, se incrementa el ya constreñido presupuesto familiar, pues hay que disponer de algo más de dinero para que esos niños coman una merienda en la escuela y puedan soportar la jornada de retorno.
Trinidad es un campo en donde todavía la comunidad se considera como una gran familia, todavía confían el uno en el otro. Sin embargo, hay motivos para la preocupación por la seguridad pública. Hace varios años desapareció un niño en el paraje El Guanito, y todavía nada se sabe de su paradero. Por esa las familias, aunque alienan a sus hijos a estudiar, viven con la preocupación de que algo les pueda ocurrir, en sus largas caminatas de todos los días hacia y desde la escuela.
Mientras tanto, la gente simplemente vive, sin que puedan expresar a ciencia cierta en qué cifran sus esperanzas y sueños. Sin preguntarse talvez si la vida es algo más que esa dura realidad a que los ha confinado un sistema de injusticias y privilegios, que se llama democrático y que los convoca a votar cada cuatro años.DE ACENTO.COM.DO
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