Para entenderse, el Presidente tendría que reconocer la fuerza del ex mandatario, y este último tendría que asimilar lo que ha ocurrido, sin importar los medios utilizados - Se habla del alejamiento entre Danilo Medina y Leonel Fernández. Y es verdad. También se dice que se están reuniendo en secreto. Podría ser cierto. Pero la realidad es que pese a las diferencias que lo han alejado o separado, no tienen más alternativa que buscar la forma de tender puentes que permitan lo que sería el gran motivo que la vida hizo que se encontraran: el PLD. Y con el mismo trabajar para que se mantenga en el poder. En eso pueden tener diferencias de enfoque, pero tienen que coincidir en que para ambos es fundamental.
La cuestión es que en el pasado mediano y en el más reciente, ambos han pugnado por el control del partido y desde el mismo controlar el poder, lo que ha desatado las contradicciones. Son contradicciones esencialmente políticas.
Antes de 2012, Leonel Fernández no tuvo que hacer demasiado esfuerzo para convertirse en el instrumento del partido o de la historia. Lo acompañó la dicha de cabalgarlo con la aprobación general. De hecho, Danilo Medina fue un eje clave en la primera etapa de su desarrollo político y su ascenso a la Presidencia de la República.
Pero cuando optó por la reelección presidencial debió confrontarse con Medina, quien en la derrota proclamó que lo venció el Estado. En ese proceso se sentaron y afirmaron las bases para la emergencia de dos liderazgos en el PLD. Las contradicciones se acentuaron y Danilo gradualmente asimiló la derrota. Se desempeñaba en un bajo perfil, casi en la sombra, y Leonel vio su estrella brillar en el firmamento de la política nacional, hasta que las circunstancias le impidieron optar por la reelección nueva vez en el 2012. Danilo había recompuesto sus fuerzas y con ellas se planteaba una nueva realidad en el PLD. Pese a su avance, y a lo poco sensato que podría resultar una segunda reelección de Fernández, el hoy presidente no las tenía todas a su favor y su fuerza no era avasalladora. Margarita Cedeño de Fernández, que ha cultivado un liderazgo en base a carisma personal y buen desempeño público, aparecía con una fuerte aprobación popular. Pero una continuación de la esposa del presidente que dejaba el poder resultaba difícil de digerir para el poderoso comité político del PLD.
Pese a su popularidad, Margarita no pudo competir y mucho menos ser candidata. Administrativamente, el comité político la bloqueó, y en un discurso ante el país no pudo ocultar su frustración. Fue una derrota más que sutil para Leonel, la cual asimiló. Los bandos ya estaban conformados y fue necesario un pacto no escrito mediante el cual Cedeño pasaría a la candidatura vicepresidencial y una consistente cantidad de los miembros del comité político seguirían en el nuevo poder que encarnaba la candidatura de Medina.
Ya fuera del poder
Ya fuera del poder, Leonel fue sometido primero a un tren de desgaste, y luego abiertamente de descrédito. Confluyeron en ese propósito sus enemigos acérrimos y cortos de perspectivas, que fueron instrumentalizados como niños, y el poder mismo, que alimentó la tesis de que el gobierno había sido sobreendeudado, lo que habría provocado un déficit que colocaba al país en las puertas del default.
La estrella del presidente Medina se colocaba en lo más alto del firmamento. Quedaba catapultado como el nuevo líder del PLD y del país. Cuando el PLD debió decidir a quién presentar para las elecciones de 2016, en principio parecía el dilema de correr con unos candidatos en construcción y un expresidente midiendo la fuerza de los vientos, ya apaleado por la campaña del déficit fiscal y la corrupción. Por si había alguna duda, entonces vino el recurso Quirino.
Se abrió una enorme trocha para iniciar el camino de la reelección. Surgió la tesis de los impedimentos constitucionales, pero todo eso fue derrumbado y se construyó una amplia pista para la reelección. La maquinaria desbrozadora hizo daño, fundamentalmente a Leonel, y a sus seguidores, a la institucionalidad recién reformada en 2010 y a los aliados del Bloque Progresista, que resultó lesionado con la pérdida de uno de los aliados.
El cisma se hizo muy profundo. Nueva vez ha correspondido a Leonel racionalizar el conflicto. Cuando se dirigió al país después de la reforma constitucional, no pudo ocultar su amargura al ver caer sus tropas vencidas en el Congreso. Entró en un aislamiento moderado, y puso en primer plano su accionar en el exterior, hasta el día de hoy, cuando los vencedores se han dado cuenta de que para completar la obra todos son necesarios y que “no se gana con o sin Leonel”.
Pese a todo, Danilo y Leonel, y nadie más que ellos, están convocados para decidir si las fuerzas que los impulsan siguen gobernando, si llevan a término un pacto por la continuidad.
Para entenderse, Danilo tendría que reconocer la fuerza de Leonel, y Leonel terminar de asimilar lo que ha ocurrido, sin importar los medios utilizados. Ahora Leonel tendría, nueva vez, que empezar a construir la otra historia. Se preguntará sobre qué bases, aunque probablemente la mayoría de los actores seguirán siendo los mismos.
En lo que probablemente no podrían tener diferencias importantes es en que para la permanencia de ambos, sin considerar el lugar que ocupen, tienen que preservar al PLD como garantía de futuro.
