Habituados a verlo siempre en un estilo de actuar y vestir con sobriedad y formalidad, a muchos dominicanos les llama la atención la variedad de recursos que utiliza el expresidente Leonel Fernández para agradar o divertir a seguidores o simpatizantes en sus recorridos proselitistas.
Baila con soltura un buen merengue o una bachata, canta melodías de distintas épocas, juega un poco de dómino con cachucha y tenis que no forman parte de su vestuario regular, comparte con gentes humildes unas fuertes dentelladas a un chicharrón o empanadas y hasta se viste de explorador, con mochila y botas, en uno de sus spots de campaña.
En la vida normal, como presidente de una fundación de altos estudios, su personalidad sintoniza con la de expresidentes que concurren a conferencias internacionales, seminarios, charlas o actos de la vida social, con la compostura esperada entre personas que se ha granjeado una respetabilidad por las altas funciones desempeñadas o por la fama académica.
Sin embargo, todo ese formato de sobriedad cambia hasta 360 grados en muchas ocasiones en que el expresidente decide, como se dice en el argot popular, darse un “baño de masas”, mezclándose con los de abajo, lo que parece un recurso válido en tales circunstancias.
Otras experiencias
Otros políticos aspirantes también suelen hacerse más sencillos entre su público, asistiendo en mangas de camisa y jeans a las reuniones proselitistas, a retratarse como viejos y amigos con gente llana del pueblo, a dispensar abrazos y muestras de cariño a mujeres y hombres envejecientes o, a mezclarse entre los jóvenes como uno de sus iguales.
Otros políticos aspirantes también suelen hacerse más sencillos entre su público, asistiendo en mangas de camisa y jeans a las reuniones proselitistas, a retratarse como viejos y amigos con gente llana del pueblo, a dispensar abrazos y muestras de cariño a mujeres y hombres envejecientes o, a mezclarse entre los jóvenes como uno de sus iguales.
Estos políticos se olvidan de las dietas y de otras formalidades, y también comen lo que les brinden, para no parecer despreciativos ni infatuados ante aquellos cuyos votos solicitan.
En el caso del expresidente Fernández, los nuevos estilos de campaña podrían obedecer a consejos de asesores o, sencillamente, a impulsos y emociones que rememoran su pasado de joven nacido en un barrio humilde al que la vida, por su temprano ascenso a las cumbres del poder político, inhibían de hacerlo tan abiertamente.
Es diferente a otro expresidente, el ingeniero Hipólito Mejía, cuya locuacidad como hombre del campo poco habituado a las formalidades y su habilidad para tutear personas lo convirtieron en un “Presidente atípico”.
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