miércoles, 30 de enero de 2019

¡Llora alma mia!, el adiós a Yóskar Sarante

  • ¡Llora alma mia!, el adiós a Yóskar Sarante
Ramón Almánzar
ramon.almanzar@listindiario.com
Santo Domingo
Yóskar Sarante dejó en la bachata un legado de temas emblemáticos, empezando por su lamento amoroso “Llora alma mía”, que fue el tema (junto a “La noche”) que sacó a flote una carrera sucumbida hasta entonces en trabajos forzados como la construcción y en el frente de varios grupos merengueros. El “pequeño gigante”, que murió anteanoche en la Florida a los 49 años de edad, vivió una niñez/adolescencia de precariedades y de labores forzadas: limpiaba botas, vendía guandules y trabajaba albañilería hasta que se encontró en los años 90 con la contagiosa bachata.
Además de la construcción, la bachata se lo robó al merengue, donde realmente comenzó su entrada a la música popular. Desde niño tuvo inclinación a la música, de manera empírica.
A los doce años, cuando Pedrito Fernández cargaba “La mochila azul”, él era su fiel imitador.
Su afición por la guitarra la heredó de su padre, que falleció cuando aun era niño.  La familia vivía en Villas Agrícolas, barrio capitaleño donde nació el 2 de enero de 1970.
“Mi papá no vio mi éxito pero él tenía esa fe de que iba a representar a Santo Domingo en el mundo entero y a los doce años me dijo: -para mí tú eres un artista ya”, contó en una entrevista en “El Especial con Colombia Alcántara”. Y eso le dio la confianza para emprender su carrera, en la que ganó notoriedad y lo llevó a países europeos como Finlandia.
EL PEQUEÑO GIGANTE DEL MERENGUE PASÓ A LA BACHATA
Yóskar Sarante coqueteó con el merengue en sus años mozos, pero fue la bachata la que le dio sus amores más intensos en la música. A los 15 años se integró a una orquesta merenguera que le llamaban La Proclama, dirigida por Tomás Barreras y en la que también figuraba El Jeffrey.
Luego pasó al frente del grupo de Juancho Viloria, quien antes estaba con Wilfrido Vargas. De ahí pasó con Cheché Abreu y Aramis Camilo. Entre 1994 y 1999 Yóskar se hacía llamar “El Prabú de la bachata” y grabó tres producciones sin mayores resultados.
Fue entonces cuando conoció a Freddy Peña Pastor y se acercaron a Juan y Nelson, que le cambió la vida porque hasta entonces había sido muy difícil.
“Yo no tenía dinero, no tenía nada... No es fácil uno ver a su niña llorando porque no tiene leche y yo sin trabajo, pues nadie me contrataba aún y eso me obligó a meterme en lo que fuera”, comentaba en las entrevistas sobre su vida.
Yóskar recordaba que en la construcción le pagaban 40 pesos por hora, unos 320 pesos por día, “pero era lo único que encontraba para poder mantenerme y no dejar morir de hambre a mi familia” y por eso trabajaba en lo que apareciera. Su primera luz musical en bachata fue “La Noche”, en el 2000, y fue en Baní donde se le ofreció un contrato por unos 80 mil pesos, que para él en ese entonces era una fortuna.
La vida comenzaba a cambiarle y podía mantener a su familia. Él procreó tres hijos: dos varones, que ahora tienen 20 y 15 años, y una hembra de 23, y permaneció casado durante 25 años.
Además de “Llora alma mía” y “La noche”, otras bachatas que lo catapultaron fueron “Cama separada”, “Guitarra”, “Perdido”, “Prohíbeme”, “Vale la pena”, “No te detengas”, “No tengo suerte en el amor” y muchas más. Y una que lo retrata quedará viva: “Vivir” (que él adaptó. Y adoptó).
Sarante murió la noche del lunes, a los 49 años, en un hospital de Orlando, Florida, Estados Unidos, a causa de una fibrosis pulmonar.
Sus restos serán velados, sin fecha aun establecida, en la funeraria Blandino de la avenida Abraham Lincoln de Santo Domingo, informó su mánager Martín Alcántara.
“El pequeño gigante”, como se le decía, había anunciado el pasado 2 de enero, día de su cumpleaños, que preparaba un nuevo disco.

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