Ninguno puede construir sobre las cenizas de esa organización, ni de sus hombres ni sus mujeres. Y en consecuencia, como políticos profesionales, no tienen más camino que pactar la búsqueda de la continuidad en el poder. La actualidad es más que explícita. El futuro habrá que desentrañarlo...
Antes de 2012, Leonel Fernández no tuvo que hacer demasiado esfuerzo para convertirse en el instrumento del partido o de la historia. Lo acompañó la dicha de cabalgarlo con la aprobación general. De hecho, Danilo Medina fue un eje clave en la primera etapa de su desarrollo político y su ascenso a la Presidencia de la República.
Pero cuando optó por la reelección presidencial debió confrontarse con Medina, quien en la derrota proclamó que lo venció el Estado. En ese proceso se sentaron y afirmaron las bases para la emergencia de dos liderazgos en el PLD. Las contradicciones se acentuaron y Danilo gradualmente asimiló la derrota. Se desempeñaba en un bajo perfil, casi en la sombra, y Leonel vio su estrella brillar en el firmamento de la política nacional, hasta que las circunstancias le impidieron optar por la reelección nueva vez en el 2012. Danilo había recompuesto sus fuerzas y con ellas se planteaba una nueva realidad en el PLD. Pese a su avance, y a lo poco sensato que podría resultar una segunda reelección de Fernández, el hoy presidente no las tenía todas a su favor y su fuerza no era avasalladora. Margarita Cedeño de Fernández, que ha cultivado un liderazgo en base a carisma personal y buen desempeño público, aparecía con una fuerte aprobación popular. Pero una continuación de la esposa del presidente que dejaba el poder resultaba difícil de digerir para el poderoso comité político del PLD.
Pese a su popularidad, Margarita no pudo competir y mucho menos ser candidata. Administrativamente, el comité político la bloqueó, y en un discurso ante el país no pudo ocultar su frustración. Fue una derrota más que sutil para Leonel, la cual asimiló. Los bandos ya estaban conformados y fue necesario un pacto no escrito mediante el cual Cedeño pasaría a la candidatura vicepresidencial y una consistente cantidad de los miembros del comité político seguirían en el nuevo poder que encarnaba la candidatura de Medina.
Ya fuera del poder
Ya fuera del poder, Leonel fue sometido primero a un tren de desgaste, y luego abiertamente de descrédito. Confluyeron en ese propósito sus enemigos acérrimos y cortos de perspectivas, que fueron instrumentalizados como niños, y el poder mismo, que alimentó la tesis de que el gobierno había sido sobreendeudado, lo que habría provocado un déficit que colocaba al país en las puertas del default.
La estrella del presidente Medina se colocaba en lo más alto del firmamento. Quedaba catapultado como el nuevo líder del PLD y del país. Cuando el PLD debió decidir a quién presentar para las elecciones de 2016, en principio parecía el dilema de correr con unos candidatos en construcción y un expresidente midiendo la fuerza de los vientos, ya apaleado por la campaña del déficit fiscal y la corrupción. Por si había alguna duda, entonces vino el recurso Quirino.
Se abrió una enorme trocha para iniciar el camino de la reelección. Surgió la tesis de los impedimentos constitucionales, pero todo eso fue derrumbado y se construyó una amplia pista para la reelección. La maquinaria desbrozadora hizo daño, fundamentalmente a Leonel, y a sus seguidores, a la institucionalidad recién reformada en 2010 y a los aliados del Bloque Progresista, que resultó lesionado con la pérdida de uno de los aliados.
El cisma se hizo muy profundo. Nueva vez ha correspondido a Leonel racionalizar el conflicto. Cuando se dirigió al país después de la reforma constitucional, no pudo ocultar su amargura al ver caer sus tropas vencidas en el Congreso. Entró en un aislamiento moderado, y puso en primer plano su accionar en el exterior, hasta el día de hoy, cuando los vencedores se han dado cuenta de que para completar la obra todos son necesarios y que “no se gana con o sin Leonel”.
Pese a todo, Danilo y Leonel, y nadie más que ellos, están convocados para decidir si las fuerzas que los impulsan siguen gobernando, si llevan a término un pacto por la continuidad.
Para entenderse, Danilo tendría que reconocer la fuerza de Leonel, y Leonel terminar de asimilar lo que ha ocurrido, sin importar los medios utilizados. Ahora Leonel tendría, nueva vez, que empezar a construir la otra historia. Se preguntará sobre qué bases, aunque probablemente la mayoría de los actores seguirán siendo los mismos.
En lo que probablemente no podrían tener diferencias importantes es en que para la permanencia de ambos, sin considerar el lugar que ocupen, tienen que preservar al PLD como garantía de futuro.
Ninguno puede construir sobre las cenizas de esa organización, ni de sus hombres ni sus mujeres. Y en consecuencia, como políticos profesionales, no tienen más camino que pactar la búsqueda de la continuidad en el poder. La actualidad es más que explícita. El futuro habrá que desentrañarlo...
Mark Penn-SIN revela liderazgos se acercan
República Dominicana.- Según la firma encuestadora MP Mark Penn, para la población el presidente Danilo Medina es el principal líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con un 46.7 por ciento, mientras otros señalan a Leonel Fernández con un 44.8. Indica que dentro de los propios peledeístas, la ventaja de Medina es mayor, 51.2% vs. 44.3%. Un 3.8% o no sabe o no contesta. (SIN)
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